Es entendible que algunas personas con visión de derecha admiren a un hombre conservador, autoritario, corrupto y represor como Vladimir Putin.

En Estados Unidos, Donald Trump y sus simpatizantes le aplauden; en México desde hace años individuos vinculados con la ultraderecha, como el FNF, hacen lo propio.

Mucho menos obvias son las razones por las que en nuestro país el Presidente ruso se ha convertido en referente para un puñado de simpatizantes o aliados de la Cuarta Transformación impulsada por un gobierno de izquierda. La instalación del grupo de la amistad México-Rusia en el Congreso mexicano es apenas la muestra más reciente de ello.

En este artículo argumentaré que esta tendencia ayuda a exhibir tres vicios presentes en algunos sectores de la izquierda mexicana; tendencias inaceptables que tendrían que ser domadas si verdaderamente queremos que el sentido de la transformación de nuestro país apunte hacia la izquierda.

Vicio 1: autoritarismo sobre liberalismo. El primer vicio es la idea de que es necesario elegir entre dos opciones: el liberalismo político y económico irrestricto o un gobierno autoritario.

Esta idea parte de una premisa fundamental para quienes se identifican con la izquierda y que comparto plenamente; a saber, que los ímpetus del poder económico deben ser moderados o canalizados por el Estado.

Es de sobra sabido que en las democracias liberales donde reinó el neoliberalismo los dueños del capital lograron imponer sus condiciones al resto de la sociedad. Estas condiciones implicaron estructuras que transfieren recursos de las mayorías a la élite económica y gobernantes que garantizan su funcionamiento. El resultado: desigualdad, marginación y opresión crónicas.

Putin es atractivo en este sentido, pues consideran que el Presidente ruso está por encima de las élites económicas y no permite que éstas utilicen la democracia electoral para ponerle en jaque. En consecuencia, el actual modelo ruso es un buen referente cuando se trata de evitar que los dueños del capital impongan sus condiciones al resto.

El error de quienes asumen lo anterior es doble.

En primer lugar, es falso que cualquier tipo de control estatal autoritario puede evitar los efectos del neoliberalismo. Durante los años que Putin ha gobernado con puño de hierro, la economía rusa ha girado alrededor de las necesidades de sus oligarcas, no las de su pueblo. Este grupo, conformado por aliados cercanos a los que el todopoderoso Putin ha favorecido directamente con acciones que van desde políticas públicas hasta despojos, ha sido el gran ganador del control que ejerce el presidente ruso.

En segundo lugar, es falso que quienes queremos un mundo más igualitario tengamos que elegir entre autoritarismo o neoliberalismo. En los sitios donde mejor se ha puesto en jaque a los grandes capitales y donde mejor se han redistribuido los recursos se ha recurrido a una combinación de políticas progresistas y democráticas, y no a la autoridad irrestricta de un individuo en el poder. ¿Por qué la izquierda mexicana habría de renunciar entonces a esta posibilidad?

Vicio 2: conservadurismo sobre progresismo. El segundo vicio es la idea de que los movimientos pro-derechos impulsados por la comunidad LGBTI, las feministas, o las personas defensoras de ecología son principalmente “productos importados” tomados como banderas para defender a Estados Unidos y a sus intereses, normalmente vinculados con los de grandes capitales globales.

Dado que este es el caso, se argumenta en algunos sectores de la izquierda mexicana, es preciso elegir entre (a) respaldar y dar espacio a estos movimientos o (b) cerrarles la puerta y defenestrarlos cuando sus reclamaciones impliquen críticas o demandas al actual gobierno de izquierda.

No sin un alto grado de perversidad, Vladimir Putin puede ser considerado referente en este sentido. El gobierno del actual Presidente ruso desprecia, e incluso persigue y reprime, a movimientos como los mencionados arriba. Y lo ha hecho, en muchos casos, argumentando que son financiados por Estados Unidos para promover valores antagónicos de los valores representados por el gobierno de Rusia.

El problema es que incluso si el feminismo, los derechos de la comunidad LGBTI o el ecologismo han sido “importados” —algo de suyo debatible—, es falso que de la defensa de estas casusas se siga un respaldo a los intereses de una potencia extranjera por encima de los mexicanos. Finalmente, las únicas personas que se beneficiarán de estos ímpetus progresistas en la izquierda nacional son personas que viven en México.

