Imagen del Señor de la Divina Misericordia en la parroquia de San Ramón Norte

Herminio José Piña Valladares(*)

Jesucristo escogió a la religiosa María Faustina para ser su apóstol de su Misericordia y transmitir al mundo entero su mensaje: “La Divina Misericordia en mi alma”. En 1931, en una visión Sor Faustina vio a Jesús con una túnica blanca. Tenía la mano derecha levantada para bendecir. Su mano izquierda tocaba la túnica sobre el corazón, del cual salían dos grandes rayos, uno rojo y otro pálido. Se le solicitó que pintara una imagen y un mensaje: Jesús, en Ti Confío.

Los dos rayos significaban la sangre y el agua. El rayo pálido simboliza el agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas. Ambos rayos brotan de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de mi Padre. Bienaventurados quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios.

De todas las formas de la devoción a la Divina Misericordia reveladas por Sor Santa Faustina ésta es la que tiene mayor importancia. “Deseo que esta imagen sea expuesta en público el primer domingo después de Pascua de Resurrección. Ese domingo es la Fiesta de la Misericordia. A través del Verbo Encarnado doy a conocer el abismo de Mi Misericordia”.

Por inspiración divina, Santa Faustina escribió: “Deseo que la fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas, especialmente para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acerquen al maniantal de mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la sagrada comunión obtendrá el perdón de todas las culpas y de las penas, la indulgencia plenaria”.

Santa María Faustina, extenuada físicamente por la enfermedad y unida místicamente con Dios, murió en Cracovia el 5 de octubre de 1938 a los 33 años de edad. La fama de santidad de su vida iba creciendo con la propagación de la devoción a la Divina Misericordia y a medida de las gracias, dones y milagros alcanzados por su intercesión.

La confianza es el centro del mensaje de la Divina Misericordia y los pecadores demostramos nuestra confianza volviéndonos hacia Jesucristo a través de la participación del sacramento de la reconciliación y de la sagrada eucaristía.

El perdón de Dios no tiene límites y su misericordia es más grande que nuestros pecados. Él nos ha creado y nos comprende así como también nuestros errores.

Con confianza oremos a Jesucristo, el Señor de la Divina Misericordia, y pidamos por nuestras necesidades y sobre todo por nuestra familia.

Abogado y asesor jurídico hjpvdirector@hotmail.com Herminio José Piña Valladares

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