(Primera Columna publicada el 12 de mayo de 2010)

Dos preguntas formuló ayer Vittorio Zerbbera, en su observatorio del parque de San Juan, antes de cerrar su expediente sobre la injerencia del gobierno del estado en la campaña electoral que concluye hoy:

1) “¿Por qué acto de comisión u omisión el gobierno de madame Ortega estableció el récord de la cochinada más grande del mundo?”.

2) “¿Cuál fue la intervención en la campaña que puede tener una influencia mayor en la votación del domingo 16 de mayo?”.

César Pompeyo y el reportero se miraron las caras. ¿La cochinada más grande del mundo? Durante 20 minutos pasaron revista a las actividades del gobierno de Ivonne Ortega que puedan competir por el récord, desde la guerra de Chablekal, para torpedear al Country Club, hasta el préstamo inolvidable de 1,800 millones —25 años para pagarlo—, pasando por la telenovela pecadora en el altar mayor de la Catedral, el negocio de los conciertos, los 500,000 pesos diarios en imagen y el chiste de Chichén Itzá, en que compraron con nuestro dinero unas tierras que eran nuestras.

El doctor Zerbbera reconoció el valor de cada propuesta, pero no aceptó ninguna, ni siquiera el atropello a la naturaleza que sería el exterminio de los bosques de Ucú, con la tomada de pelo a los ejidatarios, o la desaparición progresiva de millones de pesos, destinados a campesinos que no tienen donde caerse muertos, y su reaparición en los bolsillos de los vivos de Palacio.

—La puñalada trapera a Lolbé —propuso entonces Pompeyo como candidata al récord de la cochinada más grande del mundo, subrayando sus méritos: privar a una mujer inocente de su empleo, su automóvil y su única casa, de todo el patrimonio de una vida de trabajo, con acusaciones que no caben en la decencia y fueron expuestas con amplitud en el periódico del reportero.

—¿Qué significa trapera? —inquirió el italiano.

—Es un modismo, Vittorio. No encontrarás su definición precisa en el diccionario, pero es bien visible en la política yucateca. Significa con premeditación, alevosía y ventaja, Y por la espalda además.

—No me refiero, César, a esa puñalada, que merece, no lo dudo, un capítulo aparte en la historia del crimen organizado que el Movimiento Mundial contra la Mafia mantiene en actualización permanente. Me refiero a los tacos en un salón del Siglo XXI, certificados por los auditores de Guinness.

—Acabáramos, Vittorio. Si no aprendes a hablar bien el español no nos vamos a entender. No se dice cochinada: se dice cochinita. Tú te refieres a la cochinita más grande del mundo. Tacha todo lo anterior.

—En cuanto a tu segunda pregunta, es fácil de responder. El suceso más influyente de la campaña electoral fue el ejemplo del gobierno del estado. Los que están de acuerdo con la cochinita, porque de eso viven o piensan vivir, seguro votarán por el PRI. Todos los candidatos, con Angélica Araujo a la cabeza, han comido de los guisos de Ivonne y sus cocineros. Ninguno ha dicho fo. Dime con quién andas y te diré quién eres. Dime con quién comes y te diré quién se morirá de hambre.

—Los que no son devotos de los récords, los convencidos de que un voto por el PRI es una llamada a los dinosaurios para que se despachen a Mérida, después de pintarla de rojo, ésos, si salen a votar, lo harán por la oposición.

—¿Cuál es la opinión de usted, César? ¿A favor o en contra de la cochinada y los records? ¿Cómo quiere a Mérida?

—Cochinita, Vittorio, no cochinada, pero entiendo tu confusión: se parecen mucho. Yo, como soy abstemio, quiero a Mérida sin cochinadas, perdón, sin cochinita, sin grasa y sin tacos que atraigan el apetito de los saurios. Una ciudad teñida de rojo es una invitación taurina a que nos empitone el toro. Yo no me fío de promesas angelicales: yo me guío por calamidades certificadas. Lo que promete la señora Araujo suele estar al revés de lo que hace la señora Ortega. ¿Qué vas querer para Mérida? ¿Lo que te dicen o lo que ves? —Quiero que Mérida conserve su papel de punto de equilibrio, de excepción de la regla en una península agarrada por el PRI y a merced de alcaldes y diputados que quieran sacar las uñas. En una democracia incipiente como la nuestra, los triunfos electorales de carro completo son una invitación al naufragio. El barco se inclina de un solo lado y termina por hundirse. Yucatán está a tres días de flotar, asido al salvavidas de Mérida, o irse a pique con su capital por delante.— Mérida, 11 de mayo de 2010.

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