(Primera Columna publicada el 12 de septiembre de 2010)
Don Vittorio Zebbera fue liberal y librepensador desde que se retiró de las prácticas del culto que le enseñaron en el catecismo. Se retiró debido a las excelentes relaciones de la mafia con las cúpulas eclesiásticas, tema de su doctorado en sociedades secretas por la universidad de la Sorbona. Pero —en las cosas de Mérida siempre hay un pero— regresó de lleno al cristianismo y se ha dedicado a la oración a partir de su lectura del tercer informe de gobierno de Ivonne Ortega. Después —en Mérida hoy todo es “después”, a pesar de que no hubo “antes” ni menos hay “ahora”—; después, repetimos, enterado de los intríngulis y triangulaciones de “Mi stilo es Yucatán”, el profesional italiano se afilió a la Piadosa Liga de las Almas del Purgatorio, que se reúne cada lunes a rezar para que esto no se convierta en un infierno.
Devoto del Apóstol de los Gentiles, el dottore siciliano pidió silencio a César Pompeyo y frente a la sacristía del parque de San Juan, en la banca de cemento, leyó una parte de la carta de San Pablo a los Filipenses, leída en reciente Hora Santa celebrada para pedir a Dios por la Patria en estos centenarios:
“Hermanos, el Señor está cerca. Que nada los angustie… Hermanos, tengan en cuenta todo lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de limpio, de amable, de elogiable, de virtuoso y de recomendable”.
—¿Por qué, caro Pompeyo, en vez de deturpar a madame Ivonne y su tropa no se dedica usted a elogiar lo justo, lo limpio, lo virtuoso que vea en Felipe y Ulises, en el gabinete, el partido, los diputados y otros beneficiarios? Con seguir criticando los errores y las picardías ya ve usted que no se llega a ninguna parte: se triplican. ¿Por qué no trata usted de buscar lo positivo?
—Vittorio —tomó la palabra Pompeyo—, el gobierno de la señora es como el cráter de Chicxulub. Tan…
—¡Tan grande! —comentó admirado el señor Zerbbera.
—Tan oscuro —precisó César—. Tal vez un equipo de la Asociación Mundial de Espeleólogos y Carteristas, perdón, Crateristas, pueda encontrar, en las honduras del gobierno, en sus pliegues y repliegues, en sus recovecos y rincones, algo bueno, verdadero, justo y limpio. Yo mato mi pavo.
—En estas circunstancias, Vittorio, donde todo es posible y nada plausible, alabar a Ivonne Ortega por la limpieza, bondad y justicia de su gobierno —ni Peña Nieto lo va a creer— equivale a exponer a los yucatecos a otro meteorito como el que acabó con los dinosaurios. Aplaudirla por lo que ha hecho o dejado de hacer —tan malo el pinto como el colorado— es buscarle tres pies al gato.
—La carta de San Pablo a los Felipeños —insistió Zerbbera— o la oración comunitaria que le siguió hablan de “la gran diversidad de animales que nos diste (el Señor) para que los sometiéramos en tu nombre”. ¿No cree usted que un enfoque positivo de la administración pública les ayude a cumplir en Yucatán los designios del Padre Eterno?
—De que hay gran diversidad, correcto. Pero ¿someterlos? Es sólo una especulación, a lo sumo un buen deseo, Vittorio. Lo cierto es que si ahora nos ponemos a elogiar a Ivonne y su comparsa por lo que han hecho con el dinero que le han prestado, el dinero escurrido, el dinero sustraído, el botado, el desviado y el sobregirado nos va a llevar de la angustia de que habla San Pablo a la desesperación primero y la drogadicción después. Felipe, el otro, nos va a mandar al ejército y nos va a arrestar a Saidén.
—Si nos ponemos a aplaudirla, en el año y medio que le falta la gobernadora va a comprar el castillo de Uxmal y el arrecife de los Alacranes; a vender la Casa del Pueblo al Country Club; a otorgar a Gaby la Plaza Grande en comodato; a pintar de rojo el aeropuerto; a traer al diseñador de Dior para que ponga más flores a las blusas de “Mi stilo”; a meter al bote a los médicos del Hospital O’Horán, a Lolbé y a Hansel Vargas; a quitar la estatua de los Montejo y levantarle allí un pedestal al chile habanero; a traer a Mérida la sede de Televisa; a filmar en la Catedral la telenovela “La monja descarriada”; a construirles palacetes a los diputados del PRI a la orilla del mar; a pedir otro crédito de 1,800 millones que nos deje en la calle. Ya estamos a media…
—¿Se está refiriendo ya usted al cuarto informe de madame?
—Estoy pensando en que nos ahorremos el cuarto y el quinto. Yo me atrevería a proponer, para después del grito del 15, una consulta pública sobre la conveniencia de conceder a Ivón y su batallón un megapuente de año y medio en que no puedan hacer nada. Así quedaría algo para los que vienen.— Mérida, Yucatán, 11 de septiembre de 2010.
