Entrevista realizada a don Isidro Avila Villacís en enero de 2003, con motivo de su designación como uno de los ganadores del premio “Meridanos de Corazón”. El veterano fotoperiodista falleció este domingo, a los 96 años de edad:
En cerca de medio siglo de trajín reporteril, por la cámara de Isidro Avila ha desfilado, literalmente, la vida peninsular: desde los más encumbrados capitanes de empresa, los hombres y mujeres de más alcurnia y los funcionarios de todos los colores partidistas, hasta el más humilde campesino de algún pueblo en cualquier punto de la rosa de los vientos, sin soslayar a los más grandes deportistas ni a los más famosos bandidos ni los más relevantes acontecimientos.
Reyes, primeros ministros, presidentes, artistas, dictadores, gobernantes de todos los signos y de todos los rincones del mundo han pasado también por la memoria gráfica de quien es, hoy, sin lugar a dudas, protagonista, vigía de primera línea de la vida yucateca en cerca de 50 años, decano de los reporteros, no sólo gráficos sino de todos quienes se ganan la vida en este oficio de informar en Yucatán, y uno de los más veteranos “hombres de la lente” mexicanos.

Isidro Avila Villacís, “Avilita” para la multitud de sus amigos, ha plantado pie lo mismo sobre rojas alfombras en las grandes recepciones a los dignatarios del mundo, en salones decorados a todo lujo, que en las más desoladas brechas en algún pueblito dejado de la mano de Dios en la recóndita serranía sureña, la selva oriental o los agrestes manglares de la costa poniente.
Por la mira de su cámara certera ha desfilado el mundo.
Como decía Mons. Fernando Ruiz Solórzano, Avila está “en todos lados y a la hora oportuna”. Tanta confianza le tienen en la Redacción que inclusive la foto de Neil Armstrong cuando dio el primer paso de un hombre en la Luna, el 21 de julio de 1969, se publicó, en una primera tirada del Diario, calzada con la firma de Isidro y nadie dudó que no fuera cierto, aunque él se encarga de negar la paternidad de la gráfica y asegurar que no estuvo ahí, pero que le hubiera gustado tomar esa foto.
Avila, sin duda uno de los yucatecos más conocidos en todos los rincones de la Península, ha vivido de todo en 47 años de asidua labor periodística: la angustia de la persecución en aras de cumplir su trabajo, como muchas veces ocurrió durante la campaña de Víctor Correa Rachó a la gubernatura en 1969, o el reproche airado de algún gobernante por una foto enojosa para el personaje o el saludo de mano del Papa Juan Pablo II en Villahermosa o una semana completa al lado de Jacqueline Kennedy, “con quien estuve de gira por el Sureste”, cuando ya era la viuda del presidente de los Estados Unidos.

ALFORJA LLENA DE RECUERDOS
Una cosa, sin embargo, tiene a mucho orgullo este hombre flaco y correoso: “Gracias al Wamphole, el Hemostyl, el hígado de bacalao y todos los vitamínicos que me dio de niño mi abuelo farmacéutico, en un intento inútil de hacer que subiera de peso, en casi medio siglo en el Diario sólo he faltado una vez a mi trabajo, cuando, casi amarrado, me llevaron mis hijos a que me operaran de una hernia”.

