(Primera Columna publicada el 28 de septiembre de 2011)
Suena aún el escándalo que se armó porque la Universidad Iberoamericana, centro docente jesuita de la ciudad de México, invitó a una conferencia a Ivonne Ortega Pacheco y le entregó luego una medalla de agradecimiento que el gobierno yucateco califica de premio a la actuación pública de la gobernadora, actuación considerada por importante número de yucatecos como uno de los grandes desastres en la historia de Yucatán: la comparan con el impacto devastador del huracán Isidoro y las calamidades definitivas que obligaron a los mayas a abandonar Chichén Itzá y Uxmal. Comparación que nos parece exagerada, aunque merecida.
Además de que ya nadie quiere recibir medallas, debido al desprestigio en que han caído, el escándalo tiene otra cara: la creciente invasión priísta de los campus universitarios y otros territorios estudiantiles. Esta estrategia de reclutar prosélitos trajo a la memoria de Vittorio Zerbbera, en su reunión sanjuanista con César Pompeyo, una frase de Maurice Barrés, el escritor y legislador francés católico que en sus trilogías y otras obras transitó del individualismo y el nacionalismo al desencanto.
El autor de “El culto al yo”, “La colina sagrada” y “Los bastiones de Occidente” resumió experiencias suyas de toda la vida en esta reflexión de principios del siglo pasado que, sin embargo, no ha perdido un minuto de actualidad: “El político es un acróbata. Mantiene el equilibrio diciendo lo opuesto de lo que hace”.
El PRI hace gala de su acrobacia y otras habilidades circenses en el concurso que un llamado “Comité Ciudadano para Promover la Responsabilidad Social” ha organizado en las universidades meridanas que se dejan. Un concurso que se titula “Rola los valores” y que consiste en promover, por medio de vídeos: la ética, la tolerancia, el respeto, la honestidad, la humildad, la confianza, la solidaridad, la responsabilidad y el servicio.
—Almas piadosas o ingenuas —en política la piedad es una ingenuidad— dirán que es digno de aplauso este esfuerzo que el PRI hace en busca de lo que no rola ni conoce —comentó Pompeyo—, pues en las actividades del partido brillan por su ausencia esas nueve virtudes. No las encuentras, ni con la linterna de Diógenes, ni en el gobierno del estado ni en el ayuntamiento de Mérida.
En obsequio de la gente que los rodeaba, don César explicó: cuando le preguntaron a Diógenes por qué andaba por las calles de Atenas con una linterna, el filósofo griego del siglo III respondió: “Busco un hombre”. Se cuenta que murió sin encontrarlo.
—A suerte parecida se arriesgan, Vittorio, los que pretendan encontrar responsabilidad social, honestidad, tolerancia, humildad y ética en los equipos que encabezan Ivonne Ortega, Angélica Araujo y comparsas de piratas del erario y energúmenos de glorieta. En cuanto a solidaridad y servicio, eso sí, pero sólo entre ellas y ellos.
—Bueno, César, entiendo vuestro punto de vista. Por lo que yo sé, el PRI no tiene autoridad moral para predicar los valores que no practica. Es más, si se llegan a practicar en Yucatán esos valores que el PRI predica en las universidades, seguro que pierde las elecciones. Si tiene éxito el concurso, sería una carabina de Ambrosio para el susodicho partido.
Pompeyo explicó a la concurrencia que Ambrosio sólo disparó una vez su carabina. El tiro salió por la culata.
—Pero, César, no puedes negarle al PRI el derecho a entrar en centros docentes como las universidades, que se deben abrir a todas los puntos de vista y regirse por la libertad de pensamiento, aunque en el PRI no exista esa libertad y sólo prive un punto de vista. En el amor, como en la guerra, todo vale.
—De acuerdo, Vittorio: lo malo no está en que el PRI quiera entrar en las universidades sino en que las universidades, sobre todo las católicas, como la Unimayab, de los Legionarios de Cristo, como la Iberoamericana, de los jesuitas, se vuelvan canchas de las acrobacias y piruetas del PRI, diseñadas, en Yucatán, para engatusar a los alumnos y extraerles su voto en las elecciones.
—Otra cosa sería —prosiguió Pompeyo— que la Universidad del Mayab y las demás sedes docentes del concurso recibieran a los señores del PRI y los invitaran a que ellos, no los estudiantes, expusieran qué entienden los priistas por responsabilidad social, ética, honestidad, tolerancia, respeto y servicio, y cómo viven y defienden estos valores cuando están en el gobierno, porque hasta hoy se han distinguido por lo contrario: mientras unos los hacen polvo, los demás se callan como muertos.
—Bien dicho, César. La misión suprema de las universidades es la búsqueda de la verdad, no desempeñar el papel de tontos útiles que los farsantes buscan como trampolín para usurpar el poder. Entiendo el desencanto de Maurice Barrés al ver la política en manos y pies de acróbatas.— Mérida, 27 de septiembre de 2011.
