Ana Laura López trabaja para ayudar a otros por medio de la asociación civil Deportados Unidos en Lucha

Deportados Unidos en Lucha se sobreponen uniendo esfuerzos, gestionando recursos y ayudando a otros que llegan de Estados Unidos a reincorporarse a la vida en México

CIUDAD DE MÉXICO (Por Elia Baltazar, corresponsal de Diario de Yucatán/AEE).— A los 24 años, Ana Laura López se fue de Jalisco con rumbo al norte. A cruzar la frontera de Tijuana escondida en la cajuela de un auto junto con otras tres personas. Había intentado pasar otras dos veces y la detuvieron. Al final logró su propósito: viajar a Estados Unidos para trabajar y mantener a dos hijos que dejó a cargo de su madre en México.

En su país no había oportunidades para ella. En cambio allá pudo terminar la preparatoria, aprender computación, trabajar para enviar dinero a sus hijos y convertirse en activista comunitaria por los derechos laborales de los migrantes.

“No me puedo quejar de mi vida allá, porque Estados Unidos me brindó la oportunidad de una vida que yo soñaba, y que aquí no pude tener”, dice Ana Laura desde Ciudad de México, a donde llegó en febrero de 2016, deportada por la administración de Barak Obama.

En media hora

En solo 30 minutos el gobierno de Estados Unidos resolvió mandarla de vuelta a México, en uno de los tres vuelos que cada semana llegan al aeropuerto de la capital con los migrantes obligados a salir de Estados Unidos por no tener papeles de residencia.

Atrás quedaron 16 años de residencia en Chicago, dos hijos adolescentes que no ve desde entonces y una vida que disfrutaba y sentía segura, a pesar de su condición migratoria.

Las deportaciones no son un problema que comenzó ayer, con la administración del presidente Donald Trump, dice.

“El solo vino a amplificar una situación que ya existía, porque Obama deportó a un número récord de gente”.

Pero nadie quería ver, afirma. “Conozco gente que lleva 10 años deportada y no ha vuelto a ver a su familia ni ha recibido apoyo del gobierno mexicano”.

“El malo no es Trump”

Por eso considera que en esta historia el malo no es Trump.

“El problema es México, que no puede ofrecer a sus ciudadanos una vida digna y por eso la gente tiene que irse”. Ahora están obligados a atender el problema por la presión política de Trump, explica.

De vuelta a México, Ana Laura se encontró de nuevo con el país que había dejado atrás. Las mismas carencias, la pobreza, niños en calle que no van a la escuela y trabajan limpiando parabrisas. Ella, de nuevo tenía que comenzar de cero.

En un acto oficial de entrega simbólica de seguros de desempleo para migrantes que otorga el gobierno de Ciudad de México, Anan Laura conoció a Diego Miguel María y a otros mexicanos también obligados a salir de Estados Unidos. A ellos les propuso formar Deportados Unidos en Lucha, un grupo de apoyo para los deportados.

“Les pedí sus teléfonos y comenzamos a reunirnos”, dice. Hoy, ya son 30 las personas que colaboran en el colectivo, en el que Ana Laura es la única mujer y la única con experiencia política en organización comunitaria. “Sí he conocido mujeres migrantes deportadas, pero no se quieren involucrar, no les llama la atención, tal vez porque la mayoría de los deportados son hombres”, comenta.

Gestionan recursos

De los que ha conocido en México, ninguno fue activista. “Yo era la única que sabía acerca de la organización comunitaria y por eso comencé a proponerles hacer cosas”. Entre otras, acudir a las instituciones en busca recursos para echar a andar un negocio propio.

Del colectivo Deportados Unidos en Lucha nació Deportados Brand, una microempresa de serigrafía que sostienen cinco integrantes del colectivo, incluida Ana Laura.

Es un taller donde imprimen playeras y tasas que venden principalmente en comunidades de Estados Unidos. Con una parte de las ganancias, ayudan a los mexicanos que vuelven a su país en el desamparo. A veces sin familia, sin un lugar a donde ir, sin saber a quién llamar o por dónde comenzar.