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Cuando en 1867 el general Manuel Cepeda Peraza, tras histórica jornada bélica, expulsó a los imperialistas de la Península y restauró la república gobernada por Benito Juárez, la panadería de Elena Vales ya era famosa en Mérida. Según las crónicas de la época, su pan de leche, cocotazo de huevo y bola francesa ganaron la aceptación de los meridanos desde el primer día en que abrió sus puertas en 1865, el mismo año en que la emperatriz Carlota realizó su memorable visita a la Península.

Más de siglo y medio después, la panadería “Elena Vales” acompaña a Diario de Yucatán en la venerable lista de los negocios más antiguos del Estado. Desde fabricantes de galletas hasta establecimientos de hotelería, estas empresas, datadas a finales del siglo XIX o principios del siglo XX, se mantienen desde entonces como protagonistas del vigor económico del Estado.

La mayoría se ha tenido que reinventar varias veces para adaptarse a las cambiantes realidades, sobrevivir crisis económicas y políticas —la más reciente, la del Covid— mantenerse competitivas y conservar la aceptación de los clientes. Incluso algunas se han internacionalizado y son ejemplos de vanguardia y modernidad.

La siguiente es una corta relación de los negocios que nos maravillan tanto por su longevidad como por su historia. Se han descartado las compañías públicas, las organizaciones religiosas y las escuelas, porque su funcionamiento o su vocación no son esencialmente empresariales.— D.Y.

Telas Álvarez, un clásico con 150 años de historia

1869

En 1869, el joven comerciante español Francisco Álvarez Galán abrió en la calle Alameda, 2a. Oriente (actual 65, entre 58 y 60) el almacén de lencería “La mar Álvarez y Cía.”, donde ofrecía un sinfín de artículos de alta calidad a los mejores precios.

Un aviso publicado en 1920 en la “Revista de Yucatán” recuerda que medio siglo atrás el periódico “La Razón del Pueblo” ya daba cuenta de la importancia comercial del establecimiento: “Se nos asegura que está muy bien surtido y que ofrece efectos para satisfacer el buen gusto por la variedad, baratura y demás buenas condiciones que se requieren”. El anuncio de principios del siglo XX remata: “Hoy, para la presente estación ofrecemos a los precios más bajos: telas delgadas, casimires tropicales, gabardinas, driles de lino, driles de algodón y multitud de otros artículos que sería largo enumerar”.

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Al morir el fundador, en octubre de 1910, dejó al frente de la tienda a sus hijos Francisco y Celestino Álvarez Escalante. En 1943, el primero la trasladó al local de la calle 60 con 65, donde con el nombre de “Casa Álvarez” funcionó hasta 2011.

La tradición se mantiene viva con “Telas Álvarez Norte”, establecimiento inaugurado en 1981, propiedad de los hermanos José, María Cecilia de Mena, María Nelly de Mena y María Eugenia Álvarez Vales.

Ópticas Milke, tradición de cinco generaciones

1899

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Hasta casi entrado el siglo XX, en Yucatán los anteojos eran un bien escaso y de lujo al que solo unos cuantos privilegiados tenían acceso, pues había que traerlos del extranjero.

Así fue hasta el 10 de enero de 1899, cuando el optometrista alemán Otto Milke Werner abrió la primera óptica de la entidad, en un predio contiguo a lo que hoy es el Teatro Peón Contreras.

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Un periódico de ese entonces publicó del nuevo negocio: “La habilidad del señor Otto Milke para hacer toda clase de trabajos, aun los más difíciles en composiciones de relojes, de aparatos científicos, de instrumentos precisos de Química y Física es excepcional. No hay trabajo en mecánica, en objetos finos y de cuidado que no los efectúe a satisfacción”.

El optometrista alemán confeccionaba auténticas obras de arte que solo podían adquirir los hacendados y comerciantes más ricos, pero también fabricaba lentes menos lujosos, dando oportunidad a prácticamente todos los yucatecos de adquirir estos artículos necesarios.

Otto Milke murió en 1918, a los 68 años. Desde entonces, cinco generaciones de su familia han continuado su legado y al día de hoy Ópticas Milke cuenta con sucursales en varios puntos de la ciudad.

Galletera Dondé, un siglo a la vanguardia

1905

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En 1905, el empresario yucateco Luis Alfonso Dondé Quintero, a la sazón de 30 años, inauguró en un modesto galerón del antiguo barrio de San Cosme la primera fábrica de galletas de Yucatán.

Los comienzos no fueron fáciles. Pese a las dificultades que entrañaba la falta de vías de comunicación, la empresa se aventuró a llevar sus productos hasta los lugares más apartados del territorio yucateco, a la zona de los ríos de Tabasco y al interior de las espesas selvas campechanas, lugares a los que solo se podía llegar a lomo de buey o en frágiles barcazas.

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En 1947 asumió el control y la dirección D. Alejandro Gómory Aguilar, quien modernizó la empresa y la mantuvo a la vanguardia en el país. Una muestra de ello fue la apertura en 1960 de una innovadora fábrica, con los mayores adelantos de la época y amplias instalaciones, en el cruce de las avenidas Colón e Itzaes, donde sigue hasta nuestros días.

Ante las necesidades y los retos del mercado, la empresa decidió abrir en 1991 en la Ciudad Industrial una megaplanta de 60,000 metros cuadrados, dotada con la tecnología más avanzada. Fue así como inició sus operaciones Productos Alimenticios Dondé, S.A. de C.V.

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Hoy, Productos de Harina y Productos Alimenticios Dondé fabrican más de 40 variedades de galletas, pastas, gaufrette y harinas preparadas en 130 presentaciones, lo que convierte al consorcio yucateco en una de las empresas más diversificadas del ramo en América Hispana.

Su mercado abarca los estados de Tamaulipas, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán. Además exporta a Estados Unidos, Guatemala, Cuba, Belice, El Salvador, Costa Rica y Honduras.

“El espíritu de don Luis A. Dondé está latente en todos los actos de la empresa que él fundó”, Alejandro Gómory A. 18 de diciembre de 1963

El Dzalbay, la cantina meridana de más prosapia

1925

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El Dzalbay, una de las cantinas más conocidas, de mayor prosapia e historia de Mérida, vive su segundo aire tras pasar, como es entendible en tanto tiempo, por etapas muy complicadas.

Ubicada desde siempre en el cruce de las calles 53 y 64, en una esquina que incluso lleva su nombre, la cantina abrió sus puertas hace incontables años. En su página web señala que fue en 1929, pero sin ninguna duda el dato queda corto, como muestra el histórico primer ejemplar del Diario, que cuando salió a la calle el 31 de mayo de 1925 llevaba en una de sus páginas un anuncio del bar.

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Lugar de encuentro de varias generaciones de meridanos, el Dzalbay ha pasado por varios manos. Los dueños actuales lo han revitalizado con un concepto más moderno, más acorde con los tiempos que corren, pero en su interior se mantiene el mismo espíritu de la ciudad que nos resistimos a olvidar.

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