En la repleta alforja de sus recuerdos, también guarda uno con especial emoción: la fecha y el acto de su primera foto publicada en este periódico “con mi firma”: el acto, cita de memoria, fue la inauguración del convento de las Madres Trinitarias de Chuburná y la fecha, el 4 de octubre de 1955.
Entre las muchas personas a las que vive “eternamente agradecido” hay asimismo dos: una, “y me gustaría que lo pusieras así”, es don Roger Rodríguez, “quien me dio prestada su cámara Zeiss Ikon con todos sus aditamentos para empezar a trabajar”, y Gregorio “Goyo” Méndez, extinto reportero gráfico que lo inició en la actividad periodística, “el que me sacó a la calle con una cámara”, cubriendo el béisbol en el Estadio Salvador Alvarado.
-Don Roger -refiere Avila- era un comerciante de esta ciudad a quien, por alguna razón, le caí bien, como, modestia aparte, me ha sucedido muchas veces, gracias a Dios, y que tenía una cámara de lo mejor que había entonces en el mercado. Un día me llamó y me dijo: “Aquí la tienes, úsala y cuando ya no la necesites me la devuelves. Nunca se la devolví, porque siempre me sirvió y hasta hoy la guardo como un homenaje de agradecimiento a mi benefactor”.
Hoy dedicado preferentemente a las fotos de sociales, Isidro sigue, como el siervo bueno del Evangelio, cumpliendo su labor todos los días y, también, fiel a la costumbre de tomarse una fría cerveza negra al mediodía, “sólo que ahora en mi casa, porque ya cerraron La Jardinera (su bar favorito)”.

Avila fue entrevistado, luego de mucho insistirle, en sus propios terrenos: el cuarto donde procesa sus fotos en la Redacción.
-¿Cómo llegó Isidro Avila al Diario? -Fue un día en que el periódico buscaba al fotógrafo “oficial” Joaquín Reyes Sánchez, “Torrente”, para unas fotos en un club social. Como no aparecía, porque en realidad vivía en Ciudad del Carmen y yo tomaba sus fotos para el periódico y las llevaba a su mujer, quien las entregaba y se publicaban con la firma de aquél, alguien le dijo al jefe que “el chamaco Avila” era quien tomaba las fotos, y me mandó llamar.
-A partir de entonces comencé a colaborar esporádicamente, hasta el día en que ya estuve de fijo y se publicó mi primera foto con mi firma.
-En la fotografía, en realidad, empecé desde muy niño, con mi papá, que, “engatusado” por el progreseño Pedro Bermúdez, cambió su puesto de baratillero por un estudio de fotografía, que se llamaba “Hollywood Studio, Bermúdez y Avila” y estaba en los altos de la panadería “La Vieja”. Se tomaban las fotos con luz natural y se procesaban con luz natural. Todo era muy ecológico, como diríamos ahora.
-Mi papá era fotógrafo aficionado. El mismo hizo sus equipos de revelado y preparaba sus químicos. Para el proceso utilizaba sólo energía solar que filtraba a través de espejos y agujeros que hacía a sus aparatos, todos de madera, y hasta ya instalado profesionalmente seguía utilizándolos.
Claro que eso tardaba a veces días, no como ahora que en segundos ya tienes tu foto.

-Mis primeras fotos periodísticas fueron de béisbol. “Goyito” y “Torrente” me iniciaron en el Estadio. Como entonces no había telefotos ni cámaras rápidas, cuando sucedía algún “atrapadón” en los files o en el campo corto, al día siguiente llevaba al autor de la jugada y lo hacía repetir el lance para tomar la foto. Mis trabajos entonces se publicaban en la revista “Hit”, que ya desapareció.
-En el boxeo también había que tener mucha suerte para lograr una buena foto, porque teníamos unas cámaras que se llamaban “Speed Graphic” que llevaban unos “filme pack” de 12 exposiciones. Para tomar la foto, primero tenías que poner el tubo en el “flash”, luego preparar la película. Cuando tomabas la gráfica tenías que repetir la operación, de modo que a veces noqueaban al boxeador y tú estabas en los preparativos y ni modo de repetir la escena.
EL PAPA, PEDRO INFANTE Y MUCHOS MÁS
-¿Quién de todos los personajes que ha fotografiado (la reina Isabel, la reina Sofía, Ronald Reagan, Bill Clinton, Henry Kissinger, el asesinado premier sueco Olof Palme, Indira Gandhi y Juan Pablo II, entre muchos otros) le ha causado más honda impresión, qué episodio es el que recuerda con más emoción o gusto y qué foto es la que le ha dado más trabajo tomar?-El personaje que más me ha impresionado es el Papa Juan Pablo II. Ya le cubrí tres giras: en Belice, en Villahermosa y la de Yucatán.
-El Papa es quien más me ha impresionado, sobre todo porque lo tuve muy cerca y pude estrecharle la mano, cuando, en Villahermosa, se acercó a saludarnos a los fotógrafos que cubríamos la gira y fue a mí a quien se dirigió.
-Los colegas de México decían que parecía yo arbolito de Navidad, porque estaba cargado de equipo, mientras ellos iban ligeritos. Yo tuve que llevar tres cámaras: la digital para mandar las fotos del día, una para blanco y negro y una tercera para color. Yo no sé si le llamó la atención ese flaco y bajito que llevaba tres grandes bolsos, pero lo cierto es que el Papa me saludó a mí de mano.

