El terno bordado es en sí mismo una obra de arte, pero con las puntadas de Elena Martínez Bolio cobra un carácter de investigación, al plasmarse en el escote cuadrado, la parte baja del hipil y el fustán la evolución de la prenda y los cambios sociopolíticos del siglo XIX.

Elena Martínez confeccionó un terno que no tiene los clásicos bordados de flores ni los animales que algunos recrean, sino que plasma el uso de la prenda por las clases populares y también la vestimenta de la alta sociedad.

El atuendo está bordado a mano y en él predomina el color negro.

Martínez puntualiza que el terno, vestido de ceremonia de la mujer yucateca, ha sido un elemento cultural cambiante. El que elaboró, afirma, es un documento que relata con puntadas los cambios en la moda del siglo XIX, influidos por los estándares europeos, no solo en lo que a textiles se refiere, sino también a accesorios como cortinas, mantelería, cubrecamas y sábanas.

Registrar en un terno la evolución del mismo hasta nuestros días había sido desde hace tiempo una inquietud de Elena Martínez, quien al fin la pudo concretar.

Los personajes bordados fueron tomados de grabados e imágenes de la Fototeca Guerra, y muestran la diferencia de los atuendos de la clase dominante europeizada y la mestiza e indígena.

Martínez apunta que la mujer mestiza adaptó en el terno la moda europea vigente, con lo cual por un lado se hizo de los símbolos de estatus de las damas de la clase alta y por otro se diferenció de la mujer indígena.

Explica que la indumentaria de las mujeres mestizas es el terno, semejante al hipil —asociado a la mujer indígena— pero abundante en bordados de punto de cruz en el escote cuadrado, la parte inferior y el fustán.

“Durante gran parte del siglo XIX las mestizas se cubrían la cabeza con una toca bordada en punto, la llamada manta de sol, totalmente blanca, con bordados blancos, que años más tarde fue desplazada por el rebozo”.

Cuando en el primer imperio francés se estrecharon las faldas, a las que se llamó de medio paso, el cambio se reflejó en el traje de mestiza, y cuando en 1860 en Europa se impuso la falda de amplio vuelo y crinolina, el terno se ensanchó. A finales del siglo XIX la toca fue cambiada por el rebozo de color, herencia de Santa María.

La prenda realizada por Elena Martínez habla de la fortaleza de la mujer maya y de quien elige portar el terno. En los grabados también se pueden ver los atuendos que se usaban antes de la guayabera, a modo de filipina; el mandil de cotín y las camisetas sin cuello y hasta ciertos taparrabos.

El terno de Elena Martínez se confeccionó en telar de lino, con encaje tipo plata. Las flores de jacaranda las bordó Germinia Noh.

La intención de Elena Martínez es exhibirlo en distintos espacios, el primero de los cuales será el Museo Regional de las Culturas en Santo Domingo, Oaxaca.

La elaboración duró cuatro meses de 12 a 16 horas de trabajo diario, incluyendo sábados y domingos.— Iris Ceballos Alvarado

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