(Artículo publicado el 18 de septiembre de 2002)
Por Max GASTÓN
En este mundo traidor nada es verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira –RAMON DE CAMPOAMOR
No debía ser difícil responder a la consulta. La Procuraduría pide a una jueza que le proporcione unas evidencias para someterlas a una inspección ocular. La inspección es parte de la investigación de una denuncia judicial.
La jueza se niega a entregar las evidencias. ¿Qué opina el Colegio de Abogados? La pregunta es pública. La fórmula un socio del Colegio.
Planteado así, sin nombres ni apellidos, parece un problema sencillo de solución fácil. Es un conflicto entre dos autoridades. Una autoridad, la Procuraduría, es la representante de la sociedad, y la investigación que practica no es optativa sino legalmente obligatoria. La otra autoridad, que es la jueza, se niega a acatar la ley y trata de estorbar o impedir una diligencia que se hace en nombre de la sociedad.
El sentido común nos dice que las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, en materia regida por legislación vigente, es un asunto que de suyo afecta a la ciudadanía. Hay además una desobediencia a la ley por una autoridad encargada de interpretarla y aplicarla. La desobediencia puede entrañar un desafío. El interés general es evidente.
El Colegio de Abogados no lo ve así, considera que el asunto es de interés particular y, al responder a la consulta, dice que se abstiene de dar una opinión porque sus estatutos sólo le permiten opinar sobre asuntos de interés general.
El Colegio discrepa porque no ve este asunto a través del cristal de la ley. Ni del cristal de la sociedad. Ni del cristal del sentido común.
El Colegio mira, sobre todo y antes que nada, a través del cristal de los nombres y los apellidos.
Creemos que si los nombres y los apellidos fueran López-González o Hernández-Pech el Colegio hubiera expresado sin problemas su opinión en una respuesta pública a la consulta de su socio. Pero hay un problema: se trata del caso Medina Abraham, que involucra a las familias Medina Millet y Abraham Mafud.
No es el único problema. Hay otro. En los siete años de este conocido juicio la jueza se ha exhibido como defensora de los intereses de la familia Abraham. Una familia tan larga como rica. Una familia que es dueña de numerosos negocios que son fuente copiosa de empleos y contratos. Una familia influyente, tanto, que todas las autoridades que han intervenido en el oficio, federales o estatales, han favorecido también los intereses de la familia Abraham. Una familia bien relacionada, tanto, que las jerarquías de las instituciones rectoras de la vida social, económica y religiosa se han cuidado de no intervenir para nada en todo lo relacionado con el caso Medina Abraham. Notoria unanimidad, confirmada por una que otra excepción.
Como se ve, la negativa de la jueza tiene “cola”. Una cola larga. Una cola que “invita” a mirarla a través del cristal del miedo. O el cristal de la conveniencia personal. O el cristal de la comodidad social apoltronada en la doctrina de la no intervención.
El Colegio es un experto en leyes. Conoce los intereses de la sociedad.
Reconozca el sentido común. Su opinión pública tendría que reprobar la negativa de la jueza. Pero el Colegio también sabe que censurar a la jueza equivale a emitir una opinión adversa a los intereses de la familia Abraham, a correr los riesgos de pisar la “cola”. En cambio, si se da un rodeo…
El Colegio optó por evadir los riesgos con el rodeo que no pasa por la ley ni por el interés de la sociedad ni por el sentido común. El rodeo que los evaden. El rodeo que pasa por la abstención y llega a un interés que sí es particular. El interés de los miembros del Consejo Directivo del Colegio.
La abstención de opinar protege los intereses particulares de los miembros del Consejo Directivo. Los pone a salva de pisar la cola y exponerse a las consecuencias. La abstención le encuentra la cuadratura al círculo, con la ventaja de que se la puede vestir con el disfraz de imparcialidad.
En un conflicto polémico, el Colegio imparte una lección de neutralidad.
La lección es otra. Es una abstención con olor a subversión. Deja sin sanción social, sin censura profesional la desobediencia de la jueza, que traspone los límites de la rebeldía para entrar en la impertinencia y el reto, y le otorga una patente de impunidad que será un estímulo para otros jueces que alguna vez, en cualquier circunstancia, sientan la tentación o la presión de violar la ley para boicotear la investigación de una denuncia judicial.
“La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes”, dijo Martin Luther King.
Por particular que pueda ser el contenido de una denuncia, entramos de lleno en el interés general cuando, infringiendo la ley, se priva a la investigación de elementos que pueden ser necesarios o indispensables para llegar a la verdad y por su conducta a la justicia.
Hay un agravante. Hay que insistir en que la consulta al Colegio no es sobre el caso de un particular contra otro. Tampoco el de un particular contra una autoridad. Es el caso de una autoridad contra una autoridad.
Resumamos. El Colegio ha optado por una abstención que daña el interés general de la sociedad para proteger el interés particular de los miembros del Colegio con un rodeo que al apartarse de la ley y el sentido común no se acerca a la verdad, ni a la justicia, ni al valor civil.
Sin duda habrá otros cristales para mirar la abstención del Colegio de Abogados. Ni el cristal de Martin Luther King ni el nuestro son los únicos. La “cola” es larga.- MG- Mérida, Yucatán, septiembre de 2002.
