(Primera Columna publicada el 31 de mayo de 2010)

Diario de Yucatán” nació hace 85 años, en 1925, en el seno de un entorno hostil: el gobierno autocrático, unipersonal del presidente Plutarco Elías Calles, uno de los grandes enemigos de la libertad en la historia de México.

Era bola cantada que este periódico entraría pronto en confrontación con el régimen absolutista dado que su fundador, don Carlos R. Menéndez González, lo comprometió a luchar por la verdad, la justicia y el ideal. Lucha que es imposible en la prensa sin la libertad de expresión.

Don Carlos es ejemplo de hombre congruente: hacía precisamente lo que decía. Su conducta pública fue un espejo de los principios que proclamaba en sus editoriales. Vida, periódico e ideología eran, en el señor Menéndez, una trilogía inseparable. “Me quiebro, pero no me doblo” es, con la imagen de Cuauhtémoc, el sello (ex libris) de todos los libros de su biblioteca, hoy al servicio del público en su edificio del Parque de las Américas.

Como don Carlos no se doblaba, Calles procuró su muerte, sin éxito, pero quebró el periódico en diciembre de 1931. Un éxito efímero: el “Diario” cerrado por el tirano se abrió de nuevo en marzo de 1933 e inicia hoy el año 86 de su existencia. Atrás se han quedado sus detractores: los presidentes y los gobernadores que lo persiguieron. Muchos en el olvido. Otros en el sepulcro de la historia.

En este día de aniversario queremos recordar tres libros contemporáneos de “Diario de Yucatán”. Los tres fueron publicados en 1925. Uno es “Mein kampf” (Mi lucha), de Adolfo Hitler. El manual que reveló al mundo las ambiciones dictatoriales de un hombre y su Partido Nacional Socialista. Es la biblia de los nazis.

Vio la luz en 1925 la obra póstuma del checo Franz Kafka: “The trial” (El juicio). Una denuncia dramática de la injusticia. Su personaje, llamado sólo José K., es arrestado sin que cometa ningún delito y dedica su vida a protestar su inocencia, sin que nadie le diga de qué se le acusa o le explique en qué consiste ser culpable. La novela presenta lo que es nacer y vivir desnudo, indefenso, ante una autoridad arbitraria.

El tercero de nuestros contemporáneos es “The great Gatsby”, del estadounidense Francis Scott Fitzgerald. Una novela que expresa el desencanto de las “generaciones perdidas”. Algo como las generaciones actuales denominadas “ninini”: ni estudian, ni trabajan, ni creen en nada. El libro es una exposición crítica del estilo lujoso de vida, el hedonismo y la corrupción que están detrás de la riqueza y la vida indolente e irresponsable de los privilegiados. La alta sociedad.

Una comparación muestra en Yucatán, a nuestro parecer, ciertas semejanzas entre 1925 y 2010. La defensa de la verdad ante un monopolio político incipiente encarnado en la voluntad única de un gobernante endiosado. Una impartición de justicia que recuerda los calvarios de José K. Un núcleo social importante, porque puede ser influyente, pero abdica de sus responsabilidades para caer en comodidades, conformismos o apatías en que los valores valen poco y el dinero pesa mucho, en que la solidaridad con el bien común es una víctima cotidiana de la satisfacción personal y egoísta.

Hace tres años, el 31 de mayo de 2007, ante el retorno del PRI a la gubernatura, la Primera Columna escribió: “Ya no somos los mismos. En el nuevo campo de batalla todos tenemos derecho a la participación. El derecho a demostrar que nuestra intención, por censurable que haya sido, merece hoy nueva oportunidad… En Yucatán, si nos llevamos con civismo, caben todas las banderas. Si el progreso de Yucatán, no mío o de mi partido, es lo que busco, no habrá regreso al Siglo XX”.

Fue una alusión al partido político que, después de perder un monopolio que detentó 70 años, regresaba al poder al cabo de una ausencia de apenas seis. Es el momento de un examen de conciencia: reflexionar si ha merecido, si está mereciendo esa nueva oportunidad. Si cada quien, desde nuestro lugar en la sociedad, estamos haciendo lo que nos corresponde para que Yucatán merezca esa oportunidad.

Para no volver a ser lo que fuimos, para librarnos de un regreso a las calamidades del Siglo XX, es nuestra convicción que a los aprendices de Calles y Hitler que despuntan hoy, a los personajes ficticios de Kafka y Fitzgerald que son nuestra realidad, hay que enfrentarlos con hombres y mujeres que practiquen con honradez, en testimonios públicos, la congruencia entre pensamiento y acción que caracterizó a don Carlos R. Menéndez González.— Mérida, Yucatán, mayo de 2010.

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