(Primera Columna publicada el 11 de mayo de 2010)
—Como escribió la condesa de Pardo Bazán, la historia, cansada de engendrar, se repite a sí misma —recuerda César Pompeyo en la sacristía de la Iglesia de San Juan, durante una charla con el doctor Vittorio Zerbbera sobre los antecedentes históricos de las elecciones del 16 de mayo.
—Hoy como ayer el que dispone es el Centro. A principios del siglo XX, los presuntos precandidatos a suceder en el trono a Porfirio Díaz eran el ministro de la guerra, general Bernardo Reyes, y el secretario de hacienda, José Yves Limantour, caudillo del grupo de los “científicos“.
—Ayer como hoy, los pretendientes a la presidencia metieron la mano en las elecciones yucatecas. En 1902 fuimos entonces un estado clave, porque éramos ricos. Una mina de oro, el henequén, surtía de plata al gobierno federal y sus andanzas electorales.
—En 2010 ya no somos ricos, pero en los sótanos y repliegues políticos de las elecciones para la alcaldía de Mérida se acumulan los indicios de que, hoy como ayer, seguimos siendo una pieza clave en el mapa de los objetivos nacionales que anteceden a la sucesión presidencial.
—En 1902, los reyistas, partidarios de don Bernardo, propusieron primero la reelección del gobernador, general Francisco Cantón Rosado, y como no le pareció bien a don Porfirio, optaron por el general Juvencio Robles, conquistador en Quintana Roo de los últimos reductos mayas de la guerra de castas. Los científicos se agruparon en torno a Olegario Molina Solís.
—Consciente de la hegemonía del señor Molina sobre la vida económica, cultural y social del estado, dominio que los científicos se encargaron de subrayar, don Porfirio ejerció sus prerrogativas inapelables, impuso la candidatura de don Olegario y aseguró por lo tanto su victoria en las elecciones. Un triunfo que confirmaba y fortalecía a la dictadura en toda la nación.
—La candidatura de Angélica a la presidencia municipal nos recuerda la pugna, hace cien años, de reyistas y científicos. No es un secreto que, si gana, la señora Araujo estaría en el Ayuntamiento en calidad de testaferro de Ivonne Ortega: ejecutora de sus instrucciones. Se podría decir que la gobernadora sería de hecho la alcaldesa.
—Se podría decir, pero no afirmar, por las dudas que circulan sobre la verdadera fuente del mando en Yucatán. Entre las virtudes que se le reconocen a la señora Ortega, inclusive su tendencia hacia la farándula y su vocación para la telenovela, no está la de la facultad para gobernar. Se le ve como fachada.
—Fachada del cuarto de guerra donde Ulises Carrillo dicta las órdenes y su socia, amiga y suplente Gabriela López traza la estrategia, con la asesoría del delegado del PRI, Felipe Enríquez Hernández. Un trío con experiencia: manejó desde su cuartel en Progreso la campaña de Ivonne para la gubernatura.
—Pero no es una tercia autónoma que decida con independencia los destinos de Yucatán. Son intérpretes de la voluntad, de los designios de Enrique Peña Nieto y su pretensión a la presidencia de la república.
—Sobran las evidencias sobre las ligas entre los señores Ortega y Peña Nieto, incluyendo la referencia a la fachada. No soy nadie para hacer un diagnóstico sobre las facultades que adornan al gobernador del estado de México, pero en ciertos círculos se ve a don Enrique como la cara bonita de un cerebro, Carlos Salinas de Gortari, y un proyecto a corto plazo: recuperar la presidencia para restaurar bajo la égida de un solo hombre, o un solo grupo político, la dictadura de partido que, con sus 70 años en el timón, duplicó el récord de don Porfirio.
—El general Díaz es punto de enlace entre las candidaturas de Angélica y don Olegario. Después de 20 años de traiciones y asesinatos, la revolución mexicana, con Calles a la cabeza, para salir del baño de sangre y consolidarse tuvo que imitar a don Porfirio y recurrir a sus mismos métodos de gobierno.
—Desde 1870 hasta hoy México ha vivido 100 años de dictadura. Corremos el peligro de que aumenten con la bicandidatura Angélica-Ivonne. Su triunfo en los comicios del 16 de mayo despojaría a la nación del único punto de equilibrio, Mérida, que le queda en el Sureste y cerraría con Quintana Roo, Campeche y Yucatán un triángulo electoral al servicio de Enrique Peña Nieto o sus competidores por la candidatura del PRI.
—Un triángulo financiero también. En los tres estados, la subordinación del Poder Legislativo al Ejecutivo otorga a este último una libertad absoluta para disponer del presupuesto, añadirle ampliaciones y contratar créditos. En estos tres primeros años la administración de la señora Ortega habrá gastado alrededor de 66,000 millones de pesos. ¿A dónde se ha ido o irá tanto dinero? Poco sabemos. No sabríamos tampoco si Yucatán, como lo fue en tiempos de don Porfirio, se vuelve generoso contribuyente a las campañas electorales en los otros doce estados donde este año habrá elecciones de señalada importancia para la sucesión presidencial.
—Circula el temor de que, si cae en manos del binomio Araujo-Ortega, Mérida no sea para los meridanos: sea una pieza de un proyecto para recobrar el control del país y los millones del presupuesto del Ayuntamiento meridano refuercen el papel de “caja chica” que se podría asignar a Yucatán en las campañas electorales de este año en México.
—¿Tiene usted alguna prueba de este enfoque que usted le da a las elecciones del 16 de mayo? —pregunta el doctor Zerbbera a Pompeyo.
—Ninguna —responde don César—. Es una interpretación personal nuestra del panorama político. Le pondría el mismo título que una sección antigua de Diario de Yucatán en su suplemento dominical: “Novelas de misterio que escribió la realidad”. Somos una tierra de misterios que parecen realidad y realidades que nos parecen misterios.— Mérida, Yucatán
