(Primera Columna publicada el 4 de septiembre de 2011)

Procedente de una gira por Europa, don Vittorio Zerbbera ha regresado a sus tertulias con César Pompeyo, en el parque de San Juan. Estuvo una semana en Madrid, invitado como observador a la Jornada Mundial de la Juventud presidida por el Papa Benedicto XVI, y acaba de retornar a Mérida, pero ya se hizo cargo de la actualidad política, económica y social que priva en esta ciudad y en el estado. Por eso saluda a Pompeyo con un comentario sobre un artículo publicado ayer sábado en “Diario de Yucatán”.
—Parece, César, que su autor, el cardenal Barnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, lo escribió pensando en Yucatán. Don Angelo, que así se llama, advierte que “la cuestión moral en política, como en los demás ámbitos de la vida pública y privada, es grave y urgente”. Veinte palabras que definen con exactitud la situación penosa por la que vosotros atravesáis.
—A juzgar por las trayectorias tortuosas, desquiciadas, en que persisten vuestras gobernadora y alcaldesa, yo veo un desastre moral de grandes dimensiones en vuestros gobernantes. Más que un desastre, me atrevería a señalar una desastrosa ausencia de moral.
—Vosotros estáis bajo las botas de autoridades amorales, César. Los inmorales son susceptibles de arrepentimiento, porque saben que no obran bien. Los amorales, sobre todo las autoridades, representan el mayor peligro: con la mano en la cintura precipitan los pueblos a los mayores abismos de ineficiencia y derroches escandalosos porque carecen de la moral que por medio de los principios les permita diferenciar lo bueno de lo malo. Son irredimibles.
—Según tu teoría, Vittorio, al frente del estado y de la ciudad están autoridades que nos gobiernan sin conciencia.
—No, César, no es una teoría: es la triste realidad. Es la experiencia diaria que se resiente y confirma en los deprimidos sectores de vuestra economía y el autoritarismo impune y burlón de la mafia que les marca el paso en la política y la justicia.
—Pero lo que más nos preocupa en el alto mando de la antimafia es si en el sector social, en la clase civil, tenéis vosotros la voluntad, la decisión y la unión que se necesita para escapar de ese camino al precipicio y la ruina a que sois llevados a marchas forzadas por madame Ivonne y madame Angélica.
—Italia, amico Pompeyo, padeció situaciones similares después de la tragedia fascista que terminó en la segunda guerra mundial. El comunismo, uno de los pilares de la resistencia contra Mussolini, amenazaba con tomar el poder en Roma. ¿Qué nos salvó? Lo mismo que les puede salvar a ustedes: una coalición.
—Los empresarios, los rectores de los estamentos diversos de la sociedad e incluso la mayoría de los dirigentes de los partidos políticos se unieron en 1948 en torno a la figura de un estadista, Alcide de Gásperi, probado héroe de la lucha contra la dictadura, estadista de perfiles morales insospechables. El resultado electoral, César, fue que ocho gobiernos consecutivos sacaron a Italia del despeñadero de la segunda guerra mundial y lo convirtieron en la potencia europea que ahora es.
—Te entiendo, Vittorio: nos propones que los empresarios y los demás representantes de la sociedad, de todas las edades y actividades, integren una coalición que salve a Yucatán de los herederos de las señoras Ortega Pacheco y Araujo Lara. Pero, ¿cómo trasladarías la coalición al plano político?
—Desde luego, César, la coalición tendría que combinarse con un partido político. Combinarse, preciso, sin necesidad de afiliarse. Tendría que ser un partido político de la oposición, porque no creo que en el oficial, el PRI, pueda prosperar, ni siguiera iniciarse este esfuerzo guiado no sólo por las ideas sino también por el instinto de conservación. El PRI, como lo veo hoy, no tiene cura.
—Un partido político unido, César, como estuvieron los italianos con DeGásperi, o de lo contrario no tendría sentido la coalición. Un partido donde se antepongan todos los antagonismos, donde los adversarios de ayer y de hoy, donde los mentores y directores de las distintas facciones hagan a un lado sus diferencias para unirse con un solo objetivo generoso y patriótico: Yucatán. Llevar a Yucatán al poder. Un candidato que tendría que reunir detrás y a su alrededor a todas las figuras del partido que se escoja: las que son amigas y las que no lo son, superados sus animadversiones, antagonismos y ambiciones por ese propósito común que debe ser rescatar a vuestro estado del infortunio colectivo ineludible en que caerán todos vosotros si en las elecciones de 2012, a las buenas o a las malas, continúan en el gobierno los cómplices del desastre moral, económico y político que heredaréis de madame Ivonne y madame Angélica.— Mérida, 4 de septiembre de 2011.

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