Aún es la oscura madrugada cuando Adriana despierta y, tras desayunar, sube cubetas con cordeles, tarraya, chalecos salvavidas y otros objetos a su moto para ir al muelle ribereño La Caleta, en el puerto de abrigo de Yucalpetén, de donde a las 5 a.m. zarpa a la pesca.

Adriana Catzín Martínez es de las pocas mujeres pescadoras de Progreso, de las que realmente salen a mar abierto. Tiene 54 años de edad y 33 años de pescadora. Formalmente, dice, empezó a pescar como a los 21 años de edad; ahora, debido a que atiende a familiares enfermos, con menor frecuencia pesca. Cuando sale al mar siempre la acompaña su esposo, Gonzalo González de la Cruz.

Su gusto por la pesca, narra, comenzó como un deporte a los 12 años de edad. “Empecé yendo con mi madrina al que hoy es el Muelle de Chocolate, me daba gusto sentir cómo me jalaba el cordel; mientras tanto seguía estudiando.

Empezó pescando meros, pulpo, calamar…

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“Me recibí de secretaria ejecutiva a los 17 años (de edad) y apareció en mi vida el que es el papá de mi hijo mayor. Con él empecé a ir a pescar meritos, pulpo, calamar… Pero en siete años de convivencia ya no funcionó el matrimonio y cada quien tomó su rumbo.

“A los 27 años (de edad) me separé de primer marido y me dediqué a la compra y venta de pescado; casi dos años después que me separé, conocí a Gonzalo, oriundo de Tabasco, quien también tuvo un matrimonio que terminó.

“Él (venía de Tabasco y) trabajaba cada temporada (de pulpo) con las embarcaciones ribereñas del señor Kuri Scandor aquí, en Progreso.

Cuando decidió quedarse (a vivir) acá, en Progreso, es cuando empezamos a hacer equipo e ir a pescar, a lancear la tarraya, y así poco a poco fuimos juntando para la primera embarcación”, relata Adriana, quien indica que la familia ahora tiene tres lanchas de pesca, gracias a su trabajo duro.

Una familia de pescadores

“Con la llegada (desde Tabasco) de un hijo de Gonzalo, de su primer matrimonio, se agrandó el equipo. Él sigue acá y formó su familia. Asimismo, llegó otro hijo solo en la temporada de pulpo.

Así fue como empecé solo a ir con Gonzalo a lancear y pescar solo por ratos, porque ya la embarcación la usaban sus hijos. Adquirimos una más, en la que seguimos  él y yo pescando”, precisa.

Don Gonzalo, de 60 años de edad y 48 años de pescador, a su vez recuerda que  “como a los 12 años (de edad) mi papá ya me llevaba en cayuco a pescar (en Tabasco) y por lo mismo faltaba a la escuela. Éramos una familia de escasos recursos, en total fuimos 10 hijos vivos, otros no llegaron a nacer”.

Lo más difícil de aprender a pescar

Lo más difícil para doña Adriana cuando aprendía a pescar, dice, fue “que al principio me vomitaba por el zangoloteo de la lancha”.

Sobre cuánto tiempo tardó en adaptarse al mar, indica que su malestar variaba “según como estaba el mar. Me empecé a dar cuenta que si anda picado el mar me provocaba más; ya después empezaba a chupar limón y el cuerpo se va acostumbrando. Lo que yo hacía era no comer mucho para que no me diera ganas de vomitar. Calculo que como en unos 15 días (me adapté)”.

Para doña Adriana, lo más fácil de aprender de la pesca es “la manera de picar. Uno la va conociendo tanto que hasta antes que saques al pez (del mar) ya casi puedes afirmar qué es”.

Sus experiencias más triste y más feliz

La experiencia más triste o difícil de doña Adriana, como pescadora, fue “cuando no aparecieron algunos amigos  porque no entraron (al puerto de abrigo) y los agarró el norte afuera, en el mar;  estar esperando si aparecían y luego enterarse que sí, pero muertos”.

