(Primera Columna publicada el 28 de abril de 2005)

La columna planteó ayer la inquietud de que cierto número de dirigentes del sector privado -un número regular, abundante o epidémico-, cuando se miren en el espejo, vean el rostro del diputado panista Antonio Hadad.

Es, vamos a recordarlo, el espejo que ofrece Tony, en una caricatura, para ayudar al PAN a investigar los antecedentes y las causas del llamado voto de la traición: el voto que Hadad, desertando de las filas panistas, depositó en el Congreso para decidir la ratificación de los magistrados Angel Prieto y Ricardo Avila, garantizando así a la corrupción un puesto permanente en el Tribunal Superior de Injusticia.

Para no complicar la investigación, conviene exonerar de culpa a los diputados del PRI. Votaron, sí, a favor de la ratificación, ¿pero qué otra cosa se podía esperar de ellos? Nunca les hemos visto el menor interés en el saneamiento de la impartición de justicia en Yucatán. No traicionaron a nadie: fueron fieles a su bandera. Leales a una tradición como la suya, vacunada contra las excepciones.

Si hubieran votado -aunque fuera uno solo- contra los señores Prieto y Ávila, estaríamos proclamando el primer milagro en Yucatán del Santo Súbito, pero no es nada seguro que Juan Pablo II el Grande tenga tanto poder allá arriba, a pesar de todas las medallas que se llevó a su nueva residencia. Los legisladores del PRI nunca han negado la cruz de su parroquia. Nadie espera que la nieguen.

De acuerdo con la terminología acuñada por Silvia López Escoffié para aquilatar la trayectoria de los políticos, se puede decir de los diputados del PRD que algunas veces han sido hermanitos de la caridad, sin caer en excesos, y que, por lo común, en cuestión de gustos y posiciones han dado la preferencia a Satanás. El suyo es un camino empedrado de apostasías, como lo hemos visto en el caso Medina Abraham. Ha de ser ingenuo esférico quien haya pensado que los legisladores del Sol Azteca votarían contra los magistrados pecadores.

Una advertencia: no se fíen los ratificados de los legisladores del PRD. Son doctores en la antigua ciencia maya del “koox virar”. Ni Dios ni el diablo pueden confiar tranquilos en cómo van a votar ya quién van apoyar. A veces votarán al mismo tiempo por el cielo y por el infierno. Otras por ninguno de los dos. Tal vez algún día voten por Yucatán… si el PRI les da permiso, claro.

Quede claro también que lo dicho aquí de los señores diputados de la nueva oposición son meras opiniones que pueden coincidir con la realidad o con la verdad. Si hay algún inconforme, sea el lector quien juzgue y dictamine. La columna tiene la facultad de equivocarse. No es infalible. Dejemos esa carga a Benedicto XVI.

Hay que buscar por otros rumbos los antecedentes del sufragio epónimo de Antonio Hadad. En Coparmex Mérida, por ejemplo. El sindicato de los empresarios ha rendido a la comunidad servicios meritorios que incluyen aportaciones cívicas de alto valor en los años 2000. Pero a la hora buena se retiró de la lucha por el saneamiento del Poder Judicial. Una baja sensatez, porque dejó un mamado en primera fila.

Sí: a la vanguardia de esta batalla se colocó Coparmex cuando su presidente Luis Medina Cantillo, en alusión a las “serias y graves” dudas sobre el proceso judicial que condenó a Armando Medina Millet, pidió a la Procuraduría una investigación a fondo para que prevalecieran la verdad, la justicia y el imperio de la ley.

Hay una lógica contundente en los conceptos de Medina Cantillo sobre el caso Medina Abraham: “En Coparmex consideramos que las funciones básicas, elementales e insustituibles del Estado son dos: la seguridad de los ciudadanos y la impartición de justicia… En Coparmex siempre hemos luchado por la vigencia del estado de derecho: nadie puede estar por encima de la ley… Con esas dos premisas consideramos que se deben investigar las presuntas irregularidades denunciadas, para que prevalezca la verdad. Debe prevalecer la verdad para que se pueda impartir correctamente la justicia y, eso, al mismo tiempo le dará seguridad a los ciudadanos de que los juicios van a ser con base en la verdad”.

Carlos Canto Ontiveros, sucesor de Medina Cantillo en el puente de mando, no se limitó a reiterar la exigencia de una investigación a fondo en los términos especificados por su antecesor. Al hacerlo pidió “al Señor, nuestro Dios, que nos acompañe y nos bendiga”, y durante su mandato, también en nombre de Coparmex, don Carlos demostró de interés público la negativa de Leticia Cobá Magaña a colaborar con la Procuraduría y exhortó a la jueza rebelde a obedecer la ley entregando la información necesaria para continuar la investigación de las irregularidades.

Con la conocida parsimonia, con atención particular a cada detalle, de manera que ningún indicio se quedara sin la investigación correspondiente, la Procuraduría llegó hasta el fondo, como había solicitado Coparmex, comprobó que eran ciertas aquellas “serias y graves” dudas, certificó que eran reales también las irregularidades denunciadas y comunicó a los magistrados del Tribunal Superior que las acusaciones a Medina Millet carecían de validez legal porque están sustentadas en pruebas falsas.

Los magistrados, cómplices declarados de las irregularidades, rechazaron, sin estudiarla, la investigación exigida por Coparmex y la enterraron en su cementerio de letras muertas.

Pensamos que Coparmex pondría el grito en el cielo. La voltereta fue inesperada: no dijo ni pío. ¿Tan mal estaba la investigación? ¿Se quedó a medias sin llegar al fondo? ¿Prevalecen la verdad, la justicia y la ley en la resolución de Ángel Prieto, Ricardo Ávila y demás magistrados acusados ​​de corrupción en el ejercicio de sus cargos? Coparmex enmudeció de la noche a la mañana. Sin decir esta boca es mía, su nuevo presidente, Antonio Walker Olvera, retiró al sindicato empresarial de la batalla por el saneamiento en la administración de justicia.

El Poder Judicial habrá pensado, con sobrada razón, que Coparmex repudiaba la investigación de la Procuraduría. Habrá entendido que las dudas se habían despejado. Habrá quedado seguro de que la capitanía general de los empresarios avalaba la gestión del Tribunal Superior y facilitaría con su silencio elocuente que el Congreso ratificara a los señores Angel Prieto y Ricardo Avila con el carácter de inamovibles.

¿Se traicionó a sí misma la Coparmex? ¿Tiró aquella lógica contundente al basurero de su historia? ¿Empezó a practicar la antigua ciencia maya en que se ha doctorado el PRD? Siguiendo la clasificación de Silvia, ¿quedaron los diablos montados sobre los hermanos de la caridad? Y Dios, ¿dónde quedó Nuestro Señor? ¿Ha privado de Su compañía al sindicato empresarial? ¿Ya no es necesaria su bendición?Coparmex, ay Coparmex, ¡no te mires en el espejo de Tony! Tal vez no te guste lo que vas a ver: la cara de Antonio Hadad. Si te gusta, Ave María purísima: somos los yucatecos los que vamos a implorar el socorro de Dios.

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