(Artículo publicado el 31 de diciembre de 2009)

Cinco protagonistas de 2009 traspasan hoy la frontera de la nochevieja como símbolos de los acontecimientos que pueden definir en 2010 el rumbo de Yucatán en la década que comenzará dentro de unas horas.

Desde nuestro mirador, cuatro mujeres y un hombre representan las interrogaciones y las respuestas, los temores y las esperanzas que este año que termina remite al que llega.

Dos provincias del pensamiento y la actividad ejercerán una influencia importante en el planteamiento y resolución de los asuntos del futuro: la política y la religión. La política, entendida como capacidad y voluntad de servir. La religión, comprendida como camino accesible y directo a los valores que deben orientar el servicio político.

Nuestros protagonistas y símbolos son Ivonne Ortega Pacheco, Angélica Araujo Lara, Beatriz Zavala Peniche, Gina Villagómez Valdés y Jorge Carlos Patrón Wong.

Hace veinte años que el PAN y la sociedad pusieron término a cincuenta años de absolutismo priísta en Mérida, para alzar a su Ayuntamiento, ante sus 105 colegas del Estado, como ejemplo del progreso integral que las autoridades de cuna y vocación democráticos pueden conseguir en un municipio. 2010 nos preguntará si ha valido la pena el relevo o apostamos otra vez por el pasado.

La apuesta sería por un binomio: la mancuerna Angélica-Ivonne. La pareja que encabeza la maquinaria interestatal del PRI que se dispone “con todo” a poner en estado de sitio a la ciudad para la ofensiva, ataque o asalto, como querramos llamarlo, que arrebate la Comuna al PAN o a la sociedad, como querramos verlo, en las elecciones de mayo.

Angélica-Ivonne o Ivonne-Angélica, pues la candidata única por su partido es hechura de la gobernadora, espejo suyo, su otro yo. “En decirlo yo no peco pues es público en la corte”. Tal es la afinidad que trasciende de las relaciones entre las señoras Ortega y Araujo, que se puede esperar que, si triunfa el PRI, la voz cantante en el palacio municipal llegue, cruzando la plaza, desde el otro palacio.

Como el PRI nunca ha sometido a una autocrítica el control que tuvo de Yucatán durante setenta años, ni ofrecido un acto de contricción por los excesos u omisiones en que pudo haber incurrido en ese lapso, es lícito suponer que no aspira a sólo 25 años de dominio, como el lunes 28 nos advirtió su presidente estatal Mauricio Sahuí, sino a largas décadas de monopolio y carro completo en las que el Ayuntamiento meridano, sacrificada su autonomía, regrese a su condición de sumisa dependencia del Ejecutivo.

“La historia, cansada de engendrar, se repite a sí misma”, sentenció José María Eca de Queiroz, el novelista portugués de “El crimen del Padre Amaro”. Nosotros, ¿ya nos cansamos de engendrar? ¿Estamos inclinados a repetir? ¿Sería un crimen la repetición? En mayo de 2010 responderemos qué quiere Yucatán para los próximos 25 ó 70 años. Tal es la dimensión de las próximas elecciones en el espacio y en el tiempo.

Es probable que el PAN le encargue a Beatriz Zavala la misión de retener como candidata la posesión de una alcaldía que tiene la resonancia nacional de un trofeo codiciado por los pretendientes a la presidencia de la república. Algunos presuponen que la senadora entraría a una batalla cuesta arriba, lastrada por los desencantos atribuidos al primer sexenio del siglo. Otros consideran que esta profesional de personalidad propia y experiencia conocida tiene los arrestos para conseguir el arrastre popular que mueva en el hombre de la calle el afán de superación o, si es necesario, el instinto de conservación.

Gina Villagómez es para nosotros el rostro ideal de la población civil. Vocero de la valiosa institución cívica “Sociedad en movimiento”, ella ha demostrado que encarna la determinación de airear nuestro pensamiento, externar nuestra voluntad, sostener nuestra opinión, cumplir nuestro deber, vigilar la vigencia de nuestros derechos y las leyes que los amparan, y hacerlo todo y volverlo a hacer más allá y por encima de las mordazas, las amenazas y los cantos de sirenas que nos quieran poner o nos puedan llover desde el ejercicio imperialista y embaucador del poder. El éxito democrático de las elecciones dependerá de cuánta Gina haya en cada elector.

Cuánta Gina acuda a las urnas dependerá también en alto grado del arraigo y validez que tengan en el ciudadano los valores morales, como la ética y la honradez, que la religión siembra y cultiva con fertilidad difícil de hallar en otros campos de la conciencia y el comportamiento. La religión vista y practicada como código de vida pública más que como culto encerrado dentro de los muros del templo. La religión que nos lleva a nuestro personaje del año: Jorge Carlos Patrón Wong.

Genuina, espontánea, caudalosa, la corriente de afecto, apoyo y simpatía que irriga los actos de la proclamación y consagración de nuestro nuevo obispo ha creado un paisaje de unidad que no se veía y sentía quién sabe desde hace cuánto tiempo en Yucatán. En medio del cúmulo de intenciones y posiciones encontradas y enconadas que envuelve el final de década en un ambiente de animosidad y dispersión, ambiente que tan propicio es a las indolencias irresponsables del dejar hacer y el dejar pasar, ese milagro de unanimidad que ha obrado el ex rector del Seminario es el símbolo dinámico del clima de concordia y de conjunto que debemos buscar en el resultado de las elecciones si queremos que el voto sea un puente a las más queridas esperanzas, por distantes que nos parezcan, no una pendiente resbalosa hacia retrocesos incalculables que no sabemos cómo y cuándo podremos detenerlos ni cuánto nos costará invertirlos.

Que la Divina Providencia nos conceda que en el momento clave y a la hora buena la razón se imponga a la pasión y el sentido común a la apatía en nuestro tránsito por 2010.— Mérida, Yucatán, 31 de diciembre de 2009.

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