(Primera Columna publicada el 20 de julio de 2011)
En obediencia a una solicitud expresa del Movimiento Mundial contra la Mafia, su representante en México, Vittorio Zerbbera, redactó un informe sobre la presunta intervención “delictuosa” del ayuntamiento de Mérida en el “patrocinio económico total” del reciente concierto de una cantante colombiana que se llama Shakira.
Las palabras que están entre comillas pertenecen al texto de la solicitud.
Elaborado después de un cambio de impresiones con César Pompeyo en la tertulia del parque de San Juan, el informe al MMM se basa en la propagada versión de que la comuna meridana invirtió más de 25 millones de pesos de fondos públicos municipales y federales en el espectáculo y en el acondicionamiento del terreno conocido como “La plancha”, donde se efectuó el evento.
Prolijo en cifras y citas de declaraciones oficiales, el copioso informe incluye el siguiente “perfil” de los yucatecos que concurrieron al concierto:
1. Los obligados “al chaleco” porque dependen, para llenar la tripa o el bolsillo, de la voluntad de la alcaldesa Angélica Araujo Lara y, por lo tanto, de su superiora, Ivonne Ortega Pacheco. En esta clasificación entran empleados municipales, súbditos del PRI y hombres de negocios que tienen relaciones visibles o invisibles con el ayuntamiento.
2. Las manchas de acarreados que vinieron desde puntos diversos del estado en camiones y otros vehículos costeados por el gobierno.
3. Los simpatizantes del túnel y los partidarios, cubiertos o encubiertos, de la paliza administrada en la glorieta a niños, mujeres y ancianos, entre otras víctimas heroicas de los enemigos de la libertad de expresión.
4. Los futuristas que por intereses políticos o económicos querían ser vistos en previsión de que el PRI logre apropiarse con malas artes de las elecciones de 2012.
5. Las personas que no son afectas a las señoras Ortega y Araujo y por lo tanto no piensan votar por el PRI en 2012, pero querían ver a la Shakira y desestimaron el testimonio negativo que podría ocasionar que los ligaran y confundieron con los ivonenes, angelicoides, vasallos, cortesanos y convenencieros que se concentraron en “La plancha”.
6. Los suscritores de la “cultura del entretenimiento”, que predican, de palabra y de hecho, que divertirse y pasar un buen rato es el fin último de la existencia.
7. Los que no tenían otra cosa qué hacer y están a la caza de todo lo que sea gratis. Son subproductos de la “cultura del menor esfuerzo”.
8. Los inmigantes de Campeche, Quintana Roo y Tabasco que consideran que no tienen por qué solidarizarse con los yucatecos que aspiran a la decencia en la vida pública.
La columna ha presentado una síntesis del perfil, que, como todo el informe, se basa en el convencimiento de que destinar fondos públicos a la organización de espectáculos, sobre todo en la cantidad multimillonaria que nos ha costado Shakira, es una falta de conciencia, subrayada de irresponsabilidad e inmoralidad. Una inconciencia que con fines populacheros o políticos desvía los dineros del pueblo de objetivos urgentes como la satisfacción o alivio de necesidades extremas en materia de pobreza, salud, vivienda, educación y, en general, niveles de vida.
Extrañó por lo tanto al doctor Zerbbera que al final de la misa de precepto a la que asistió el sábado 16, horas antes del concierto, el sacerdote, al terminar la celebración eucarística, se dirigiera a los fieles y les dijera, sobre poco más o menos: “Los que van a ir a ver a Shakira, que se diviertan, que bailen, pero cuídense”.
—Me asombró César, que el sacerdote se refiriera al concierto como algo compatible con la doctrina cristiana y los conceptos que acababa de predicar en su homilía, pero lo que más me alarma —enfatizó don Vittorio— es la sonrisa bonachona de afecto, o de complicidad, que iluminó el rostro del sacerdote al referirse al concierto.
—Dispense usted si me meto en lo que no me importa—prosiguió el doctor en mafiología—, pero yo veo en ese sacerdote una desorientación, una confusión de valores que denota, quizá, en vuestro clero, una ausencia de guía e instrucciones sobre qué actitud deben asumir y recomendar vuestros presbíteros en relación con vuestros graves problemas, como el de una autoridad que despilfarra los fondos públicos en una forma que choca de frente contra las enseñanzas de la Iglesia. Por involuntaria que haya sido, yo veo en el sacerdote una falta de solidaridad con los pobres y marginados que abundan en Yucatán. Creo que la misa hubiera terminado mejor con una advertencia sobre los perfiles pecadores del concierto de Shakira. ¿Me equivoco en algo, César? ¿En dónde?
César Pompeyo se quedó mudo: sin palabras.— Mérida, 20 de julio de 2011.