-La trágica muerte de Pedro Infante, el 15 de abril de 1957, es la foto que más trabajo me ha dado. Ahí pagué mi novatez, porque, cuando vi humo por el sur de la ciudad, tomé mi cámara y mi bicicleta y acudí a ver de qué se trataba. Cuando llegué y vi la magnitud del accidente y me di cuenta de que mi rollo sólo tenía tres cuadros, me puse a temblar. Pero rápidamente puse a funcionar el cerebro y me dediqué a recolectar cámaras entre los vecinos. Logré juntar unas 10 de todo tipo y con ellas me dediqué a tomar fotos.
-Cuando vine al Diario a revelar otra vez temblé, porque del primer rollo no salió ninguna, el segundo estaba muy viejo y pegado, pero sacando de aquí y de allá, rescaté unas gráficas que se publicaron en la “extra” de ese mismo día. Desde entonces, siempre llevo rollos de repuesto.
DECANO DEL FOTOPERIODISMO
-La trayectoria profesional de Isidro Avila Villacís ha transitado de la cámara Zeiss Ikon de sus primeros años en el Diario , a la que había que enfocar, medir la distancia y la apertura del lente en forma manual, a las modernas máquinas digitales.
– En 47 años de asiduo trabajo, Isidro acumula un rico caudal de experiencias que disfruta compartir generoso con los fotógrafos bisoños, como atestiguan sus propios colegas en el Diario y hasta en otras publicaciones. En esta segunda parte de la entrevista a Avila ofrecemos sus comentarios sobre el progreso de la tecnología fotográfica y un breve compendio de sus mejores anécdotas.
– -¿Cómo ha evolucionado la fotografía en estas casi cinco décadas? -Uh, hay muchos cambios. De aquellas cámaras de las que ya te hablé, con las que tenías que calcular la luz, la distancia y la apertura del lente, a las de ahora que se enfocan solas, fijan la apertura y funcionan a gran rapidez, de modo que puedes tomar acciones a gran velocidad, hay un gran abismo.
– -¿Y las cámaras digitales? -Son buenas, pero todavía no alcanzan la calidad y la nitidez de las películas tradicionales, aunque, te diré, con una cámara así cualquiera es fotógrafo, porque aunque tengas una foto oscura y mal enfocada, la metes a la computadora, la aclaras y le das el color y la nitidez que quieras.
– -¿No le gustan? -No es que no me gusten, sino que no son de mi época. Yo no manejo la computadora, pero si son cámaras, seguro que puedo manejarlas.

