No hay duda de que nuestro México es tierra de contrastes, de tradiciones, de bellezas naturales y de fortaleza. Fortaleza que se hace presente en momentos de tragedia, de dolor, donde el ser humano saca el valor para no doblarse ante la adversidad.

Hay que tener siempre presente que nuestro México nos ha dado mucho y que llegado el momento debemos corresponder con entrega, con pasión y con amor.

Nuestras tradiciones se han hecho presentes una vez más, en la colocación de altares a nuestros seres queridos que se nos adelantaron. Una forma muy hermosa de recordar cómo fueron en su permanencia en esta vida.

Todo México se viste de gala y lo manifiesta en la decoración de sus altares. Cada región de nuestro país mantiene vivas sus raíces, sus costumbres, mismas que han trascendido fronteras.

Es una forma de recordar a nuestros familiares, amigos, vecinos, pero también de mantener vivas nuestras tradiciones que, en honor a la verdad, son realmente hermosas. Los mexicanos, sabemos disfrutar de nuestras bellezas y nos enorgullece mostrarlas al mundo.

Sin embargo, en un momento de dolor, cuando la tragedia llega a “golpear” una parte de nuestro México, como recién sucedió con Acapulco y otros poblados del estado de Guerrero, los mexicanos sabemos ser solidarios.

Nos unimos al dolor porque una desgracia en cualquier rincón de nuestro México querido nos afecta a todos los mexicanos.

Lo sucedido a Acapulco es una gran lección para aquellos que se sienten dueños de todo. Una catástrofe nos ubica en la realidad: que somos seres humanos, vulnerables ante la fuerza de fenómenos naturales. Ante esa fuerza destructora y los designios de Dios nadie puede ni debe sentirse superior.

Hemos descuidado muchísimo el medio ambiente. El respeto que sentían nuestros antepasados por la Naturaleza era enorme; ese sentimiento de cuidar para las siguientes generaciones lo que existía, era su prioridad.

El respeto se ha ido extinguiendo hasta lograr causar un daño irreversible del que quizás no nos hemos dado cuenta. Destrucción de zonas boscosas; árboles que significan vida para dar paso a caprichos absurdos más que a necesidades reales. La tala de árboles se ha intensificado, hay que decirlo. Como también el problema de la basura en mares y ríos.

Hoy, con dolor vemos el sufrimiento de pescadores en zonas de Guerrero, donde no pueden lanzar sus redes para atrapar peces que les permitan subsistir, porque lamentablemente hay demasiada basura que impide obtener con la pesca algún sustento.

Con tristeza observo una vez más que somos nosotros los que nos estamos destruyendo. Por un lado, tenemos el ecocidio a nuestro planeta; por otro, el abrirle las puertas a la violencia, a bandas criminales que destruyen indiscriminadamente poblados con todo y sus pobladores. Autoridades que han cedido espacio a algún cartel y han puesto en riesgo a comunidades. Todo por la ambición y el poder. Acapulco solo es una muestra, muy dolorosa de cómo está la situación en nuestro México.

Dios sabe porqué permite que las cosas sucedan. Lo lamentable en toda tragedia es la pérdida de vidas humanas; personas, familias que se han quedado sin nada. Sin un techo donde vivir, sufriendo la pérdida de muebles. Sin alimentos. Y lo mismo sufren los padres o los hijos. Todo escasea. Una vez más la sociedad civil es la que sale al rescate y se adelanta al gobierno en todo. Un gobierno insensible al dolor y al sufrimiento ajeno, que destruyó fideicomisos, incluyendo el de desastres.

Por ello, hay que seguir ayudando; no nos cansemos de apoyar. Acapulco hoy nos necesita a todos, y si ya depositamos en alguna cuenta, donemos una despensa, agua, o lo que se requiera. Hoy es por ellos, mañana quizás, sea por nosotros. Que ninguna ciudad se quede sin aportar algo para nuestros hermanos en desgracia.

En Coahuila, en la 47 Zona Militar con base en Piedras Negras y al mando de su comandante, general Fidel Mondragón Rivero DEM se estará recibiendo la ayuda para ser enviada a Acapulco.

Es tiempo de actuar, de agradecer, de dar, de retribuir, con un poco al menos, lo mucho que hemos recibido de los militares en cuestión de seguridad.

Mantener una ciudad como la nuestra, en orden, blindada y con tranquilidad, vale mucho se los puedo asegurar. Por eso insisto, hay que acudir al llamado que hoy se nos hace y llevar nuestra aportación a las instalaciones de la 47 Zona Militar. Hay que sumar siempre y siempre estar dispuestos a acudir en auxilio de quien lo necesite.

Lo más valioso de un país como México es su gente. Generosa, dispuesta a levantarse de una tragedia y ayudar a otros a salir adelante. Juntos, todos apoyando lo lograremos. Dios bendiga a quienes actúan con generosidad y verdadero amor al prójimo.— Piedras Negras, Coahuila.

Periodista

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