Coincidencias sobre la existencia del problema del ruido.— Las diferencias surgen cuando se trata de buscar soluciones a los obstáculos a la convivencia armónica en Mérida
El daño que causa a las personas la exposición al ruido es algo real, documentado, no está a discusión y los ejemplos abundan en las calles, comercios, centros de espectáculos, talleres de las industrias y un largo etcétera.
Pero la discusión surge de inmediato cuando se habla de la necesidad de ponerle solución y de cuál debería ser el papel de los protagonistas en la búsqueda de las medidas más adecuadas, comenzando con las autoridades de los tres niveles y pasando por los propietarios de los establecimientos, las agrupaciones civiles y los vecinos que se sienten afectados en sus actividades cotidianas, sobre todo a la hora de irse a dormir después de una jornada laboral.
¿Cree que es real el daño a la salud producido por el ruido? Es la tercera de las cuatro preguntas planteadas en el foro “El ruido, ¿problema ignorado?” que se efectuó en el Diario el miércoles pasado, con la participación del arquitecto Federico Sauri Molina, director de Desarrollo Urbano de la Comuna meridana; Patricia Martín Briceño, propietaria de tres bares en el Centro Histórico de la ciudad; el doctor Luis Jorge Andueza Medina, especialista en Audiología y Otoneurología, y Olga Moguel Pereyra, integrante del movimiento “Todos somos Mérida”. Ayer informamos de la primera parte.
Para el arquitecto Sauri Molina, estamos en el punto exacto en el que debemos tomar las acciones para que el ruido no se vuelva un problema de salud pública.
¿Cuándo nos sentamos a hablar de obesidad?, se pregunta, para enseguida responder: Cuando se volvió un problema de salud pública. Entonces, añade, ¿por qué tuvimos que esperar que eso pasara para tomar medidas contra la obesidad?
Lo que estamos haciendo desde el gobierno municipal es evitar que esto del ruido se convierta en un problema, apunta. ¿Cómo? Sentando las bases, claras, para la convivencia que se debe dar en el centro de la ciudad.
Si no tenemos reglas claras —que ya están a consideración del Cabildo—, cómo le puedo exigir a alguien que cumpla algo?, continúa y luego pone un ejemplo de la necesidad de reglamentar:
¿Qué sucede si la autoridad clausura un bar, pero no tiene una reglamentación alineada? El afectado se ampara, gana el amparo, porque el juez va a revisar la ley, y lo que no tenía la ciudad de Mérida eran estas reglas claras para todos los actores de la ciudad en términos de ruido.
Aquí hay una cuestión muy clara: nosotros tenemos que aglutinar, conciliar, y en un momento dado aquel que no cumpla, debe recibir las sanciones que estén en la ley.
Pero lo primero que tenemos que hacer, o lo que ya se hizo, es escuchar a todos, buscar esa armonía, indica el funcionario. Vivimos en una ciudad donde tiene que haber lugar para todos.
“No es que yo lo crea, es un hecho que está respaldado por la investigación científica y académica”, responde Patricia Martín. “El ruido, como el de los altos decibeles de las bocinas en las tiendas durante toda la mañana y tarde, el de los camiones, motocicletas y automotores, no solo daña el aparato auditivo, sino también afecta emocionalmente. Es real y está comprobado. Por otra parte, la música alegra la mente y el corazón”.
El doctor Andueza explica en su intervención que el daño que causa el ruido citadino es diferente al que sufre una persona que trabaja, por ejemplo, junto a una máquina como en las maquiladoras, imprentas o en las fundidoras.
He recibido pacientes que tienen problemas auditivos, por ejemplo las bailarinas exóticas porque bailan junto a una bocina, revela. El daño auditivo es real, no es algo que uno crea, está perfectamente comprobado.
La cuestión es que aquí se está hablando de las personas que quieren llegar a su casa a descansar y no lo pueden hacer, señala. Entonces se estresan, se sienten mal, incluso ya no quieren llegar a su casa porque saben que se van a encontrar con el ruido, por el perro que ladra, el bar o la familia que pone a todo volumen la música. Creo que mucho de esto tiene que ver con la educación. Es cierto, es mi espacio, pero también tengo que respetar el espacio del vecino, dice.