– -¿Cómo ve la ciudad y el Estado un hombre que los ha recorrido de arriba abajo y de un lado al otro?-La ciudad está bastante extendida. Ha crecido mucho y en los últimos años sobre todo se ha modernizado, con grandes plazas, avenidas, calles; está muy bien comunicada y hoy día puedes ir rápidamente a donde quieras. Pero se han perdido algunas cosas; por ejemplo, ya casi no ves a las familias a las puertas de sus casas tomando el fresco.
– -Del Estado, lo que te puedo decir es que es uno de los que tienen mejor red de carreteras. Ya no te tardas un día en ir a Colonia Yucatán, que es lo que yo tardaba cuando iba “a mi visita” (a ver a su novia, hoy su esposa, doña Josefina Adelaida Perera Alpuche, quien, “al paso de los años, supe que era hasta mi medio pariente, por el lado de mi padre, y que ambos éramos medio primos del extinto ex gobernador Gral. Graciliano Alpuche Pinzón”).
Lo que no me gusta es que se ha perdido una bonita costumbre: ya no ves a las mestizas en los pueblos ataviadas con sus limpios, blancos hipiles. Ahora todas las muchachas llevan “jeans” y blusitas que dejan ver el “tuch” (ombligo).
– -Esas son costumbres muy de Estados Unidos que nos han traído la televisión, las “benditas telenovelas” que ahora hacen que las familias se encierren en sus casas, y la migración de miles de yucatecos.
– -¿Y los cambios políticos? -Lo que te puedo decir es que la alternancia siempre es buena. Ahora tenemos la posibilidad de que si no nos gusta el que está, lo quitamos y ponemos a otro. Eso no ocurría antes, porque sólo había un jefe y él decía qué es bueno y qué es malo y qué se debía hacer y qué no. Es mejor la vida en la democracia.

DEL ANECDOTARIO DE AVILA
Como puede fácilmente adivinar el lector, Isidro Avila es dueño de un rico anecdotario, tras 47 años de labor periodística.
Algunas de las anécdotas que más disfruta contar, por una u otra razón, las transcribimos a continuación:
-Cuando apenas era un muchacho y empezaba a trabajar en la fotografía de mi papá, quise aprender a hacer aquellas placas fijas que se exhibían en los cines. En el estudio mi papá le dio un sitio para hacer ese trabajo a un señor al que llamaban “Nex”, quien, cuando me veía cerca tratando de aprender lo que hacía, suspendía el trabajo.
Entonces don Pedro Guerra, el de la fotografía Guerra, a quien le conversé mis inquietudes, me dijo: “Eso es como que hagas tus fotos, sólo que con placas de cristal”, y me regaló una cajita del material.
– -Como me gustaba dibujar e inclusive iba a Bellas Artes a clases, mi primer dibujo fue una concha, un cigarro y la leyenda “Se prohíbe fumar en este cine”. Les regalé las placas al cine Novedades, al Cantarell y al San Juan y años de años las estuvieron pasando. Entonces me empezaron a caer más chambas de placas de cine, las cuales hacía con fotos coloreadas con acuarelas.

– -A las fotos también les empecé a poner color con acuarela y quise aprender a hacerlo al óleo, porque era la costumbre antes, ya que no había películas a color. Mi papá tenía a un dibujante, Maldonado, que era muy famoso, pero cada vez que me paraba junto a su mesita para ver cómo lo hacía, dejaba de trabajar. Un día, me animé a hacerlo y agarré práctica, al grado que hacía hasta cuatro diarias. Así, “pirateando” fui aprendiendo todas mis cosas.
– -Después, “Goyito” Méndez me llevaba con él a tomar fotos de béisbol al Estadio. Como quien dice, fue quien me dio cámara para trabajar en la calle. Un día le pegaron un pelotazo a Goyo, le partieron el pómulo y dejó de trabajar. Luego a “Torrente” le dieron un pelotazo en el tobillo, lo enyesaron y también dejó de trabajar. Entonces yo tomaba las fotos y se las vendía a ambos. Las primeras fotos de Avila se publicaron, no en el Diario , sino en el semanario “Hit” de béisbol, que se editaba en México.
– -Estuve seis años en el Ejército y tengo el grado de subteniente de infantería en las reservas. Desde que tengo uso de razón soy flaco, a pesar de los esfuerzos de mi abuelo que me vitaminaba para ver si subía de peso. Ya de muchacho, pues uno quiere tener cuerpo atlético, iba al gimnasio en la mañana y en la noche para ver si así, pero nada, ni con la lucha libre y el béisbol que jugaba en un equipazo que tuvimos en la secundaria Vadillo.
Cuando me tocó el servicio militar ofrecieron una academia para oficiales y entré para ver si hacía algo de músculo y seis años fui instructor de conscriptos y lo que más daba era defensa personal, tiro y gimnasia. Tampoco logré mucho.
– -Eso, sin embargo, y las vitaminas de mi abuelo me ayudaron mucho cuando empecé a trabajar en el Diario, sobre todo en la época de (la campaña de) Correa Rachó al gobierno del Estado, cuando diario había saqueos, corretizas y pelafustanes. Gracias al entrenamiento que tenía, para que me detuvieran tenían que ser atletas y se me “hacía chicle”, cuando estaba en apuros, subirme a un poste, tirarme a un techo, brincar a otro, escalar un muro y salir por otro lado. Estaba yo en plenitud de facultades. -No sé por qué, pero yo creo que tengo un ángel de la guarda, porque nunca me han lastimado. Siempre ha sucedido algo o ha surgido alguien que me salva cuando estoy en algún apuro.

