Este año 2026 que comienza viene con bajas expectativas de crecimiento económico y peor aún respecto a los niveles de bienestar de las familias mexicanas.

Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum presume que México es el segundo país con bajo desempleo, -cosa que es muy cuestionable- la mayor parte de los analistas prevén un crecimiento económico de 1% del PIB nacional.

Factores como la incertidumbre global, la inflación y los retos internos, incluyendo la inversión y el consumo, limitan el potencial de expansión. Asalariados, funcionarios, jubilados, desempleados, pequeños empresarios, entre otros, todos a la vez expresan temor a un mañana incierto.

La inseguridad —de todo tipo— es hoy la palabra clave. La inseguridad en México es actualmente una de las preocupaciones más apremiantes para la sociedad. Se manifiesta no solo en el ámbito de la violencia y la delincuencia, sino también en la falta de certeza respecto al empleo, la economía y el bienestar social.

Esta inseguridad multidimensional se percibe en todos los sectores, desde las grandes empresas hasta los pequeños negocios.

Actores sociales y ciudadanos comparten el temor a un futuro incierto y a la precarización de sus condiciones de vida.

Además, la inseguridad laboral y social se ve agravada por la alta informalidad, ya que una parte considerable de la población carece de acceso a servicios básicos y protección social.

Todo esto contribuye a un ambiente donde la incertidumbre predomina y el sentimiento de vulnerabilidad es generalizado, impactando tanto la confianza en las instituciones como el ánimo de la población.

Una cifra basta para comprender la magnitud del nudo gordiano mexicano. En México, el sector informal representa una parte significativa de la economía.

Según datos recientes del Inegi, aproximadamente el 55% de la población ocupada trabaja en condiciones de informalidad, lo que equivale a más de 30 millones de personas.

Esta magnitud de la informalidad implica que una gran proporción de la fuerza laboral carece de acceso a seguridad social, prestaciones y protección laboral, lo que agrava la incertidumbre y limita las posibilidades de desarrollo económico y bienestar para millones de familias mexicanas.

A causa de lo anterior, el sentido del futuro se ha invertido. Ya no corre como un tiempo abierto al progreso profesional, a la prosperidad, sino como un tiempo aleatorio de crisis.

Totalmente incierto. Todo parece inseguro en todo momento. Es sobre un terreno de vulnerabilidad que se despliegan las expectativas generacionales.

Los estudios especializados sostienen que son muy pocos los mexicanos que salen adelante, en un sentido más riguroso y no conforme a las estadísticas que miden la pobreza.

Mientras la población trabajadora vive en unas condiciones de fragilidad, el discurso político dirigido a los jóvenes no consigue darles confianza en el porvenir.

Hay que reconocer que en el discurso político el pasado cuenta hoy más que el futuro. Esto a pesar de que para nada tenemos un pasado glorioso o de jauja.

El uso político del pasado por parte del gobierno actual en México se manifiesta en la constante evocación de etapas históricas y promesas incumplidas para justificar o legitimar acciones presentes.

Las autoridades suelen recurrir a la narrativa de un pasado plagado de corrupción, desigualdad y abandono social para contrastar sus políticas y reforzar la idea de que representan un cambio verdadero.

Esta estrategia permite al gobierno posicionarse como heredero de una lucha histórica por la justicia social, apelando a la memoria colectiva y a la nostalgia de tiempos mejores o ideales aún no alcanzados.

Al enfatizar el pasado, el discurso gubernamental busca generar cohesión en torno a un proyecto nacional y, al mismo tiempo, desviar la atención de las incertidumbres y desafíos actuales, como la inseguridad, la informalidad laboral y la falta de perspectivas de futuro.

Así, el pasado se convierte en una herramienta política para movilizar emociones, consolidar bases de apoyo y, en ocasiones, evitar el escrutinio crítico sobre los resultados presentes.

bramirez@correo.uady.mx

Doctor en Sociología. Investigador de la Uady

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