(Primera Columna publicada el 31 de agosto de 2012)
En olor de escándalo y tufo de basura, símbolos espirituales y materiales de su administración, agoniza el ayuntamiento de Mérida 2010-2012 en camino hacia su anhelada defunción.
Con motivo de este feliz suceso, Vittorio Zerbbera y César Pompeyo reanudaron sus charlas en el parque de San Juan con la lectura del discurso que su presidenta desertora, Angélica Araujo, pronunció al asumir el mando del municipio.
Zerbbera y Pompeyo analizaron los 10 juramentos que la alcaldesa hizo aquel aciago 10 de julio de 2010, a fin de proponer un borrador de acta de defunción. Ofreceremos una síntesis del decálogo y el comentario que su cumplimiento mereció de don César y don Vittorio:
1. “Lo primero habrá de ser la honestidad”. No se puede decir que fue lo último, porque no hubo. Ejemplo: no explicó qué hizo con los 25 millones que produjo el concierto de Shakira. Es del dominio público que los talleres municipales fueron cuevas de Alí Babá.
2. “La cercanía con la gente”. Lo contrario. Muestras: a pesar de las razonadas y clamorosas protestas ciudadanas, se empeñó en construir el paso deprimido y en cambiar las 82,000 lámparas de Mérida en un negocio que ha sido calificado como “el robo del siglo”.
3. “Nuestra responsabilidad y sensibilidad social habrán de ser respaldadas por el mandado del profesionalismo”. Insensible a las opiniones de los profesionales, no los consultó o los ignoró cuando le ofrecieron sus opiniones. Sin este respaldo, la irresponsabilidad era inevitable.
4. “Promesa de austeridad”. Pompeyo y Zerbbera se unieron en una carcajada, porque no se sabe en qué se gastó el repentino crédito de 100 millones de pesos que el Congreso le autorizó como cheque en blanco a una comuna que fallece en bancarrota.
5. ”La promesa de la eficacia… desde el primero hasta el último día”. El colapso del sistema de limpieza y recolección de basura es prueba penetrante de un gobierno sucio que nos deja una ciudad sucia.
6. “El cambio sólo será posible si trabajamos en equipo”. Misión cumplida: como trabajaron en equipo, el dispendio, el robo y la malversación fueron generalizados. Aquí sí se puede hablar de eficacia. El cambio fue evidente: Mérida retrocedió 20 años.
7. “La seguridad”. Podemos atribuirla a cualquier cosa, menos a la contribución del ayuntamiento moribundo, que molió a palo limpio a hombres, mujeres y niños indefensos que protestaban contra el paso deprimido. Molienda impune y glorificada por el cabildo, que en uno de sus estertores acaba de decretar que la plazoleta del túnel es la “Glorieta de la paz”. Además, la burla.
8. “La firmeza. Este gobierno, lo digo sin empachos, seguirá el ejemplo de Ivonne Ortega”. La alcaldesa se excedió en el cumplimiento de este compromiso. Es notorio que no estuvo al servicio de Mérida sino de la gobernadora.
9. “El noveno punto de nuestro decálogo será la humildad”. Fue al revés. En su discurso de despedida a la alcaldía, el 6 de enero de 2012, dijo, “con la conciencia muy tranquila”, que su actuación “iluminará el camino de nuestro municipio, de nuestro estado, de nuestra patria,” para que “su resplandor le recuerde a todos que dejamos un legado de prosperidad para las futuras generaciones”. Un legado inédito de desfachatez.
10. “Sabremos servir con un nuevo liderazgo”. Otra misión cumplida: supo muy bien a quién servir: su servicio a Ivonne fue incondicional. Claro que fue nuevo su liderazgo: Mérida no recuerda otro servilismo igual. “Gracias gobernadora, porque usted es el mejor ejemplo de que es posible volver a tener confianza en la política” —exclamó la alcaldesa emigrante en su despedida.
Como veredicto en su juicio sobre el decálogo de Angélica, don Vittorio, aficionado de pura cepa a la música latinoamericana, invitó a don César y a los meridanos a cantar dos estrofas de “Por seguir tus huellas”, canción del compositor boricua Plácido Acevedo Sosa”:
“Te vas de mi lado porque eres cobarde — y porque le temes a mi situación.— Después de engañarme me dejas rodando —sufriendo las penas de tu falso amor.
“Fueron tus palabras falsos juramentos, — palabras que el viento lejos se llevó. — ¡Cómo me arrepiento de haberte querido!, — por eso maldigo tu negra traición”.
Pompeyo no quiso cantar. Le pareció exagerada la comparación, demasiado duro el veredicto. Piadoso con quien no tuvo piedad, puso fin a la charla con esta sentencia:
—Vittorio, no toda la culpa es de Angélica. Ten en cuenta que viene del PRI.— Mérida, Yucatán, 30 de agosto de 2012.