La (experiencia pesquera) más feliz fue que mis entenados, cuando también los agarró un mal tiempo (en mar abierto),  ellos sí regresaron (vivos), gracias a Dios”, comparte.

Actualmente, doña Adriana pesca junto con don Gonzalo pocas veces porque ella acompaña a su mamá, quien tiene 83 años de edad y cáncer y “atiende a mi hermana, de 61 años” e invidente, pero “gracias a Dios hay quien trabaje la lancha y mi hijo con discapacidad, de 35 años, va turnándose conmigo para ir de pesca (con don Gonzalo); mi hijo va más seguido que yo”.

Tras encontrarnos en el muelle La Caleta, abordamos la lancha que la pareja de esposos  usa para pescar durante la veda de mero, que abarca del 1 de febrero al 31 de marzo.

Su mejor día de pesca: 300 kilos de jurel en un tiro

Mientras nos acercamos a la bocana del puerto de abrigo de Yucalpetén, don Gonzalo me comparte que su mejor día de pesca fue precisamente en la salida de este refugio pesquero y, de paso, me revela porqué la vista es valiosa para una persona que pesca y lo qué hay que aprender para lograr capturas.

Cuenta que vio cierto movimiento en la superficie marina y de inmediato identificó que eran peces huyendo de jureles. Con la rapidez adquirida en sus años de pescador, tiró la red grande o corvinera y, por la velocidad a la que giró la lancha para cercar con la red el cardumen, “casi me caigo al mar, me llevé tremendo golpe, pero no caí y sacamos 300 kilos de jurel” en un solo tiro. Lograr esta cantidad en un solo tiro, destaca, casi nunca sucede.

En efecto, minutos después, doña Adriana tiró varias veces la red corvinera fuera del puerto de abrigo y una corvina fue toda la recompensa. También cayeron otros pescados, pero chicos; poco después la pareja los usó como carnada para pescar con cordel adentro del refugio pesquero, pero ningún pez grande picó.

Medusa de color azul: hasta tres días de fiebre

Al pasar en la entrada del puerto de abrigo don Gonzalo señala un punto azul que flota en el mar. Es una medusa, pero diferente a la que suele llegar a las playas, porque si te pica te da fiebre hasta por tres días y para que se te quite (la intoxicación por su veneno) tienes que ir al doctor, informa.

Luego don Gonzalo lanza la tarraya frente a la Villa Pig Beach y cayeron pocos pececitos. Lo mismo cuando la pareja tira el cordel en dos puntos adentro del puerto de abrigo.

Los problemas que afrontan los pescadores

Qué es lo más duro de la pesca, pregunto. Cuando llegan los frentes fríos y azotan los nortes, responde la pareja de esposos.

Además, hoy es más difícil lograr buenas capturas, destaca doña Adriana mientras la pareja pesca con cordel y anzuelo en la lancha anclada cerca de un enorme depósito petrolero.  Hace unos 25 años (en 1999) éramos pocos pescadores y por eso teníamos buenos días de pesca, pero ahora, contrasta, en Yucatán hay muchos pescadores de Veracruz, Tabasco y Campeche que vinieron, porque en sus estados ya no hay pesca por el petróleo (las plataformas marinas). Todos tenemos derecho a buscar el sustento, pero no sale (una pesca redituable) para todos.

Desde 2010 bajaron las capturas

Somos de los primeros (ribereños) en tirar red grande (en Progreso) y salían unas tras otras las corvinas grandes, dice doña Adriana refiriéndose a su esposo y a ella. “Pero desde el derrame petrolero de hace unos 20 años (por la plataforma estadounidense Deepwater Horizon que explotó el 20 de abril de 2010) y por el exceso de pescadores, ya no hay buena pesca”, abunda.

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No le han pagado a ningún pescador de Progreso (la indemnización estadounidense) por el derrame petrolero, indica la ribereña; en 2023 nos dijeron que nos iban a dar un bono estatal de $5,000, pero tampoco nada.

