(Artículo publicado el 29 de diciembre de 2009)
En nuestra serie de seis artículos sobre el rompecabezas político de Yucatán no pudimos terminar de armarlo: faltaban piezas. Desde entonces han aparecido algunas en las versiones que circulan sobre el pasado como puerto de salida para navegar el presente y poner proa hacia el futuro.
Sabíamos del abogado Felipe Enríquez Hernández, pero no tanto como las referencias oficiales y extraoficiales que han salido a la luz con motivo de las noticias publicadas ya por este periódico: que es o será en breve el nuevo delegado en el estado del comité ejecutivo nacional del PRI.
Se asegura que este diputado federal es nada más y nada menos que el operador político por excelencia del llamado “cartel de gobernadores”. Cartel que proyecta sobre el país la imagen presidencialista de Enrique Peña Nieto con intensidad cada día mayor y extensión cada vez más vasta. Cartel que incluye en su nómina de luminarias a Félix González Canto, de Quintana Roo, y José Natividad González Parás, de Nuevo León.
A los 40 años es lobo en el oficio. Viejo lobo: anda en la cosa pública por lo menos desde 1991, cuando fue diputado federal suplente por Nuevo León. Su presencia en nuestro estado subraya, como veremos, la importancia que el PRI asigna a la conquista de la presidencia municipal meridana.
Es el especialista de lujo de Peña Nieto en la piel, que es lo visible, y la entraña, que es lo invisible, de todo el cuerpo de una elección. Fue jefe de su campaña por la gubernatura del Estado de México, con plenos poderes que había ensayado y ejercido antes en la coordinación de la campaña política de José Natividad por la gubernatura, la del actual alcalde de Monterrey y la del ex gobernador mexiquense Arturo Montiel cuando lanzó su precandidatura presidencial.
Es un secreto a voces que el Sureste no es territorio nuevo para este doctor en las sutilezas e intimidades, pliegues y rincones de los eventos electorales. Como abogado y político ha mediado en la regularización de terrenos ejidales en Quintana Roo, punto de partida de repentinas, gruesas fortunas amasadas con bienes raíces. Punto de partida también, o de fortalecimiento, de las relaciones estrechas que lo unen con Félix González Canto. Nos vamos acercando a Yucatán.
En realidad no es que Felipe Enríquez se esté acercando: hace algún tiempo que de una u otra manera no está lejos o no se va de aquí. Maneras que lo revelan como pieza clave del rompecabezas. Para decirlo pronto, hay quienes consideran, y no son pocos, que es el gran arquitecto de la inesperada victoria electoral de Ivonne Ortega Pacheco sobre Xavier Abreu Sierra en la contienda por la gubernatura.
Por gestión personal de Peña Nieto, fue Enríquez Hernández el primer enlace entre la candidata Ortega Pacheco y el señor González Canto. Enlace que cobró una importancia capital, pues el diputado nuevoleonés representó con muy buen éxito el papel de catalizador de la ayuda de Quintana Roo a la campaña de Ivonne Ortega. Ayuda económica y humana a tal punto considerable, nos dicen, que su descripción y evaluación requeriría de un artículo aparte, dedicado en forma exclusiva a ese apoyo que figura entre los factores decisivos del triunfo ivonnense.
Además de enlace y mediador, Felipe Enríquez, a la chita callando, para que se le viera poco, para que pudiera hacer mucho sin llamar para nada la atención, instaló en Progreso el cuartel general de la planeación, estrategia y ejecución de la campaña de la señora Ortega. Allá, en el puerto, desplegó su ingeniería electoral en compañía de otros dos enviados de Peña Nieto, dos operadores que pasaron inadvertidos a pesar de su jerarquía, desconocida entonces y bien entendida ahora: Ulises Carrillo Ruiz y su prometida, Gabriela López, relación sentimental que según parece llegaría a su fin después.
Un después del que conocemos algo, o mucho, pero no lo suficiente. Lo que se afirma en términos globales, sin entrar en muchos detalles, es que Ulises Carrillo, por disposición de Peña Nieto, es el dueño y señor del mando en Yucatán mientras la titular del Ejecutivo se consagra a la satisfacción de sus comentadas aficiones. Es también del dominio público que Gabriela lo suple en toda la extensión de la palabra cuando el poder detrás del trono viaja al Estado de México en busca de instrucciones de la superioridad. Eso se dice, se reitera, se repite. Es el agua que suena en el río.
Se supone que estas piezas del rompecabezas han comunicado al gobierno la imagen electorera y clientelar que se le nota a cada rato en la mayoría de sus actividades. Imagen tan del gusto y el agrado de la señora Ortega, que en calidad de comadre viajó al bautizo de un hijo de don Felipe en Monterrey, llevando consigo la comida regional de estilo y al conjunto de Los Juglares para amenizar el ágape. Otro lazo de afinidad con Peña Nieto, quien también es compadre del diputado Enríquez.
Por cierto, la relación de don Felipe con Angélica Araujo va más allá de la campaña electoral de 2008. Cuando eran candidatos a la diputación, ambos proclamaron, con las solemnidades de estilo, que permanecerían en sus puestos al servicio total y continuo de sus representados. El señor Enríquez, como hemos visto, se ha dedicado a otros menesteres. La señora Araujo olvidó su juramento al cambiar su curul por la candidatura única de su partido a la alcaldía.
El solo anuncio de que viene este nuevo delegado de su comité ejecutivo nacional, cristalice o no, pone de relieve el grado de dificultad que el PRI acuerda a las próximas elecciones municipales meridanas. En pasadas, parecidas circunstancias, cuando lo invisible tuvo una importancia mucho mayor que lo visible en la táctica y la estrategia, y una urgencia más apremiante, el PRI envió a Yucatán como delegados a tres de los alquimistas electorales más connotados de su repertorio: Guillermo Cossío Vidaurri, José Guadalupe Guadarrama Márquez y Ulises Ruiz Ortiz, hoy gobernador de Oaxaca. Tres de los fabricantes de votos más prolíficos en la historia de esta centenaria especialidad de la dictadura de partido. Tres virreyes que tuvieron bajo sus órdenes al entero mundo oficial, desde el jefe del Ejecutivo hasta el secretario del portero.
Mientras tanto, entre dimes y diretes, va avanzando la tendencia a perfilar el destino de Yucatán como dependencia de las aspiraciones y los objetivos del gobernador del Estado de México.— Mérida, Yucatán, 28 de diciembre de 2009.
