(Primera Columna publicada el 31 de diciembre de 2011)
Creemos que la aportación personal de cada yucateco, en la siembra, cultivo y defensa de la moral en el campo de la política, puede ser la clave para conseguir un buen gobierno en las elecciones de 2012, que pueden marcar el rumbo del estado en un sexenio, una década o un tiempo impredecible.
Es una aportación que al comenzar el año nuevo está limitada porque el gobierno actual y su partido, por su control de la mayoría de los medios de comunicación y su libre acceso a los dineros del presupuesto, tienen, con exceso, los recursos humanos y económicos para difundir sus puntos de vista a los cuatro vientos entre el grueso de la población.
A menos que ocurra un milagro de conversión genuina a la civilidad, la maquinaria oficial tratará de impedir el examen de la actuación de las autoridades con dos objetivos: ocultar sus errores y magnificar sus aciertos.
Esta restricción de la libertad de información favorece que un solo criterio para ver las cosas, el gubernamental, disfrute de todo género de ventajas electorales. Ventajas que incluyen la propaganda a un grado de saturación y la cosecha de conciencias mediante la explotación de tres minas de votos: la ignorancia, la pobreza y el miedo al poderoso.
Entre otras medidas para frenar e invertir esa tendencia al monopolio político podemos pensar en:
1) Procurar que otras opciones políticas tengan una difusión oportuna y suficiente.
2) Fomentar debates y otras formas de análisis que permitan la comparación entre las ofertas de los partidos y sus candidatos.
3) Implantar y fortalecer en la generalidad del pueblo las virtudes morales y los valores cívicos que la conduzcan, mediante el voto libre y razonado, a escoger, como próximos gobernantes, a quienes considere más dispuestos a trabajar por el bien común y mejor preparados para hacerlo, tanto por su conducta en la vida pública como en la vida privada.
Conducta y comportamiento que han de estar visibles con claridad para no caer en la trampa de elegir a hombres y mujeres con dos caras, con doble contabilidad, que callan cuando deben hablar y hablan cuando sus intereses particulares están en juego. Estamos ante una tarea que compete en parte importante a los partidos, es cierto, pero que no tendrá el éxito que se busca si cada ciudadano no la considera también como suya y no se propone, en el ámbito de sus relaciones —el hogar, el negocio, el club, el café—, abordarla con buena voluntad y realizarla en la medida de sus posibilidades.
Las instituciones tendrán un papel primordial. Para ellas 2011 ha sido estimable ensayo, pues un sector numeroso y plural de los empresarios que las forman se ha unido en pasos al frente para denunciar los actos ilegales de las autoridades, exigir el retorno al imperio de la legalidad y proponer maneras de lograrlo. Se han distinguido con una vigilancia que en 2012 deben trasladar a la campaña política en defensa de la equidad, la transparencia en la financiación y la observancia de las leyes.
El empresario, el profesional, el empleado, el universitario, el ama de casa, el hombre de a pie, todos por igual deben entender que la tarea que aquí se describe es la asignatura que deben estudiar y aprobar en el examen electoral que se avecina.
Como el objetivo fundamental de la tarea es inculcar los valores morales, donde no existan o se hayan perdido, o blindarlos, donde estén activos, pensamos que en los especialistas en este ramo, que son los sacerdotes, recae una responsabilidad que no deben eludir con la evasiva trillada de que la religión y la política son agua y aceite.
Sólo el gobierno puede estar tan cerca del pueblo como los sacerdotes. Nadie como ellos para indicar, sin partidismos, cómo usar esos valores morales para sembrar, cultivar y defender los valores cívicos que deben dirigir y normar una campaña que culmine, como decimos al principio, en la elección de un buen gobierno.
Para que cristalice el deseo cordial de feliz año, que la columna transmite hoy a sus lectores, es necesario que el ciudadano, donde quiera que se encuentre y lo que sea que haga, esté convencido de que su aportación a la democracia es un compromiso muy personal que debe cumplir, sin excusas ni excepciones, en nombre de Dios y de la patria.
Mérida, 31 de diciembre de 2011.
