(Primera Columna publicada el 23 de junio de 2011)
A su regreso de una gira por Europa, para atender asuntos inherentes a su cargo, el mafiólogo italiano don Vittorio Zerbbera reanudó en una banca del parque de San Juan sus clases de español, después de larga mirada a la fotografía de Shakira bailando el uaca uaca en la primera página de la edición de ayer, miércoles, de “Diario de Yucatán”.
Su maestro —de Vittorio, no de Shakira—, don César Pompeyo, marcó la tarea del día: analizar las coincidencias y diferencias entre los vocablos “neologismo”, “barbarismo” y “barbaridad”.
—Ilústreme, usted, César, sobre el verbo “abatizar”—inquirió Zerbbera como primera pregunta.
—Me ponchaste, Vittorio. No sé qué es eso. ¿Dónde oíste la palabreja?
—No la oí, la vi. La leí en una sección del “Diario de Yucatán”. En un título. Mírala, te traje el periódico.
Pompeyo miró: “Brigadistas de Ticul batallan también contra vecinos que no los dejan abatizar en las casas”.
—Conozco el verbo “abatir”, Vittorio, pero ninguno de sus significados encaja en ese título. Puede ser un neologismo, un barbarismo o una barbaridad. Voy a consultar el diccionario. A veces usan una palabra coloquial, que es propia del lenguaje corriente y vulgar. Yo mato mi pavo. Escríbeles al “Diario”, a Voces del Público, y pregúntales qué quiere decir “abatizar”.
—También me he encontrado, César, con otra palabra que no entiendo: “shakirear”. Me informan que la acuñó el geógrafo alemán Alexander von Humboldt basado en las experiencias de sus recorridos por Sudamérica y México.
—No están bien enterados, Vittorio. El verbo “shakirear” se asigna a una visita de su presunto creador, el barón de Muchanhaussen, a Colombia. En la colección de 20 tomos del “Tesoro de la juventud” puedes disfrutar las aventuras del aristócrata teutón que, dicen, inventó esa palabra.
—Según esas versiones el barón creó el verbo “shakirear” para designar una inversión irritable, injustificable e irrecuperable de fondos públicos por ayuntamientos del continente americano. Otras indican que la palabra viene del nombre “Shakira”, adoptado por la costosa intérprete del “uaca uaca”.
—“’Shaquirear’, César, ¿es un neologismo, un barbarismo o una barbaridad”?
—Parecería un neologismo, Vittorio, pero no creo que la Real Academia de la Lengua lo acepte. Me inclino a pensar que el “shakirismo” es un barbarismo o una barbaridad. Barbarismo es un extranjerismo empleado en un idioma sin haber sido oficialmente incorporado. Esta acepción estaría de acuerdo con el origen colombiano de Shakira. Barbaridad es “un hecho estúpido, poco acertado y brutal”.
—Yo creo que “shakirear” es una barbaridad, relacionada con una doctrina capitalista sobre el uso y abuso del presupuesto en obras urbanas que enriquecen a los gobernantes y empobrecen a los pueblos, al mismo tiempo que explotan con fines políticos las aficiones de la plebe y otros padecimientos por el estilo que culminan por lo común en bancarrotas.
—¿Me podríais, César, dar un ejemplo sobre la conjugación de este verbo?
Pompeyo se mesó el cabello. Reflexionó. Se le presentó, sin saber por qué, la imagen deprimente de un túnel. Sopesó los pros y los contras de la conjugación que le vino a la mente:
“Te voy a dar un ejemplo, Vittorio, válido sólo como ejemplo que puede no basarse en la realidad, sino ser nada más una coincidencia con la barbaridad. Lo podrías conjugar así:
“Yo no shakireo. Tú no shakireas. Ella shakirea. Nosotros no shakireamos. Ustedes menos. Ellas sí shakirean”. En tierras peninsulares, Vittorio, yo, tú, nosotros y ustedes somos la gente. El, ella y ellos son el gobierno. A veces los separa un abismo.
—Una pregunta más, César, para aterrizar el verbo de manera que lo entiendan ésos que vosotros llamáis “los uirilos”: ¿Podríais decir que “shakirear” es un yucatequismo o, mejor, un meridanismo?
—No sé de dónde sacas esas cosas, Vittorio. Pero si la respuesta es afirmativa —fíjate que digo “si”—, pronto veremos que Yucatán tiene un nuevo escudo, la cadera de Shakira, en vez del venado, y un nuevo himno: el uaca uaca. La historia no lo olvidaría jamás.
—Si no te gusta esa conjugación, te propongo otra: “Yo me deprimo. Tú te deprimes. Ella no se deprime. Nosotros nos deprimimos. Ustedes os deprimís. Ellas no se deprimen. Pero eso, Vittorio, sería un crimen.— Mérida, Yucatán, 23 de junio de 2011
