(Primera Columna publicada el 26 de noviembre de 2006)

Las cosas están al revés en la campaña de la gubernatura. Por primera vez desde su fundación el PRI sube a la arena como retador. Es también la primera ocasión en la que el PAN vende un defensor la corona.

Tengamos en cuenta esta inversión de papeles al comparar las presentaciones televisadas de los precandidatos de ambos partidos: el “debate” interno de los seis precandidatos priistas, el viernes 17 de noviembre, y el “encuentro” de los tres panistas el jueves 23.

En estas lides suele surgir la tentación de ser indulgente con los débiles, de tender la mano a los de abajo y ser exigente con los de arriba. Si hay caídas en esta tentación, que se las ve como un deseo sentimental de contribuir al equilibrio cívico, en el supuesto caso de que los dueños del poder abusen de sus facultades e influencias para intervenir con parcialidad.

Por razones numéricas, los señores y señoras del PRI tuvieron que condensar sus mensajes. Como eran más tuvieron que decir menos. Los pretendientes del PAN, Ana Rosa Payán Cervera, Luis Correa Mena y Xavier Abreu Sierra, tuvieron más tiempo. Un arma de doble filo, porque se corre el peligro de caer en la reiteración innecesaria de conceptos y promesas. O desplegar un “rollo” difícil de recordar.

En el plano de la crítica al adversario, el PRI cumplió con mesura el deber que tiene la oposición de juzgar al gobierno. El PAN fue parco en menciones del oponente. Si acaso una referencia de Luis Correa a las elecciones de gobernador que “perdió” -las comillas son nuestras- por 20,000 votos químicos frente al priista número uno de Yucatán, Víctor Cervera Pacheco. Un modo de avisar que hay experiencia y madurez. Hubo otra alusión al PRI. Ya la veremos.

La autocrítica, ya lo señalamos, estuvo ausente en las intervenciones de los priistas. Si en el encuentro panista leemos entre líneas y miramos por debajo de la mesa encontraremos ciertos, veladas alusiones que encienden luces en la lucha abierta o encubierta que se libra por la candidatura del partido.

Como hubo elogios para el PRI por la imagen de unidad que construyeron sus seis candidatos, los tres panistas se esforzaron por hacer lo mismo. El trío inició sus intervenciones con mutuos, efectivos saludos efusivos que fueron refrendados al final. ¿Olor a consigna? Ana Rosa abrió fuego enseguida de los saludos. A su juicio, en la elección del candidato están en juego el prestigio, la credibilidad y el futuro del PAN. Deberán distinguirse por su transparencia y justicia. Es una observación que cobra alivio especial porque el grupo de la señorita Payán Cervera ha expresado sus temores de que el gobierno de Patricio Patrón Laviada intervenga en fuera de lugar para inclinar la balanza a favor de Abreu Sierra.

Xavier Abreu hizo abundante profesión de lealtad al PAN en todas partes y circunstancias. En las buenas y, sobre todo, en las malas, cuando la consecuencia fue el sacrificio. Hizo y hace lo que le han pedido. Esta devoción puede tener un mensaje, una intención subliminal. ¿Fue un medio de recordar que Luis Correa renunció una vez al partido en momentos de tensión y discrepancia?

Hubo indicios de que el señor Abreu sí es como le llaman, aunque él lo niegue, el heredero, el delfín. El ungido por el gobierno para suceder a Patrón Laviada. Llamó la atención que haya sido escogida para dar a entender, en el encuentro, que el plan para el nuevo aeropuerto está vivo. Recalcó que Mérida necesita un campo aéreo que pueda recibir carga de las Américas del sur y el centro que luego llegue por ferrocarril al puerto de altura y se vaya por barco a los Estados Unidos. O si no es por tren, por carretera, porque se busca ampliar la de Campeche para formar un corredor a Progreso. Es una “prioridad”. Es un “compromiso” con el presidente Felipe Calderón. Es un caramelo -pensamos aquí- que le regalaron al precandidato para apoyarlo. Ni Correa ni Ana Rosa podían decirlo. Transluce aquí un cordón umbilical que une a don Xavier con el gobierno del Estado y tiende a confirmar el delfinato.

Entendemos que la misión de los tres “encuentristas”, como sucede en los debates que no lo son, fue decir cosas bonitas. Hay que estar de acuerdo, por eso, con casi todo lo que expresan. Cualquier yucateco, del partido que sea, puede firmar en un 99 por ciento lo que dijeron por televisión. Ana Rosa, por ejemplo, prometió que, como gobernadora, una vez a la semana, con todo el gabinete, recibiría en Palacio al ciudadano que lo pida.

Luis Correa ofreció seguir la trayectoria ejemplar de sus padres en la política y detalló cómo lo haría. Xavier propone capacitar a los padres de familia para redimir a la sociedad de sus déficits morales, hoy tan elevados.

Lo del 99 por ciento es porque Abreu Sierra aseguró que él vencerá a cualquiera de los seis priistas que sea elegido candidato. Hay en esta autoconfianza un trasfondo de inseguridad, porque se ha dicho, no es un secreto, que el PAN perdería con él.

Alguno de los tres panistas indicó que sus ideas son las mismas, sus planos semejantes, sus objetivos iguales. La diferencia es que dos están sentados en barrera y uno agarra al toro por los cuernos. Esto es lo que le falta a estos “debates”: que los debates agarran por los cuernos a los problemas de Yucatán. Más cuerno y menos cola.

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