Por el derrame, añade, primero vinieron un licenciado y su gente, y los pescadores de Progreso firmamos un convenio, entregamos copias de nuestros documentos, pero nunca nos pagaron.

Sus experiencias con licenciados por una indemnización

Luego vino otro licenciado y en la primera reunión nos pidió $50 a cada uno, según para gastos; yo le dije: “Aún ni empiezas el trámite y ya nos pides dinero”. Yo no pagué, pero muchos sí.  Ya lleva unos siete u ocho años sin movimiento, solo formó una cooperativa y  se llevó copias de nuestros documentos también, afirma doña Adriana.

Además, nos pidió salirnos del convenio con el primer licenciado, pero yo leí esos papeles y dicen que si nos salimos, tenemos que pagar en dólares el 30% de la indemnización al (primer) licenciado. ¡Es mucho dinero y aquí ni nos han pagado nada!, expresa.

Asimismo, doña Adriana informa que hace cuatro o cinco años la sacaron del apoyo (estatal de $4,800) por la veda del mero y le dijeron que porque su familia tiene más de una lancha. Ella respondió que una señora que tiene cinco o seis lanchas sí cobra y su hijo, que es estudiante, también cobra, mientras que mi familia sí tiene tres lanchas, pero trabaja solo una al día. Este año sí  me incluyeron en el pago, aclara.

De hecho, no me iban a pagar tampoco el apoyo de Bienpesca, no me reconocían como pescadora, pero los compañeros de La Caleta me ampararon, confirmaron que sí soy pescadora. Ya nos pagaron los $7,500 (por el gobierno federal), indica.

¡Cuántos años llevamos de pescadores y nunca supimos que nos mandaban dinero (de Bienpesca) hasta que entró este gobierno federal (2018-2024)! Los anteriores gobiernos (estatales) de Yucatán se quedaron con el dinero; ahora todo es personal, se paga directo a cada pescador, contrasta doña Adriana.

Obstáculos en una ventanilla de Pesca

Don Gonzalo, por su parte, dice que estuvo yendo a la ventanilla de Pesca  durante tres años y no logró el apoyo para la compra de un motor, solo dio vueltas, que porque capturaron mal una letra de su nombre y otras excusas. Ya no iré más, ellos exigen que el pescador se una a una cooperativa para solicitar cualquier apoyo, no quieren que haya un pescador fuera de cooperativas, afirma.

Pero, destaca doña Adriana, es un problema que los pescadores entreguen copias de sus documentos a supuestos licenciados o cooperativas porque no sabemos qué usos les dan y si bajan dinero o apoyos, a nosotros no nos llega.

Pescadores alguna vez o de paso

Otro problema, dice, es que en el padrón de pescadores hay de todo, taxistas y otros que alguna vez trabajaron en la pesca, pero ahora no viven de ello, ¿cómo le hacen?, pero a quienes viven de la pesca no los  aceptan en el padrón.

También hay pescadores que son de paso, unos se fueron con una lancha y no regresaron (la robaron); otra (embarcación) que se llevaron sí apareció, pero en Celestún, señala.

Lo que los pescadores esperan del gobierno

Al gobierno le corresponde que haya seguridad para los pescadores, esto es vigilar que salgan a pescar solo las personas que tienen tarjetón de pescador  y solo las embarcaciones con matrícula, y combatir la delincuencia en el mar; a nosotros nos toca trabajar dentro de la ley, considera.

Narra que un día su lancha con un familiar fue retenida antes de salir de Yucalpetén. Me llamaron, así que tuve que traer los papeles, pero le dije al funcionario: “Así como me paraste, por qué no las paras a esas (embarcaciones) que entran y no tienen matrícula y nombre”.

