La discriminación por edad, conocida como edadismo, es una forma común de violencia contra los adultos mayores, basada en estereotipos que los retratan como lentos, olvidadizos o una carga social, lamenta la investigadora Gina Villagómez Valdés.
Este maltrato se expresa en burlas, chistes y exclusión social. La violencia laboral se manifiesta con despidos, escasa contratación o asignación de tareas mal remuneradas, incluso en empleos en supermercados donde se les niega un salario digno.
En el ámbito político, personas mayores enfrentan comentarios que buscan limitar su participación, como obligarlas a dedicarse únicamente a actividades domésticas.
En el entorno familiar, los adultos mayores son víctimas de abandono emocional, maltrato psicológico, violencia económica, omisión de cuidados y despojo.
La estructura de las familias nucleares, la migración de hijos y nietos, y la participación laboral de mujeres contribuyen a que los mayores reciban atención insuficiente.
Las visitas esporádicas o llamadas no satisfacen la necesidad de compañía, provocando tristeza, soledad y depresión, especialmente en mujeres.
Los hijos, conscientes o no, generan maltrato verbal o abandono por la carga que representa cuidar a sus padres, incluyendo tareas físicas, atención médica y apoyo económico.
La violencia económica se evidencia cuando los hijos proporcionan ayuda de manera intermitente, dejando la responsabilidad principal en cuidadores, generalmente mujeres, y recurriendo a despensas o medicinas en lugar de apoyo regular.
El estrés del cuidador, la pobreza y la falta de empatía agravan estos abusos, que incluyen despojo de bienes o pensiones mediante engaños. Los adultos mayores, a menudo, desconocen sus derechos o no demandan asistencia legal, incluso cuando la Ley para la Protección de los Derechos de los Adultos Mayores de Yucatán establece obligaciones familiares y estatales.
Violencia por edadismo
Entre las formas más comunes de discriminación está la relacionada con la edad, sustentada en estereotipos edadistas. A la gente mayor se le hace burla, se hacen chistes sobre su apariencia, falta de memoria o lentitud, se les considera una carga social, señala la investigadora Gina Villagómez Valdés.
En la segunda parte de una entrevista en torno a las violencias que sufren los adultos mayores en Yucatán, la académica comentó que un tipo de violencia invisible e indirecta, y de las más graves, es la laboral: despido del empleo, nula contratación o asignación de actividades de bajo perfil y mal pagadas a jardineros, cuidadores, empleadas domésticas, cocineras, entre otros.
Incluso su inclusión en supermercados violenta su derecho a recibir un sueldo y no solo propinas.
“En 2021 entrevisté a la población de un municipio del oriente sobre la participación de mujeres en política. Una de las candidatas era una mujer de más de 75 años. La gente le gritaba en la calle que dejara la candidatura para irse a cuidar a sus nietos, tejer y ver telenovelas”, recalca la especialista.
“El edadismo es parte de nuestra cultura normalizada de maltrato a la gente mayor. Este grupo poblacional es presa fácil de robos, usura y fraude”.
“En el marco de la violencia familiar en Yucatán, en los estudios realizados en campo hemos identificado abandono emocional, maltrato psicológico, violencia económica, omisión de cuidados y despojo. No existen diferencias entre clases sociales y etnia, este tipo de violencias son comunes en la familia”, añade.
Si bien no se identifica una violencia física, sí se observan prácticas y comportamiento de diversos integrantes de la familia.
Las causas que generan estas prácticas se deben a la dinámica doméstica y laboral de las familias que residen en grupos nucleares (62%), por lo que es difícil que queden cuidadores en casa para cuidar a los adultos mayores.
Cada vez más las mujeres salen a trabajar y cada vez hay menos nietos que los puedan acompañar. La migración es otro factor que aleja a los hijos de los padres mayores.
Este tipo de abandono es poco percibido por los hijos. Las visitas o llamadas esporádicas no son suficientes para calmar la necesidad de afecto y compañía que demanda la gente mayor.
En entrevistas con personas mayores, especialmente las mujeres, lloran la ausencia de sus hijos y nietos. Su compañía es un radio o televisor. Lo aceptan, pero lo sufren. Las nuevas generaciones tienen pocas estrategias de acercamiento con sus abuelos, explica Gina Villagómez Valdés.
