CIUDAD DE MÉXICO (AP).— Cansado, cada vez más encorvado en su silla y con la cabeza entre las manos. Así recibió Jesús Murillo Karam la noticia de ser el primer ex procurador general en ser procesado por obstrucción a la justicia, tortura y desaparición forzada en el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en 2014.

El caso, calificado recientemente por el actual gobierno como “crimen de Estado”, se convirtió en todo un símbolo en un país con más de 100,000 desaparecidos y donde todavía imperan altísimos grados de impunidad, corrupción y violencia. La audiencia contra el exprocurador dejó ver los entresijos de esa realidad.

En ella la fiscalía describió una procuraduría donde se falsificaban documentos para “cuadrar” la versión que convenía, funcionarios que grababan torturas en vídeo —se desconoce con qué fin— y jefes investigadores que manipulaban escenas de los hechos.

Todo, insistió el Ministerio Público, bajo la supervisión de Murillo Karam, a quien acusan de urdir e inventar toda una verdad paralela sobre la desaparición de los jóvenes a través de torturas generalizadas y manipulación de pruebas para acallar el clamor social que había a fines de 2014 por la desaparición de los 43 estudiantes de una escuela de magisterio, la normal rural de Ayotzinapa, en Guerrero.

La fiscalía mostró cómo Murillo Karam, tal vez pensando que nunca sería llamado a rendir cuentas, informó en una conferencia de prensa de los testimonios de unos detenidos —que serían clave para su tesis— aunque ellos se veían maltratados y rindieron declaración al día siguiente.

Sus defensores argumentaron que era ilógico pensar que un exprocurador fuera a declarar ante los medios hechos que eran fruto de irregularidades. Pero después pidió no considerar esas conferencias de prensa como prueba, algo que el juez les denegó.

En otro país podría considerarse increíble plantear como tesis oficial la que Murillo Karam calificó de “verdad histórica”: que 43 cuerpos fueron amontonados por unos criminales en un basurero e incinerados en una inmensa hoguera antes de arrojar sus restos en bolsas en un río. Pero en México, no dejan de aparecer fosas llenas de huesos humanos calcinados que solo se pueden contar por kilos.

El exprocurador, más delgado que cuando estaba en funciones, vestido con chamara y pantalones del beige que identifica a los presos en México, reconoció que pudo haber errores y que algunas cosas se hicieron mal pero insistió en su verdad, la de la gran incineración en el basurero, pese a todo lo escuchado en la audiencia.

 

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