Aspecto de los enfrentamientos que se registraron el 4 de julio de 2011

Ya han pasado 10 años de aquel 4 de julio de 2011, cuando ciudadanos de Mérida que protestaban pacíficamente en el sitio donde hoy se ubica el Paso Deprimido fueron físicamente agredidos y desalojados, en un hecho sin precedentes que conmocionó a la opinión publica tanto local como nacional, ante las imágenes y testimonios que este arrojó.

Lo que comenzó como la noche del 3 de julio de aquel año, como una protesta pacífica ante una polémica obra de vialidad en el cruce de prolongación Paseo de Montejo y Circuito Colonias, donde se ubicaba la icónica glorieta de las colonias México y Buenavista, alcanzó tintes dramáticos a partir de la madrugada del día siguiente cuando un grupo de entre 50 y 70 gamberros, se lanzaron contra los manifestantes para dispersarlos, a vista y paciencia de autoridades policiales que se encontraban cerca, pero que nunca intervinieron.

Las redes sociales se saturaron de imágenes y testimonios de los hechos, dieron cuenta casi de inmediato de todo cuanto sucedía, lo que sumado a la reseña de los acontecimientos que hizo el Diario desde la madrugada, movió la opinión pública y desato la indignación de la sociedad meridana que siempre se ha caracterizado por el respeto a la democracia, al derecho de protesta, la seguridad y la defensa de los legítimos valores de la identidad yucateca en general.

Ya no se trataba solo de una controversial obra vial cuya funcionalidad ponían en duda ingenieros, arquitectos, urbanistas, etc, a partir de aquel 4 de julio la golpiza y el desalojo violento de los ciudadanos marcó una fecha que pasara a la historia como el día que los meridanos se resistieron a una imposición de sus autoridades y defendieron hasta las últimas consecuencias su derecho a manifestarse y expresar su desacuerdo ante algo que, a final de cuentas, el tiempo les dio la razón, según señalan José Enrique Gutiérrez y Pedro Torre López, dos de las víctimas de los hechos ocurridos en esa fecha, en entrevista con el Diario.

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Tanto José Enrique como Pedro Torre sufrieron serias lesiones a manos de sus atacantes, sin embargo, y pese a las evidencias, testigos y pruebas, a final de cuentas los agresores nunca pisaron la cárcel o evadieron la reclusión pagando multas por montos irrisorios.

“Los hechos tiene varias aristas”, comentó José Enrique, “por un lado la golpiza y desalojo que fue lo que marcó la fecha para los meridanos, pero también están las causas que desencadenaron la protesta como la obra en sí misma, mal planeada, rechazada por profesionales afines al ramo de la construcción; la actitud de la entonces alcaldesa Angélica Araujo, que se negó a prestar oídos o entablar un dialogo con los ciudadanos e impuso un proyecto de vialidad destructivo y que además dependía de la reorganización de varias vialidades a la redonda; la no intervención de la policía del Estado, entonces gobernado por Ivonne Ortega, etc. todo esto abonó a los acontecimientos” recordó José Gutiérrez López, cónsul de Holanda en Yucatán.

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“Capricho”

“Cuando un gobernante actúa a capricho y no toma en cuenta la opinión de la ciudadanía y busca imponer un proyecto que atenta contra el entorno urbanístico de un punto emblemático de la ciudad, desata la indignación de la comunidad, pero llegar a agredir a personas que pacíficamente se están manifestando, es un acto por demás condenable que deja marcada a una autoridad, su administración y deja huella en la propia sociedad” subrayó.

“A 10 años de la golpiza del 4 de julio, el hecho sigue vigente y es un referente, un recordatorio de la resistencia de los ciudadanos de Mérida a una imposición por parte de las autoridades, una fecha en que fueron violentados sus derechos a manifestarse y que si bien los responsables nunca fueron castigados como debiera, sin duda queda claro que quienes nos oponíamos al proyecto siempre tuvimos la razón; la obra es inútil, no es funcional, es costosa, no es adecuada, no soluciona los conflictos viales en la zona, depende de la reorganización de las vialidades alternas y que actualmente, el alcalde electo, tendrá la oportunidad, por tercera vez, de hacer lo correcto con ella” abundó.

El entrevistado dijo que los trabajos de rehabilitación del Paso Deprimido no garantizan que no vuelva a sufrir las afectaciones derivadas de las crecidas de los niveles del manto acuífero.

Inutilidad del proyecto

Por su parte, Pedro Torre también consideró que los hechos del cuatro de julio de 2011, han dejado su huella en la memoria de la sociedad meridana y siguen vigentes 10 años después ante la inutilidad del proyecto.

“Yo me acuerdo muy bien que acudí a la zona del problema porque tenía que atender un reporte de que en el lugar estaban retirando árboles y yo como pertenezco a “Kanan Kab” Protección del Mundo A.C., tenía el deber de documentar con imágenes lo que estaba sucediendo” explicó Torre López.

“Un sobrino mío que ahí se encontraba había sido agredido la noche anterior, ahí estaban sus agresores, y la policía no hacía nada por intervenir. Tuve la oportunidad en esos momentos de coincidir con el ingeniero Raúl Ancona Riestra, dueño de la constructora Proser, quien tenía a cargo los trabajos de la obra, al mismo tiempo llegó el cónsul de Holanda y, entre los dos, le pedimos que detuviera esta locura, que la situación se estaba saliendo de control, que las cosas se iban a poner mal, sin embargo, él nos decía que la obra estaba contratada y tenía que realizarse, estaba fuera de sus manos parar la violencia que se estaba gestando”.

Raúl Ancona Riestra en la zona del paso deprimido el 4 de julio de 2011

“El cónsul y yo nos sumamos a la protesta pacífica, justo en eso llegaron los agresores para golpear y desalojar, yo recibí un fuerte golpe en la cara, no podía responder a la agresión con violencia, porque entonces se perdía el sentido de la protesta”, indicó.

“Al final, los responsables de las agresiones salieron con relativa impunidad, pagaron multas irrisorias para no pisar la cárcel, y el capítulo judicialmente se cerró. Sin embargo, no ha desaparecido de la memoria de los meridanos, el lugar es un símbolo de la resistencia de los meridanos, de la defensa de los derechos de los ciudadanos, de nuestra identidad como personas pacificas que se suman cuando se ven violentados con decisiones autoritarias que afectan su entorno y el bienestar de la comunidad”, dijo.

Obras de reparación en el paso deprimido

“Recordar los hechos del cuatro de julio de 2011 es necesario para que las nuevas generaciones conozcan bien la historia, ¿que lo originó?, ¿por qué era tan importante?, ¿Quiénes sus protagonistas? y entiendan que los habitantes de Mérida son personas que defienden las causas justas, que no permiten los atropellos de las autoridades derivados de los caprichos de las autoridades en turno”.

Al igual que José Enrique Gutiérrez, Pedro Torre coincide en que tras 10 años la obra del Paso Deprimido ha probado ser inoperante y poco funcional; consideró que a las actuales autoridades les ha tocado lidiar con un problema, que de origen es grave porque fue un proyecto mal planeado y que, por causas de presupuesto o falta de recursos, han tenido que tomar decisiones apremiantes para revertir la situación que hoy acontece en torno a esta vialidad.

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