CARLOS R. MENÉNDEZ LOSA (*)

Las imágenes son elocuentes. Desde muy temprano, las cámaras y las redes del propio régimen comienzan a transmitir el domingo 5 por la mañana la uniforme llegada de miles de personas al Zócalo capitalino. La mayoría entra agrupada y se forma en bloques delimitados, muchos con pancartas, camisetas u otros distintivos de las organizaciones que los convocan.

En los alrededores es notoria la cantidad de autobuses, con placas de diferentes estados de la República, que permanecen estacionados durante varias horas después de dejar a quienes transportan. Conforme avanzan las horas, los jilgueros del morenismo comienzan a celebrar las cifras: ya son 100,000, 200,000… Algunos incluso se atreven a decir 400,000.

El mosaico multicolor se va formando poco a poco. Pronto queda claro cómo los organizadores acomodan a los asistentes según sus “categorías”. Al frente, desde luego, los consentidos del régimen; detrás, Adán Augusto, “Andy” López y otros “apestados”. Las imágenes van dejando evidencia de un acarreo meticulosamente organizado, típico del viejo corporativismo.

Banderolas de Morena, el PT y otros “acarreadores” de “espontáneos” y beneficiarios de los programas del Bienestar remiten inevitablemente a los años setenta del siglo XX, a los tiempos del oscuro hegemonismo priista. El acarreo resulta escandaloso: logran reunir a miles de mexicanos para alimentar la enfermiza egolatría de la heredera de López Obrador (bit.ly/3L5uwso).

El ejército de promotores del régimen presume por todos los medios el éxito de la “convocatoria”, así como los excesivos autoelogios de la presidenta y los supuestos “grandes logros” del primer año de gobierno. De los fracasos y la creciente corrupción, ninguna palabra. Todo es maravilloso: “el pueblo” congregado para agradecer las bondades del régimen.

El obradorato celebra, pero no puede ocultar la libertad que reina en las redes, las cuales se inundan de imágenes que exhiben la manipulación. Ya no son los tiempos del control casi absoluto del priismo autoritario. En contraste con los aduladores de doña Claudia, cientos de ciudadanos independientes documentan con detalle el escandaloso corporativismo.

El acarreo en su máxima expresión. No hay duda de las intenciones del régimen, pero antes muertos que aceptarlo. En la “mañanera” del día siguiente, la presidenta afirma con cinismo que en México “ya no hay corporativismo”: es, dice, el rencor de los conservadores. Niega la burda movilización e insiste en los autoelogios. El ejército de jilgueros se lanza de nuevo al ruedo.

Con descaro, Claudia Sheinbaum miente, distorsiona los hechos y rechaza la crítica honesta. Manipula la realidad y elude su responsabilidad. Pretende volver irrelevantes los crecientes escándalos del senador Adán Augusto (bit.ly/3WF37A1), los lujos del camarada Fernández Noroña y los excesos de los hijos del expresidente. Todo es, según ella, “invento de la prensa reaccionaria”.

INCONGRUENCIAS

Día a día se enfrenta al periodismo libre. Ante los hechos, responde con frases como “total, ya nadie lo lee”. Resulta patético el caso de Raymundo Riva Palacio. Dice defender el principio de “no intervención”, pero se inmiscuye en los asuntos de Perú e Israel. Sobre el Nobel de la Paz a María Corina Machado, se limita a un vergonzoso “sin comentarios” (bit.ly/3Wxjwqb). Incoherencia total.

Mientras la democracia se sustenta en el debate de ideas y el consenso, el populismo prospera en la unanimidad y el culto al líder. Toda disidencia se interpreta como traición. En lugar de ciudadanos, fabrica creyentes. El resultado es una sociedad cada vez más dependiente, menos crítica y más propensa a justificar los abusos en nombre de la supuesta “voluntad popular”.

Al proclamarse la única voz legítima del “pueblo”, el líder se arroga peligrosamente el monopolio de la verdad. Quien no coincide con él deja automáticamente de pertenecer al “pueblo” y se convierte en enemigo. La pluralidad —clave de la democracia— se transforma en sospecha, y el desacuerdo, en traición. El populista elimina así toda posibilidad de diálogo.

Mentir, ocultar y manipular se vuelven, entonces, indispensables. El populismo convierte la política en un escenario de movilización selectiva: solo quienes aprueban son parte de los “elegidos”; quienes cuestionan se tornan adversarios. La crítica constructiva —la que aporta valor— ya no es instrumento de mejora, sino una molestia para el ego del líder.

Siete años de obradorato confirman que la mentira no es un error ocasional, sino una estrategia deliberada para consolidar el poder. La distorsión de los datos, la omisión de los fracasos y la exageración de logros permiten al líder proyectar una imagen de eficacia y cercanía con el “pueblo”, aunque la realidad sea distinta. La verdad se subordina a la narrativa manipuladora.