Olga Moguel señala que los músicos son los primeros que padecen el problema del ruido, porque el 95% de los lugares donde los contratan tienen equipo de sonido obsoleto, en mal estado, o les piden que ellos lleven su propio equipo, pero tampoco tienen los recursos para comprarlo.
Cuando por cualquier cosa no se oye bien el equipo en algún negocio, lo arreglan subiendo el volumen, advierte. Hay lugares que se resisten a contratar a un ingeniero de sonido que haga un diseño que se adapte al lugar.
Los mismos vecinos reconocen que ya tienen problemas para oír, porque se ha vuelto una carrera para ver quién le sube más al volumen. Esto es altamente preocupante, afirma.
Yo creo que es un problema de educación, indica, pero al mismo tiempo de omisión de las autoridades que no hacen cumplir las disposiciones, como tampoco hacen cumplir las que se refieren a la limpieza, la imagen, la contaminación del aire…
Creo que una campaña adecuada para cambiar un hábito que es nocivo socialmente tiene que caminar en dos sentidos al mismo tiempo: por una parte, lo educativo, pero también hay que hacer cumplir las normas de manera indiscutible. Así ha pasado con los cinturones de seguridad y con los cascos de los motociclistas, recuerda a manera de ejemplo.— Víctor Manuel Dzul Zum
Aquí se está hablando de las personas que quieren llegar a su casa a descansar y no lo pueden hacer. Entonces se estresan, se sienten mal…
El bienestar social por encima de todo
Debe prevalecer el respeto a las reglas en Mérida
Divergentes, contrastantes son las opiniones de los cuatro participantes del foro “El ruido, ¿problema ignorado?”, en relación con la última pregunta del ejercicio de intercambio de ideas al que convocó Grupo Megamedia.
El Arqto. Federico Sauri Molina, director municipal de Desarrollo Urbano; Olga Moguel Pereyra, integrante del movimiento “Todos somos Mérida”; Patricia Martín Briceño, propietaria de tres bares, y el Dr. Luis Jorge Andueza Medina, especialista en Audiología y Otoneurología, aportan visiones diferentes y discrepan sobre la interrogante ¿La reactivación económica del Centro Histórico justifica la contaminación acústica?
Para Patricia Martín, la revitalización del corazón de Mérida no es algo nuevo. El Centro Histórico es un espacio dinámico económicamente hablando en el que convergen miles de personas de otros municipios a los mercados y comercios para abastecerse o vender sus productos, o a trabajar. Además, es punto de encuentro de turistas, visitantes nacionales y extranjeros que contribuyen a que el Centro sea un espacio más vivo y lúdico.
“No hay que confundir las cosas y los planteamientos de si vale la pena tener bares y restaurantes a cambio de que haya quien no pueda dormir como esperaba cuando llegó a la ciudad. Quiero dejar bien claro: no estoy en contra de quienes han venido a vivir con nosotros a la capital yucateca. Ellos también aportan para mejorar las condiciones del Centro Histórico, también han invertido en el rescate de casas, igual que en centros culturales, bares y restaurantes”, explica la empresaria.
Y los inconformes con la contaminación acústica que generarían establecimientos recreativos en el Centro Histórico de Mérida, que Patricia Martín admite que tienen todo el derecho a manifestarse en contra, deberían también comprender que es un espacio mixto en el que hay algarabía.
“Es terrible que ahora algunos vecinos tengan problemas porque probablemente los engañaron haciéndoles creer que el Centro era un espacio vacío y silencioso. Hace como 20 años lo fue un poco, e inseguro. Hoy es sonoro, musical y seguro”, afirma Patricia.
El Dr. Andueza Medina dice que el meollo del asunto no es si se justifica o no, ya que las autoridades son las que tienen que mediar para solucionar los problemas del excesivo ruido en el Centro Histórico.