“Una ciudad” nocturna, el puerto de abrigo

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En una pausa, la pescadora de Progreso indica que “si vienes de noche aquí (al puerto de abrigo) es una ciudad, todos están tirando tarraya y cordel para pescar corvina o robalo, y algunos tiran red grande, aunque está prohibida aquí “porque se puede enredar en un barco” que esté entrando o saliendo.

Mientras más peces haya, entran más corvinas al puerto de abrigo, comparte a su vez don Gonzalo.

Cómo se prospera en la pesca

Al retomar la entrevista, la pareja dice que  “no prosperas si das tu lancha a alguien que no es tu familia, no funciona darle tu lancha a otro”.

Poco a poco compramos nuestras tres lanchas; la primera, de medio uso, con un motor de 40 HP, nos costó unos $15,000 hace unos 20 años; luego las otras dos, pero es trabajo constante.

Tenemos una para cada temporada: para la pesca de mero con palangre usamos la que tiene motor de 75 HP de cuatro tiempos, así que  se le echa aceite a la gasolina  una vez cada tres meses, nos costó, nueva, unos $140,000; en la veda de mero pescamos con esta donde estamos, de 25 pies y motor de 60 HP de dos tiempos, que necesita aceite en la gasolina, y tenemos otra solo para la pesca de carito, detalla.

En su caso, los esposos primero consiguieron su primera lancha con motor y luego, el permiso, por el cual pagaron $20,000 al dueño hace unos 20 años, “más las vueltas por los trámites en el gobierno, donde cada año hay que pagar la renovación del permiso. Este año pagamos $18,000 por cuatro permisos”.

El gobierno (federal) ya no da permisos de pesca; la única manera de obtener uno es que el dueño te lo venda. Una persona pagó $40,000 solo al licenciado que tramitó los de sus barcos y aparte pagó los permisos en sí”, añaden.

Pescan, venden y hacen inventario

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A quiénes le venden lo que pescan, les pregunto. Si es pescado chico, lo vendemos nosotros; si son grandes, a una congeladora o cooperativa, responde doña Adriana mientras eviscera el único pescado que cayó en casi cuatro horas de labores, de 8 a 11:30 a.m., y lo enjuaga en el mar junto con el cuchillo que empleó.

Llevamos un registro de lo que pescamos porque lo presentamos para que nos renueven el permiso de pesca, informa.

“Te vendo mis puntos de mero”

Mientras entramos al muelle, ella expresa que hay quienes dicen “Te vendo mis puntos de mero”. Luego explica que es como un diario donde han ido anotando los sitios donde hallaron bancos de mero. O sea, el gran tesoro de un pescador.

La verdad, responde a una pregunta, te mentiría (si digo) en cuánto lo venden porque nosotros somos ribereños de ida y vuelta (en un día), y los que trazan sus numeraciones son los que van de viajes largos de 25 a 25 días.

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Tras desembarcar, doña Adriana me muestra las tres lanchas de la familia y, al reanudar la caminata, indica que “aquí, en La Caleta, trabajamos más los anzuelos 9 y 10,  el 9 es más grande que el 10, a menor número es más grande”.

Con algo de dolor en las piernas de mi parte, por el único esfuerzo físico de subir de la lancha al muelle, nos despedimos. Para doña Adriana y don Gonzalo un día de pesca es un trabajo arduo y significa conducir la lancha, barrer con la vista el mar para localizar un cardumen en movimiento mientras la luz solar se refleja en las aguas y obliga a entrecerrar los ojos, así como maniobrar a alta velocidad para tirar la red grande y cercar al cardumen, muchas veces sin éxito. O tirar la tarraya o el cordel en múltiples ocasiones.

Cuando hay veda de mero pescan de 5 de la madrugada a las 12 del día; cuando hay veda de mero, zarpan a las 5 a.m. y retornan entre las 4 y 5 de la tarde.

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Flor de Lourdes Estrella Santana es Licenciada en Educación por la Uady. Ingresó a Grupo Megamedia en el año 2000. Ha sido reportera, redactora y editora. Escribe contenidos generales, especialmente...

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