(Primera Columna publicada el 13 de junio de 2012)
En su tercera meditación sobre “Orgullo y compromiso”, lema de los candidatos del PRI en Yucatán, César Pompeyo recordó los augurios agoreros del profeta de Oxkutzcab, anunciados en la plenitud del gobierno de Ivonne Ortega Pacheco y su “Nueva Mayoría”.
Haremos la cita textual de la profecía del campesino Claudio May Uc: “La agricultura no está lejos de volver a vivir la misma situación de hace 30 años. La gente pobre puede volver a vivir esos tiempos” (“Diario de Yucatán”, 22 de agosto de 2009).
Ya entraron en vigor las calamidades que el visionario de la villa sureña pronosticó: el gobierno de doña Ivonne ha tenido sobre el campo el efecto demoledor de huracanes y plagas. La población del campo ya está instalada en la época aciaga que predijo don Claudio.
El colapso del sector primario de la economía (agricultura, ganadería, silvicultura y pesca) tiene la calificación reciente de “debacle”, palabra que significa: “ruina, desastre o situación lamentable”.
Datos oficiales (18 de mayo de 2012) revelan el tobogán por el que se deslizan las actividades rurales. Los guarismos del descenso comienzan con la sábila, un 79%, y en el maíz, columna vertebral de la alimentación del pueblo, es del 75% respecto al inicio de la administración Ortega. El desplome es general.
Un índice de la magnitud de la caída es la producción de leche: Yucatán ocupa hoy el último lugar en la república. De los 6 millones 769 mil litros que rindió el último año del gobernador Patricio Patrón Laviada hemos perdido la mitad: hoy estamos en 3 millones 364 mil litros. Como el estado tiene un millón 995 mil 577 habitantes, el promedio anual es de 1.7 litros por yucateco. Un escándalo.
En comparación con el gobierno de Patrón Laviada, el declive del sector primario ya era de 8.1% en 2008 y aumentó en 4.6% en 2009. Este retroceso de “30 años” entrevisto por el profeta maya tiene un motivo inhumano que se ha denunciado en sólidas investigaciones periodísticas que nunca han podido ser desmentidas.
Un reportaje del 6 de marzo de 2012 identifica en un párrafo conciso a los criminales: “una extensa e intrincada red subterránea de administración delictuosa del dinero público que involucra a empresarios y funcionarios del gobierno local y del PRI”.
El centro neurálgico de la red está en la Secretaría de Fomento Agropecuario: por medio de un sistema de fraudes diseñado con premeditación y alevosía se ha valido del nepotismo, la duplicidad en los pagos, el cobro de servicios no prestados, las compañías fantasmas, las facturas falsas, los proveedores inexistentes y la explotación de la ignorancia campesina para cometer y seguir cometiendo el crimen de desviar hacia el enriquecimiento ilegítimo y otros fines inconfesables los créditos y asignaciones de dinero federal y local destinados a rescatar de la pobreza y la ineficiencia al inframundo de gente humilde y necesitada que se ocupa de las labores agropecuarias.
A juzgar por la multitud de denuncias, los documentos con fechas y nombres que las apoyan y la impunidad que estimula la multiplicación de los delitos acusados, el robo del gobierno de Ivonne Ortega al campo yucateco es un iceberg que en la superficie se eleva a largos centenares de millones de pesos. El monto monstruoso del pillaje quizá nunca se llegue a saber, pues la red de ladrones es subterránea y muchas de sus operaciones están aún bajo el agua.
A pesar de todos los pesares, Rolando Zapata Bello, candidato del PRI a la gubernatura, en el discurso que pronunció en Progreso, el 20 de mayo, al lado de Enrique Peña Nieto, dijo lo siguiente:
“Sin la renovación y el cambio que la Nueva Mayoría llevó al poder hace 5 años, ninguno de los que hoy somos candidatos en el estado tendríamos los cimientos esenciales de los buenos resultados de gobierno, de la confianza ciudadana y de tener muy clara una visión y un proyecto de desarrollo… Esa es la lección que sé que en nombre de todos los candidatos nos comprometemos con Yucatán e Ivonne Ortega a nunca olvidar”.
Una lección que, en vez de orgullo, nos debe llenar de tal vergüenza y repudio, que tengamos tan clara su visión, que nos unamos en el compromiso de no olvidarla jamás para impedir que se repita. El profeta de Oxkutzcab diría: “No podemos volver a vivir estos tiempos”.— Mérida, 12 de junio de 2012.
