(Primera Columna publicada el 27 de noviembre de 2011)

El fracaso aparente de las iglesias en formar y cultivar la conciencia cívica del yucateco de 2011 es tema delicado que mañana domingo, día de ir a misa, está fuera de lugar. ¿Le parece que reanudemos nuestros análisis de los parques encarcelados? —propuso Vittorio Zerbbera a César Pompeyo en su charla sabatina frente a la sacristía de San Juan.
El señor Zerbbera se refiere a las reformas que el gobierno del Estado y el ayuntamiento han emprendido en la Plaza Grande, el parque de la madre y el parque de Santa Lucía.
—Unos dicen que los han clausurado con cercas de madera para que la gente no vea lo que están haciendo. Secreto urbano. Otros ven el encierro como una falta de confianza en el pueblo. Casi nadie está a gusto.
—Desde el punto de vista económico, baso mis opiniones en una sentencia lapidaria que se atribuye al periodista y poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón o al bardo nayarita Amado Nervo: “Nadie debe gozar de lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto”.
—Este ataque a los tres parques que se les ha ocurrido a Ivonne Ortega y a Angélica, que son dos personas y un solo ser verdadero, como la Santísima Trinidad…
—¿En qué se apoya usted para hablar de santidad en relación con madame Ortega y madame Araujo?
—No tengo pruebas, Vittorio, ni siquiera un leve indicio, pero déjame seguir. Yo considero que las obras en los tres parques son superfluas: ese dinero que las dos señoras van a gastar estaría mejor empleado en remediar algunas de las necesidades que agobian a los millones de yucatecos que carecen de lo estricto. Es un deber que dictan al unísono la piedad, la misericordia y el buen gobierno.
—¿Eso quiere decir que ambas señoras carecen de piedad y misericordia, César?
—Prefiero reservarme lo que pienso: es cuestión personal. Por afuera, en la superficie, lo que parece es que todo lo que hacen en estos días tiene una misión clara de propaganda electoral.
—La restauración del Centro Histórico reclama medidas que devuelvan al pueblo el corazón de la ciudad, hoy en poder de las máquinas. Demanda el rescate de las fachadas leprosas, carcomidas y deshabitadas. De las adherencias de mal gusto que afean los comercios. Pero era innecesario meter la piqueta y la máquina profanadoras. Los tres parques, como estaban, eran un adorno de la ciudad y la admiración de propios y extraños.
—Tanto desde el punto de vista económico como el urbanístico, Vittorio, hay que reprobar estas decisiones de la gobernadora y la alcaldesa, porque, además, son inoportunas e impopulares. Nadie les pidió lo que hacen. Se les ocurrió a ver si la gente se olvida de sus pecados mortales y se salva la candidatura de la señora Araujo.
—La Plaza Grande aportaba raro cuanto grato paisaje de unidad y continuidad. En un solo color, el pavimento del parque se derramaba en las anchas aceras que lo ceñían y, cruzando la calle 60, se integraba al atrio de la Catedral. Un modelo de coherencia y solidaridad urbanas. Con algunas reformas a la arboleda, así la han visto los yucatecos desde la primera década del siglo 20.
—El parque de la madre fue el fruto de un concurso popular a iniciativa que lanzó don Rubén Menéndez Romero, hijo mayor del fundador de Diario de Yucatán, en representación del periódico. Iniciativa adoptada por la Liga de Acción Social y aclamada por los meridanos. Es una imagen bella de Mérida, venida a menos por el abandono de las autoridades: han permitido que el parque sea casi un prostíbulo. Los espectáculos inmorales obligaron a emigrar a los asustados jesuitas, que vivían en el anexo de la iglesia del Jesús.
—¿Qué te diré, Vittorio, del parque Hidalgo, así llamado en honor de personas distinguidas de raza maya que tenían su centro de actividades en una casa de enfrente, donde estuvo después el cine Principal y hoy se alza el teatro Daniel Ayala. Tanto le gustó a Alice LePlongeon, la condesa francesa que vino a conocernos a principios de los años 1870, que adornó con una viñeta del parque el libro que escribió sobre sus viajes a Yucatán. En el lustro final del siglo XIX, durante el gobierno de don Carlos Peón Ancona, fue erigido en el centro el monumento al caudillo liberal don Manuel Cepeda Peraza. Hace más de un siglo que los yucatecos han visto este parque como estaba antes de que lo cercaran.
—¿Qué profesionales de la historia y la arquitectura, el urbanismo y la estética participan en las obras? Nada sabemos, Vittorio. Esperemos que no haya que lamentar, tres atentados contra el rostro tradicional de Mérida.— Mérida, 27 de noviembre de 2011.

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