“La forma en la que creció el Centro Histórico es importante y valiosa, ya que adquirió nueva vida. Ahora hay bares y restaurantes que no dudo que operen como debe ser. Claro que hay muchos otros lugares donde las autoridades deberían estar pendientes y utilizar sonómetros (para medir los decibeles) y si hay personas que resultan afectadas por el ruido y no necesariamente por un bar”, refiere.
El experto destaca que para regular el ruido en el Centro deben existir reglas y las autoridades pugnar por hacerlas cumplir, y ahí es donde deben mediar entre los generadores de la contaminación acústica y los vecinos.
“Insisto, más allá de si hay argumentos a favor de la reactivación económica del Centro Histórico aunque exista ruido, de lo que se trata es que las autoridades hagan su trabajo de manera de que nadie resulte perjudicado. Los vecinos y los dueños de bares tienen derechos y ambos deben cumplir con las normas, y ahí es donde los encargados de hacer cumplir la ley se las ven negras”, agrega.
En contraposición, Olga Moguel es directa y contundente al indicar que ninguna reactivación económica puede estar por encima de los derechos y el bienestar social. La integrante del movimiento “Todos somos Mérida”, que lucha por erradicar el ruido excesivo en el Centro, subraya que no se trata de ser antagónicos con el desarrollo del corazón meridano, sino de respetar las normas sin afectar la vida de los vecinos.
“No estamos en contra de la reactivación del Centro Histórico, porque entendemos que es importante para la ciudad y sus habitantes. Tiene que ver con el volumen, con el ruido, es una cuestión de volumen no con el estilo de sonido. Estamos a favor de que las autoridades apliquen las normas que ya existen. No se trata de hacer un súper reglamento para regular el ruido, que Mérida lo merece. Se trata de que haya estatutos actualizados, con una visión integral, poner orden en lo que ya existe y no inventar otra cosa”, sugiere la activista.
La también empresaria gastronómica, propietaria del restaurante “Amaro”, aconseja que de lo que se trata es que el reglamento que se propone no vaya en detrimento de ninguna de las partes, pero insiste en que no quiere que se deforme la idea de que sólo es un asunto de “residentes ociosos gringos que no tiene nada que hacer y quieren dormir”.
“Para nada, no se trata de eso, es una idea falsa que generó un debate con una argumentación muy pobre de parte de algunos dueños de bares en el Centro Histórico. No hay que polarizar las cosas, ya que Mérida es una ciudad que tiene un curso múltiple, con actividades variadas, pero con una reglamentación armónica todos podremos vivir bien. De eso se trata en esencia. Los habitantes del Centro tenemos derechos a un medio ambiente sano, saludable, lo que implica que se evite cualquier tipo de contaminación”, reitera Olga Moguel.
En un tono conciliador, el Arqto. Sauri Molina admite que la capital yucateca, y su Centro Histórico, tiene una dinámica con problemas muy distintos al de otras ciudades del país, y la función de la autoridad municipal es mediar los intereses de todos.
“Una de las tareas más importantes que esta administración municipal comenzó, por medio de la Secretaría de Participación Ciudadana, es conciliar, lograr esa armonía entre sus habitantes. Y en el caso de la contaminación acústica no sólo se trata de tener un reglamento, sino además que vaya acompañado de una campaña seria de educación y de toma de conciencia de los ciudadanos para hacer cumplir las reglas y normas”, explica.
El director municipal de Desarrollo Urbano admite que la función del Ayuntamiento meridano es sentar las bases sobre el problema del ruido sin que vaya en contra de los derechos de ninguno de los actores de la ciudad, pero también establecer obligaciones claras para cada uno de ellos.
“Si no tenemos reglas claras, que se trabajan por medio del ejercicio de gobernanza, de inclusión de todas las partes involucradas, no podremos cambiar el paradigma, fomentar la educación y crear conciencia en los habitantes, si no hay nada de eso de nada servirá un documento para regular el ruido. El compromiso del Ayuntamiento es que haya una ciudad armónica que genere un tejido social más sano, uno de los principales activos de Mérida. No se puede detener el crecimiento de la ciudad, pero tiene que ser con armonía, buscando la inclusión de todos los ciudadanos”, concluye el funcionario municipal.— Carlos F. Cámara Gutiérrez
