La libertad es una palabra asociada a múltiples ideas, pero quizás la frase más valiosa y entrañable que podemos construir con ella es la de libertad de pensamiento.

Libertad de pensamiento es libertad de creencias, de valores, de derechos y con ella se transita hacia otra frase: libertad de expresión. Ésta es la base de la ciudadanía y de la ética que dirige, o debe dirigir, las acciones humanas.

Pero la libertad no es un don natural sino un logro social, es algo que mujeres y hombres han construido a lo largo de muchos siglos de diálogos y luchas, de encuentros y desencuentros, de violencia y de paz, de consenso y disenso.

La libertad de expresión se ha logrado a base de diálogo más que de conflicto e implica el desarrollo de una racionalidad que se alcanza a través de la comunicación. Los seres humanos y la sociedad necesitamos comunicarnos para llegar a intercambiar información que nos permita llegar a acuerdos, o al menos a desacuerdos aceptados mutuamente a través de la racionalidad.

La acción comunicativa es la mejor forma de seguir desarrollando de manera racional una sociedad, un país, o cualquier conglomerado humano, y en esta acción comunicativa propia de las sociedades contemporáneas del siglo XXI, la libertad de expresión y el periodismo que se ejerce a través de la libertad de prensa, sea escrita, electrónica o digital, son el medio básico y, junto con las leyes, parte de los pilares que sostienen todas las demás libertades, o si queremos llamarla así, a la libertad en mayúsculas y sin adjetivos.

En México la prensa y el periodismo son parte fundamental de los cuerpos e instituciones intermedios que se encuentran regulando las relaciones entre la sociedad civil, los partidos políticos y el Estado.

Sin estos cuerpos intermedios el poder del Estado sería imposible de regular y acabaría, como ha sucedido tantas veces en la historia de nuestro país, en gobiernos centralistas, autoritarios y finalmente en dictaduras, que no por efímeras hacen menos daño, como es el riesgo que día a día se corre con el actual gobierno de la 4T.

En Yucatán se tiene una prensa y se distingue un periodismo que se destaca por tres rasgos: la defensa de la identidad regional y de los símbolos y valores identificados con una cultura yucateca peninsular, la independencia de la voluntad política de los partidos dominantes, y la mirada crítica y la denuncia de las acciones del gobierno, y en especial del latrocinio del erario.

Denuncia del acto arbitrario de gobierno, oposición pública y abierta a la ideología política del Estado y partido político dominante y crítica al gobernante poderoso. Esto no significa más que una cosa en cualquier sociedad moderna: lucha por una vida democrática.

Esta prensa trata de mantener una concepción de la moral como compromiso cívico ciudadano, una concepción que reclama y reivindica en el individuo y no en el corporativo la esencia de lo social. Una prensa abierta a la opinión y a la expresión de los ciudadanos y que, al ofrecer sus espacios a la crítica, comprende que el compromiso público es primero un compromiso individual que cada persona debe sostener de acuerdo con su conciencia y sus valores y no con los llamados o imperativos de una conciencia externa a él, en especial si es impuesta desde el poder, el gobierno o los partidos políticos.

Bien entendida y más allá de coyunturas electorales, algunas de las funciones centrales en el campo de lo político de este periodismo son las de generar un mayor respeto a la leyes y a los derechos individuales por parte del Estado, una defensa del individuo y de la persona, reivindicando el derecho de todos a la pluralidad política y al disenso, y la apertura de sus espacios a la opinión de aquellos que sentimos la obligación de oponernos a las decisiones del Estado y del gobierno cuando observamos que se oponen a la justicia y la legalidad.

Estoy hablando por supuesto del periodismo que lucha por construir el Diario día a día, dado que participar en la construcción de la democracia es una labor diaria y siempre será inconclusa. Esta manera de concebir el periodismo pretende crear en los yucatecos una ciudadanía concebida como un país común de pertenencia moral. Sus páginas y espacios electrónicos están abiertas para que los ciudadanos expresen primero una opinión, con ello generen un compromiso social y con esto se abra la posibilidad de una acción en la esfera de lo público.

Este periodismo participa junto con la sociedad civil, impulsa y es impulsado, para la creación de opinión pública en el sentido más moderno y participativo del término.

En estos momentos cruciales y definitorios en un sistema político como el nuestro, y estoy hablando del México de AMLO y del Yucatán de Vila, la función más urgente del periodismo es comprender que la democracia se construye mediante la oposición y la crítica y se debilita con el halago y el aplauso al poder.

El periodismo que desde hace casi un siglo practica el Diario en la Península de Yucatán siempre lo ha comprendido. Sus páginas actuales refrendan su compromiso con la democracia.

Sin prensa libre y sin sus páginas abiertas a las voces críticas, la sociedad yucateca sería menos fuerte y más difícil ejercer nuestro derecho a disentir.— Mérida, Yucatán.

lramirezcarrillo@gmail.com

Doctor en Ciencias Sociales. Investigador Uady/CIR/UCS

 

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