El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, bendijo ayer el taller y las máquinas donde las hermanas Clarisas Capuchinas preparan hostias.
Las máquinas son una herencia que las Madres de la Cruz dejaron a las religiosas, señaló el Arzobispo tras la bendición de los aparatos. “Ellas (las Madres de la Cruz) las hacían en su casa, en su convento, pero como se han retirado de la Arquidiócesis se las dejaron a las hermanas”, añadió.
Fueron trasladadas en noviembre pasado al convento de las Clarisas Capuchinas, en Chuburná, y este mes empezaron a utilizarlas.
Para la elaboración de hostias únicamente se requiere agua y harina de trigo, con las cuales se hace una especie de batido similar a un atole, que se coloca en una plancha, donde se forman las placas. Una vez que las placas están listas se remojan para ablandarlas un poco y no se quiebren al cortarlas.
Después del corte (en el convento hay tres cortadoras de diferentes medidas: para misas ordinarias, de consagración y especiales o para las custodias), las hostias son empaquetadas y distribuidas a las parroquias.
La hermana Míriam Luz Rodríguez Osorio señaló que la elaboración tarda un día por el ablandado, “pero cuando hacemos bastantes sí lleva un proceso más largo”.
En su confección también influye el clima, ya que las hostias pueden humedecerse o resecarse.
La hermana Lourdes Galván Alfaro compartió que una vez que llegaron las máquinas se dedicaron a conocerlas y aprender el proceso, pues aunque se ve sencillo hay que tener mucho cuidado en los detalles.
“Amablemente las hermanas de la Cruz nos enseñaron antes de irse, y una de las religiosas de nuestra comunidad estuvo en Tabasco, donde elaboran hostias, y allí aprendió”.
Al principio no entendían el proceso. “Atendíamos pero no entendíamos, y ahora que ya lo estamos viendo vemos que requiere de atención, delicadeza, tanto la que lo hace como las que cortan y las escogen para que todas tengan la misma calidad”.
Además de la casa de las Clarisas Capuchinas, en la Arquidiócesis también se fabrican hostias en el convento de las Madres Hijas de San José.— Iván Canul Ek