LA EGOLATRÍA

En México vivimos ya en un círculo peligroso, donde el líder conserva el poder mediante una adhesión sostenida en relatos falsos; las instituciones se debilitan y la ciudadanía pierde la capacidad de discernir, evaluando a la autoridad más por lo que dice que por lo que realmente hace. La mentira se convierte en herramienta esencial para perpetuar la egolatría populista.

Yucatán no es la excepción. El silencio cómplice del gobernador Huacho Díaz Mena ante las denuncias, no desmentidas, de corrupción creciente en su gobierno; la libertad de la que goza el voraz “gobierno paralelo”, dominado por el “clan de los moches”, y la fantasía del discurso oficial confirman que la mentira y la manipulación han sentado sus reales en la entidad.

La mentira no se sostiene sola. Avanza en el populismo porque es organizada y respaldada por múltiples actores: la propaganda, los medios afines, los sindicatos y otras organizaciones beneficiadas. Todos cumplen un papel cómplice que, mediante la manipulación, convierte las falsedades en convicción colectiva. La farsa del domingo pasado en el Zócalo lo confirma.

¿Qué procede, entonces? ¿Quedarnos de manos cruzadas? Desde luego que no. Insistimos en la exhortación a poner freno a la mentira. El papa León XIV nos ilumina esta semana: luchemos por contar con información de calidad, que se convierta en “una barrera contra aquellos que, a través del arte antiguo de mentir, buscan crear divisiones para gobernar dividiendo”.

El ejemplo de perseverancia de María Corina Machado y su lucha sin cuartel contra el autoritarismo también pueden ser una guía. No es casual que el otorgamiento del Nobel de la Paz incomode tanto a Claudia Sheinbaum y a su corte de jilgueros. Inspira la razón por la que se le concede: “mantener viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad”.

No tengamos miedo, como nos alerta el analista Luis Ramírez Carrillo en amplia entrevista con el Diario (bit.ly/4ojLEJx). Cada ciudadano tiene un rol en la lucha contra la mentira: desde no reproducir información no verificada ni aceptar narrativas manipuladoras, hasta exigir transparencia y rendición de cuentas. Poner un alto a la mentira es proteger la democracia.— Mérida, Yucatán

direcciongeneral@grupomegamedia.mx / Apartado especial en el sitio web del Diarioyucatan.com.mx (https://bit.ly/4diiiFP)
(*Director general de Grupo Megamedia

El mensaje central del texto es una advertencia sobre los peligros del populismo ególatra y la manipulación política, así como un llamado a la ciudadanía a defender la verdad, la libertad de expresión y la democracia.

Desglose por temas:

  1. Crítica al populismo y a la manipulación política

El autor denuncia lo que considera una puesta en escena del poder, ejemplificada en un evento masivo organizado por el régimen actual (identificado con Morena y Claudia Sheinbaum). Describe el acto como un “acarreo” similar al del viejo PRI, con una estructura corporativista y controlada, que busca alimentar la “egolatría populista” de los líderes en turno.

El texto sostiene que estas concentraciones no son manifestaciones genuinas del pueblo, sino actos de manipulación política que buscan mostrar apoyo artificial al gobierno.

2. La mentira como instrumento de poder

El autor enfatiza que en el populismo, la mentira no es un error, sino una estrategia deliberada para mantener el control. Se distorsionan los datos, se exageran los logros y se ocultan los fracasos para construir una narrativa heroica del líder y del régimen.

Esta manipulación —dice— destruye la capacidad crítica del ciudadano y debilita las instituciones democráticas.

3. El riesgo para la democracia

El texto contrapone dos modelos:

Democracia: basada en el debate, la pluralidad y la rendición de cuentas.

Populismo: sustentado en la unanimidad, el culto al líder y la eliminación del disenso.

Según el autor, el populismo convierte a los ciudadanos en creyentes y a los críticos en enemigos del “pueblo”.

4. Ejemplos locales y globales

El texto extiende la crítica al ámbito estatal (Yucatán) y menciona supuestos casos de corrupción e impunidad en el gobierno local, describiendo un “silencio cómplice” de las autoridades.

También alude a ejemplos internacionales como María Corina Machado en Venezuela, para contrastar su valentía frente al autoritarismo con la actitud complaciente del poder mexicano.

5. Llamado a la acción ciudadana

En su cierre, el autor invita a no tener miedo y a asumir una responsabilidad cívica activa:

No reproducir información falsa.

Exigir transparencia.

Defender la libertad de expresión.

No dejarse manipular por narrativas oficiales.

“Poner un alto a la mentira es proteger la democracia.”

En resumen

El texto es un ensayo editorial de tono crítico y moralizante, que combina denuncia política con exhortación ética.

Su mensaje puede sintetizarse así:

La democracia está amenazada por el populismo ególatra y la mentira organizada; el ciudadano tiene el deber de resistir, informarse y no tener miedo de defender la verdad.

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