MÉRIDA.- Efímeros y transitorios, pasajeros de un tren con solo de ida el pasaje, unos cargados y otros ligeros de equipaje la vida un instante es y la muerte el tránsito de lo terreno a lo espiritual. Enigmática, temida por todos, evadida, incierta y cierta a la vez, la muerte hoy se viste de gala al ocaso del día, se perfuma de aromáticas flores y a veces de incienso, ha llegado la hora y el paseo de las ánimas está por iniciar.

La adoquinada calle 66, desde el cementerio general hasta la Ermita y de esta al barrio de San Juan se ha cerrado al bullicio de la cotidianidad, sus aceras se han llenado de más de 200 altares de Hanal Pixán, ofrendas de comidas, viandas y dulces para recibir a los ausentes, los que se han marchado, quienes han emprendido el viaje al más allá, pero que vuelven guiados por las luces de las velas y los senderos de pétalos de cempasúchil. 

Poco, muy poco es lo que falta para revivir la tradición de una de las expresiones populares más esperadas del año, una experiencia que congrega a vivos y muertos, los rostros de muchos se transfiguran, maquillados se privan de la carne y se tornan en huesos, decoran sus sienes de flores y alegres colores su ropaje.

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Han llegado de todas partes de Mérida, han traído sus retratos de sus seres amados, muchos familiares queridos y otros estrellas del espectáculo que han dejado huella, Pedro Infante es el predilecto.

Fritangas, postres, tamales, marquesitas, churros, helados y bolis, hacen llevadera la espera a locales, nacionales y extranjeros. La expectación crece conforme avanza la noche y del cementerio, las ánimas aguardan para su paseo comenzar.

 

Emanuel Rincón Becerra, reportero de la Agencia Informativa Megamedia (AIM). Es licenciado en Ciencias de la Comunicación con 32 años de trayectoria en periodismo; ingresó a Grupo Megamedia en 1994. Se especializa en turismo, arqueología, vida empresarial, historia, arte, cultura y fotografía.