Tampoco es cierto que la izquierda deba elegir entre estas causas y un enfoque más tradicional restringido a la desigualdad económica. Estas luchas no sólo no son excluyentes, sino que incluso se ha argumentado que son necesariamente complementarias.

Finalmente, es un error monumental suponer que cerrarles la puerta, haciendo eco a grupos ultraconservadores como el FNF o la jerarquía católica mexicana, sea la única opción disponible para evitar que las críticas y reclamaciones que vienen desde estos sectores lesionen la legitimidad del actual gobierno.

La alternativa es evidente: sumarles e incorporarles al gran proyecto de izquierda que dice representar la Cuarta Transformación. Desde luego, esto implica un enorme trabajo; pero lo contrario claramente es incompatible con un enfoque auténticamente de izquierda.

Vicio 3: Populismo sobre inteligencia. El tercer y último vicio que se refleja en el apoyo de algunos simpatizantes de la izquierda mexicana a Putin tiene que ver con una preferencia por el populismo sobre la inteligencia.

Por populismo entiendo aquí el gran movimiento iniciado a mediados de la década pasada que implica un discurso basado en tropos, narrativas anti-sistema apoyadas en divisiones dicotómicas simplistas, desprecio a las personas expertas o a la ciencia y el uso intensivo de redes sociales para amplificar todo lo anterior.

En este sentido, Putin es la encarnación del nuevo populismo. Y también uno de sus principales promotores alrededor del mundo. El apoyo técnico y operativo que desde Rusia se brindó a Donald Trump o a el movimiento a favor de Brexit son dos botones de muestra.

Alrededor del mundo, han sido personas principalmente vinculadas con la derecha quienes se han montado en esta ola.

Sin embargo, en México hay quienes, explícita o implícitamente, aceptan la idea de que, siempre y cuando funcione, no tiene nada de malo surfearla para defender a un proyecto de izquierda.

El más claro ejemplo de ello es un subgrupo de pensadores que se identifican con la Cuarta Transformación; personas que, a través de sus espacios en medios y redes sociales, actúan como amplificadores de una defensa a capa y a espada basada en las descalificaciones, exhortaciones a tomar partido y la agitación de avisperos de bots, ciborgs y fanáticos.

La palabra “intelectual” incluso ha sido usada como peyorativo por quienes en los hechos asumen el rol de clérigos del actual gobierno. En boca de estas personas es posible encontrar lo mismo falacias ad hominem, que apelación a instintos básicos por encima de razones.

La idea detrás de esta posición es que utilizar el manual del populismo contemporáneo es necesario para blindarse de los intentos de “golpes blandos” de la derecha. Aunque abusada y mal utilizada, la idea de golpes blandos se ha trivializado, coincido con quienes piensan que hay motivos de sobra para pensar que algunos sectores de las élites mexicanas se relamen los bigotes pensando en esta idea.

Pero la izquierda, tradicionalmente vinculada con la razón y con la inteligencia, no puede negar estas facultades sin contradecirse.

Además, hacerlo implica aceitar una maquinaria para el eventual despegue de un populista de derecha.

Tampoco es cierto que esta sea la única opción sobre la mesa. Estoy convencido de que construir una defensa crítica de la Cuarta Transformación basada en razones y compatible con la inteligencia es posible en la teoría y en la práctica. Pero para que este sea el caso, es necesario primero dejar de coquetear con el populismo y vencer la pereza mental, la conveniencia o el fanatismo.

Conclusión. Un puñado de simpatizantes o aliados de la Cuarta Transformación simpatizan con el gobierno de Vladimir Putin; un hombre conservador, autoritario, corrupto y represor.

En este artículo he argumentado que esta tendencia ayuda a exhibir tres vicios presentes en algunos sectores de la izquierda mexicana: la preferencia del autoritarismo sobre el liberalismo, del conservadurismo sobre el progresismo y del populismo sobre la inteligencia.

Y que estas tendencias deben ser domadas si verdaderamente queremos que el sentido de la transformación de nuestro país apunte hacia la izquierda.— Edimburgo, Reino Unido.

Correo: asalgadoborge@gmail.com

Twitter: @asalgadoborge

*) Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo).

 

 

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