En este tipo de violencia existe consciente e inconscientemente la necesidad de detener la demanda de atención, expone. Hijos que maltratan a sus padres verbalmente o con ausencia, lo hacen porque no pueden con la carga cotidiana de brindarles atención.
“Comentarios sutiles y hasta crueles buscan el alejamiento. La desesperación de los hijos genera maltrato o abandono”, expresa la especialista.
Llevarlos de compras, al médico, lavar su ropa, preparar la comida, acompañarlos o atenderlos por el grado de dependencia ocasiona cansancio en el cuidador, sobre todo si tiene que ayudar al adulto mayor a vestirlo, alimentarlo, bañarlo, cambiarlo de pañales, así como problemas familiares e intentos de despojos por parte de los hijos.
Hijos que tienen padres sin recursos propios están obligados a proporcionar las necesidades básicas de alimentación, cuidado médico, vestido y vivienda.
Cuando no se cumple con éstas se habla de violencia económica al no brindar las condiciones para su manutención.
Por ello, los hijos tienden a aportar de manera temporal, a cuentagotas y de manera intermitente, dejando la mayor parte del cuidado y manutención en manos del cuidador principal, generalmente una mujer.
Los padres no se atreven a demandar pensión alimentaria a los hijos por desconocimiento, vergüenza o consideración a su condición y responsabilidad con sus propias familias.
“Prefieren callar que pedir dinero a su descendencia, especialmente en sectores más empobrecidos. Comentarios como ‘mi hijo está más pobre que yo, cómo me va a ayudar’. En vez de dinero, los hijos optan por llevar despensas, ropa o medicamentos, pero estos apoyos son intermitentes”, subraya la entrevistada.
Debido a las responsabilidades laborales y familiares, es frecuente la falta de cuidados de los hijos.
Si no hay una cuidadora presente en casa de los adultos mayores, desatienden el seguimiento de los cuidados médicos, esperando que los padres lo resuelvan por su cuenta.
No revisan las carencias en infraestructura doméstica como instalaciones eléctricas, de agua y de seguridad. Es común la disputa entre hermanos para delegar el cuidado.
Abusos contra adultos mayores
A causa de la precarización del empleo o que los padres cuentan con recursos provenientes de pensiones gubernamentales, rentas o negocios, los hijos piden ayuda, desde proporcionarles un lugar dónde vivir con sus familias hasta despojarlos de joyas, de las pensiones y de sus propiedades mediante engaños.
Gina Villagómez indica que el estrés es un factor determinante para el cansancio del hijo cuidador y las nueras contribuyen con esta labor. Incluso el maltrato se agudiza por la pobreza y en muchas ocasiones por la falta de empatía para entender las necesidades emocionales de la gente mayor.
La tendencia a sentirse solo genera abandono emocional, tristeza, desesperanza, estrés y depresión en la gente grande, especialmente cuando se encuentran enfermos o debilitados por las limitaciones físicas debido a la edad como problemas visuales, de movilidad y enfermedades crónico-degenerativas.
Derechos
A la fecha existen leyes que protegen los derechos de la gente mayor.
En Yucatán existe la Ley para la Protección de los Derechos de los Adultos Mayores del Estado de Yucatán, decreto publicado el lunes 3 de noviembre de 2014, del decreto 225/2014. La última reforma fue el 23 de junio de 2021.
“En este decreto se establecen las obligaciones del Estado y de las familias, pero como ya comentamos, la gente mayor considera que el Estado cumple su obligación con darles la pensión universal de 6 mil pesos bimestrales (6,200)”.
“No saben que podrían actuar legalmente por falta de atención médica y medicamentos. Tampoco saben, y si lo saben, no se atreven a demandar pensiones alimentarias a los hijos porque la ley establece que si cuentan con una pensión, aunque no les alcance para vivir, los hijos quedan libres de esa responsabilidad”.
“En casos de violencia directa en la familia, tampoco tienden a demandar a sus familiares. Son muy pocos los casos que llegan a los juzgados”
Las violencias contra ellos están subregistradas, ya que la gente mayor no sabe que vive violencia institucional y familiar a menos que sean maltratados directamente con violencia física.
Los adultos mayores no piden ayuda cuando viven violencia.