– -Mi buena condición física también me ayudó cuando estuvo de visita Jacqueline Kennedy, viuda ya del asesinado presidente John F. Kennedy. Iba a ir a Palenque y (Fernando) Barbachano, que era su anfitrión y en cuya casa del Paseo de Montejo se hospedó, advirtió que en el avión que la llevaría sólo podían acompañarla los fotógrafos de la UPI y la AP. Yo subí rápidamente y le dije: “Soy de UPI, porque el Diario es su corresponsal”, pero me bajó, quitó la escalerilla y me retó: “Ahora sube”. Me tomé de la orilla inferior de la puerta, me pulsee y de un salto estuve adentro. “Ya me j…”, lamentó Barbachano.
– -En Palenque, desde luego, tomé muchas fotos. Luego bajaríamos a Campeche.
Como no tenía ni dinero ni más ropa que la que llevaba puesta, avisé aquí y un redactor fue a mi casa por ropa y me la alcanzó a Campeche junto con dinero. Más tarde, en Chichén Itzá, como un regalo del Diario, el mismo redactor le entregó a la Sra. Kennedy un juego de fotos de su gira que antes le ofrecieron, pero sin poder cumplir, tanto el de la UPI como el de la AP.
– -En la época de (Carlos) Loret de Mola tuve buenos agarrones con él. Fue el único gobernante con el que no me llevé tan bien, creo que porque sabía que (Víctor) Cervera Pacheco era buen amigo mío.
–En una sesión de Consejo de Cordemex, presidida por José López Portillo (entonces secretario de Hacienda), le tomé una foto mientras dibujaba un caballo, más bien parecía una mula, en el momento en que hablaba el gobernador. Aquí le pusieron un pie de “aquéllos”, dando a entender que López Portillo dibujaba el animal que le representaba a la persona que hablaba. Al día siguiente me llamó Loret muy molesto y me dijo: “A mí me han dicho de todo, hasta p…, pero yo no estaba hablando cuando López Portillo dibujó el caballo”.
– -Otra vez, en el aeropuerto, sin darme muy bien cuenta de lo que hacía, empecé a rascar con una uña la estatua de Manuel Crescencio Rejón y alguien me gritó al pasar: “Ya lo descubriste”.
-Al rato me puse a pensar en el significado de la frase, regresé junto a la estatua y me di cuenta de que era de yeso. Haciendo averiguaciones, supe que la de bronce estaba en la policía y una mañana, a las 7, acudí a retratarla. Se publicó la noticia a ocho columnas con el título: “Un usurpador en el aeropuerto. El verdadero está preso en la policía”. También me agarró Loret y me dijo: “Condenado flaco, mañana está la estatua en su sitio” y así fue.
GALERÍA FOTOGRÁFICA:







































Trabajé muchos años en el aeropuerto, desde el antiguo, mis compañeros y yo teníamos muy presente a Don Isidro, era una persona muy activa y educada, cuando sabíamos venía un personaje siempre le avisábamos y no se como lo hacía pero llegaba antes que el avión, me imagino vivía cerca. DEP.