(Primera Columna publicada el 10 de septiembre de 2010)

En su rincón habitual del Parque de San Juan, don Vittorio Zerbbera y César Pompeyo trataron de recordar las minibiografías y definiciones mexicanas y extranjeras que realzaron el interés y subrayaron de amenidad la conferencia que monseñor José Florencio Camargo Sosa sustentó en la iglesia de San Antonio de Padua sobre la religión en la independencia de México:

Hidalgo: Intelectual. Vasta cultura. Hablaba el francés y el dominio de esta lengua le permitió empaparse del pensamiento europeo contemporáneo liderado desde fines del siglo XVIII por los enciclopedistas franceses. Don Miguel no buscó la independencia sino librar a la Nueva España de las imposiciones políticas del invasor Napoleón y los liberales anticristianos en España. Su grito célebre, dado en la madrugada del 16, no en la noche del 15, incluyó el “Viva Fernando VII”, como muestra de lealtad a la monarquía. Tenía poca o ninguna noción de estrategia militar. Por eso lo vencieron y fusilaron.

 Morelos: discípulo mediocre de don Miguel en el seminario. Pocas letras y gran sentido militar. Usaba una especie de pañuelo en la cabeza para ocultar su pelo chino (mulix), prueba de que hubo un negro entre sus antecesores. Un pecado social en aquel tiempo. Carismático, como Hidalgo, era un líder hecho y derecho.

La Iglesia: el alto clero era partidario del gobierno; los sacerdotes, de los insurgentes. Unos 30 lucharon con los españoles. 156 —110 religiosos y 46 del clero regular —se unieron al pueblo y las fuerzas libertadoras (“No hemos cambiado mucho”, comentó Pompeyo).

Las excomuniones: Los obispos no tenían autoridad para excomulgar a Hidalgo, pues no habían sido nombrados por el Papa. Las excomuniones de don Miguel fueron inválidas, como lo fueron, con una excepción, aquéllas contra Morelos. La excepción: el nombramiento de sacerdotes como vicarios militares, expresamente prohibido. De todas maneras, antes de ser fusilados, ambos fueron absueltos de las censuras y las sanciones que les impusieron.

Matamoros: investigaciones recientes tienden a demostrar que el ingenio militar que se atribuye a Morelos fue en realidad del cura y coronel Mariano Matamoros. Detrás de las hazañas bélicas del primero está el genio castrense del segundo.

Iturbide: no fue terrible ni sanguinario. El conferenciante habló poco de don Agustín, quizá por falta de tiempo. Omisión que César Pompeyo se propone subsanar en próxima charla sanjuanista.

Poinsett: Joel Robert Poinsett, enviado secreto de Estados Unidos para informar sobre el imperio de Iturbide. Embajador después, se significó por su nefasta intromisión en los asuntos mexicanos. Gran maestro de la logia masónica yorquina. Presentó al presidente James Monroe un plan para que México se convirtiera en colonia norteamericana. Plan que se ha venido cumpliendo hasta nuestros días. Punto por punto.

(Popularizó en su país la flor mexicana de Nochebuena —flores de Pascua—, que por este patrocinio recibe el nombre de “Poinsettia pulcherrima”).

Los masones: está muy difundida la versión de que, hasta hace poco, había que ser masón de grado 33 para ser general o presidente en México. Los masones y sus tendencias anticristianas se han infiltrado en los movimientos revolucionarios mexicanos y sus legislaciones derivadas.

Los liberales: intelectuales adictos a los enciclopedistas de Francia. Con el pretexto de buscar la libertad la suprimían donde podían. Le han causado graves daños a México. Se lo siguen haciendo.

(La Enciclopedia, de 35 tomos, dirigida por Denis Diderot, proclamó el triunfo del espíritu filosófico sobre el pasado y la tradición. Enarbolada por Voltaire y socios de las letras ateas, fue la mecha de explosiones revolucionarias en Europa y América).

Lucas Alamán: Padre de los historiadores liberales mexicanos. Aprendió el griego para enseñar a sus hijos la cultura clásica. Aprendió el alemán para leer en este idioma las descripciones de México y América en general que escribió Alejandro de Humbold, autor de famosa definición de México: “La ciudad de los palacios”. Señalado honor que resalta la riqueza de la Nueva España como joya de la corona española, pues el barón germano conocía muy bien las grandes capitales europeas. La lectura de los cuatro tomos de la historia Alamán es fundamental.

Juárez: oaxaqueño. Indio puro. Por eso trató tan mal a los indios. Liberal. En sus clases del seminario de Mérida, el Padre José María Casares Ponce lo llamaba “don Beno”. Don Benito le parecía demasiado cariñoso.

Don Porfirio: oaxaqueño. Indio por los cuatro costados. Por eso también trató tan mal a los indios. Ladino (astuto) manejó a su antojo y conveniencia a masones y católicos (igual que a los políticos, las elecciones y las élites sociales). Si, por ejemplo, la Iglesia cobraba fuerza, el general Díaz le daba luz verde a la masonería. Y viceversa. En su tiempo el peso valía más que el dólar. Ha sido el último gran presidente de México.

Por la plática del Padre Camargo desfilaron nuestros llamados “héroes de la Patria”, con sus virtudes y sus defectos. Defectos que han heredado y transmitido fielmente nuestros gobernantes de generación en generación, con las excepciones de costumbre. Opiniones, éstas, de César Pompeyo, no de don José Florencio Camargo.

Si el ilustrado cronista de Mérida y doctor en Historia no está de acuerdo con alguno de los conceptos expuestos en esta columna, de antemano se los atribuímos también al señor Pompeyo.— Mérida, Yucatán, 9 de septiembre de 2010.

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