(Primera Columna publicada el 26 de noviembre de 2011)

En la plaza de San Juan, Vittorio Zerbbera y César Pompeyo abordan el tema del narcotráfico y los métodos militares que emplea el gobierno de Felipe Calderón para combatirlo.
—Vittorio, tú que has dedicado tu vida a la batalla contra las drogas y sus traficantes, ¿cómo ves el caso de México?
—Antes de responderos, Vittorio, debo deciros que los carteles mexicanos tienen todo el empaque de una guerrilla y están cerca de adquirir el aspecto de terroristas. Es difícil combatirlos. No se sabe dónde están. No se sabe cuándo y dónde van a atacar. Las suyas son agresiones de pisa y corre. Corren a esconderse con la ayuda del pueblo, de alcaldes, de policías.
—Casi siempre los soldados y los marinos llegan después. Después de que se amontonan los cadáveres. Hablo en términos generales, en un vistazo a vuelo de pájaro….
—El pueblo, Vittorio, es víctima, no responsable.
—Es un error, César: en el pueblo, en todos los niveles, consumen la droga o la venden. El pueblo está invadido de socios de los narcotraficantes. Socios que colaboran, ocultan o avisan a tiempos de cualquier medida de las autoridades. Es una verdad comprobable que el gobierno no tiene el poder de compra, seducción o represión que caracteriza a los barones de la droga y sus sicarios.
—La lucha eficaz contra las drogas tiene cuatro campos principales: la familia, la escuela, las iglesias y la sociedad. México está perdiendo la lucha en los cuatro y sus derrotas son cada día peores. He visitado poblaciones humildes de Yucatán. A media tarde la mayoría de los jóvenes están ebrios y drogados. Hombres y mujeres. Mientras menos dinero tienen más se drogan.
—En medio de la crisis política y la económica crece la afición a los estupefacientes en la llamada “high life”, en las clases media y las catalogadas como C y D por su mínimo poder de compra y escasa cultura.
—La familia, César, punto de partida de la salud social, está infectada por la radio, la television y la promiscuidad sexual que se deriva de la carencia de valores y del tipo de “enseñanzas” que reciben en las escuelas.
—La inmensa mayoría de los niños y los jóvenes mexicanos estudian en las escuelas públicas, donde se les prepara para ser carne de cañón de los narcotraficantes que los atraigan con placer, alcohol y apoyo oportuno en las necesidades que tengan. Desde chicos aprenden a ver como cosa normal y deseable las prácticas sexuales contrarias a la decencia, la rectitud, la tradición y el modo de ser heredado de nuestros abuelos.
—César, me apena decirte que los maestros de las escuelas públicas, sus directores e inspectores son con lastimosa frecuencia un ejemplo de lo que no debe ser y hacer un alumno. En un círculo vicioso que está carcomiendo a México: alumnos corrompidos o deficientes cívicos y morales serán los maestros que en las escuelas impartan una “educación” divorciada de la ética, la virtud y la verdad.
—De las escuelas públicas, César, egresan la mayoría de los funcionarios que nos van a gobernar en los tres Poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Pedirles que gobiernen, legislen o juzguen con integridad es como pedirles peras al olmo. No es en muchos casos que las autoridades violen las normas del civismo y la moral no: es que no las conocen. Es que viven en una comunidad que no se los exige y, además, los premia.
—La sociedad, esa sociedad de ustedes, es un foco de contaminación. Con muy honorables excepciones, sus centros de enseñanzas, consagrados a la ciencia, la técnica y preparar a los estudiantes a triunfar en los negocios a como dé lugar, lanzan a los primeros planos a jóvenes que desdeñan el pasado, que no están preocupados por el futuro, que sólo atienden a la satisfacción de sus apetitos ahora mismo y se entregan al primero que les diga “miau”.
—Se multiplican así en todos los niveles, con el desprecio al matrimonio, los hogares de uniones libres, de padres divorciados o madres solteras. Hogares que son fábricas de mexicanos que, debilitados por el mal ejemplo que reciben en el hogar y la escuelas, se convierten con facilidad en caldo de cultivo para los traficantes de droga o adoptan un estilo de vida que los lleva a todas partes menos a servir a su país.
El ejército y la marina no pueden disparar contra las madres solteras, los alumnos mal educados y los maestros que los corrompen. El auge de la violencia y la droga es una evidencia del fracaso en México de la misión educadora de la familia, la escuela y la sociedad. Sólo nos queda, César, un caso por estudiar: las iglesias, que son o deben ser la estación central y la red de comunicaciones de la moral.
—Permíteme aclarar, Vittorio, que se está gestando en Mérida, a partir de los sucesos de la glorieta, una reacción muy saludable encabezada por una veintena de agrupaciones del sector civil y empresarial, muy digna de elogio y apoyo.
Mérida, 26 de noviembre de 2011.

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