(Primera Columna publicada el 7 de septiembre de 2004)
En la banca de costumbre, César Pompeyo asentó dos libros de bolsillo, la Biblia (versión para Latinoamérica, 72a. edición) y “Hablar con Dios” (Meditaciones para cada día del año. Tomo IV), cerró la carpeta que estaba ordenando, miró hacia la Catedral y comenzó a rezar:”Ven Espíritu Santo, llena los corazones de los periodistas, abre sus oídos y enciende en sus ojos el fuego de tu luz”.
-Está mal, don César. No es así la jaculatoria.
-Al contrario, estoy muy bien: sigo el ejemplo de los Pastores que no se limitan a exponer las bondades de la doctrina cristiana sino que las aplican a la realidad. Es una oración personalizada, adaptada a tus circunstancias, reportero, para rogar por la salvación de tu alma.
-¿Qué tiene contra mí el Espíritu Santo?-Que yo sepa, nada, periodista, pero más vale precaver… Mira lo que hiciste:El señor Pompeyo abre la carpeta y empieza a leer los títulos de los papeles:-Aquí está tu editorial “Con los labios cerrados: La Iglesia en el caso Medina Abraham”. Una copia de la carta que te responde, firmada, en ausencia de don Emilio, por el señor Vicario General….
-Por el Canciller, no por el Vicario General. Este está desaparecido…
-Queda otro, son dos, pero tienes razón: la firma el Canciller y le dio lectura pública en las iglesias, en las misas de privilegio del sábado y el domingo…
-Ni en todas las iglesias, ni en todas las misas, don César: todavía quedan algunos sacerdotes…
-Si me sigue interrumpiendo dejo de rezar por ti. Mira, lee lo que dijo el Padre Heredia en su misa de la Divina Providencia. Aquí tengo un resumen. Ve lo que te contestó el Padre García en María Inmaculada.
El Padre Zapata fue tremendo en Lourdes. Más que tremendo, incendiario.
Mejor no te lo leo…
-¿Qué me sugiere, don César?-Primero, con humildad, haz un examen de conciencia. Vamos a tu editorial.
Ve cómo comienzas: “Ante los ojos de quienes quieran ver, en los oídos de quienes quieran escuchar, se han acumulado durante nueve años pruebas suficientes de que el caso Medina Abraham es un asunto de interés general que atenta contra la validez de principios religiosos fundamentales y estorba o impide su ejercicio”. ¿Ya le rezaste al Espíritu Santo por los ojos cerrados y los oídos tapados, comenzando por los tuyos? Para encauzar las oraciones del reportero, don César le mostró varios pasajes del Evangelio y leyó algunos párrafos de “Hable con Dios”. Así habló César Pompeyo, resumiendo los textos sagrados:-En un momento de oscuridad, se levanta el Profeta Isaías, para reconfortar al pueblo, y anuncia: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará”. Recuerda la curación del sordomudo. Jesús metió sus dedos en las orejas y con saliva tocó su lengua, miró al cielo y le dijo: “Effethá, que quiere decir: Abrete. Al instante se le abrió sus oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y hablaba correctamente”.
-San Agustín, al comentar este pasaje del Evangelio, dice que la lengua de quien está unida a Dios “hablará del bien y pondrá de acuerdo a los que no lo están”. Yo comulgo, reportero, con los teólogos que nos recuerdan “que existe una sordera del alma peor que la del cuerpo, pues no hay peor sordo que el que no quiere oír”.
-Comulgo también con los predicadores que nos advierten que no podemos permanecer callados ante las oportunidades que el Señor nos pone delante para mostrar el camino recto, para dar la doctrina buena, porque “los demás la esperan, y les defraudaremos si permanecemos callados”.
-Don César -suplicó conmovido el reportero-. Acompáñeme a la Catedral, rece conmigo para que el Espíritu Santo me abra los ojos y me destupa los oídos.
-Mi primera sugerencia, periodista, fue que seas humilde al hacer tu examen de conciencia. No debes caer en la soberbia de creer que tú eres el único. La primera virtud cristiana es la caridad. Vamos a rezarle también al Espíritu Santo, al profeta Isaías, a San Agustín, por las ovejas y sus pastores, por los vicarios y los monseñores, los cancilleres y los consultores, por los que escriben cartas, por los que no las contestan, por los que las comentan, por los reporteros que tienen la lengua suelta, para que la Divina Providencia nos libre a todos de los tropezones y las caídas a las que se exponen los ciegos cuando son guiados por otros (2 Tes 1, 1).
-Don César, me temo que también vamos a tener que rezar por usted.
De rodillas.
