CARLOS R. MENÉNDEZ LOSA (*)
El “campo de exterminio” de Teuchitlán es un golpe seco al régimen obradorista, tan severo que la maquinaria de manipulación y simulación del gobierno federal ha tenido que reforzarse para contrarrestar sus efectos, incluida una supuesta encuesta, por encargo, que atribuye a Claudia Sheinbaum un récord de popularidad del 85%.
En el contexto de la crisis económica derivada de las amenazas de Donald Trump, Teuchitlán se ha convertido en un símbolo de los desafíos que enfrenta la presidenta, comenzando por el reto de demostrar que puede romper con la inercia de complicidad con el crimen organizado que le heredó AMLO y, con ello, recuperar parte de la seguridad perdida.
El hallazgo del “campo de exterminio”, o “centro de adiestramiento, tortura y asesinatos”, como prefiere llamarle el gobierno (bit.ly/43CFT2x), vuelve a poner en el centro del debate la crisis de seguridad y desapariciones en el país. Deja en evidencia el creciente poder de los cárteles del narco y la violencia que los acompaña, una de las grandes deudas del obradorato.
El morenismo ha construido un mundo ficticio donde todo marcha bien y no hay errores. Afirman reiteradamente, por ejemplo, que la corrupción ha desaparecido y que el “pueblo” es muy feliz. Sin embargo, cuando se contrastan los discursos con los hechos, la manipulación y la simulación afloran, a través de la repetición de mentiras o medias verdades.
El régimen polariza para consolidar una base de apoyo leal, distraer de las fallas del gobierno y mantener el poder a pesar de los serios problemas de México. Insiste en la idea de un enemigo común: “los conservadores”; fortalece el asistencialismo con más programas sociales y desacredita, sin medida, a todo aquel que no siga la narrativa oficial.
Morena y sus aliados se han mantenido fuertes gracias a la combinación del clientelismo improductivo, una polarización creciente, la manipulación mediática y la ausencia de una oposición efectiva. Cualquier factor que ponga en riesgo ese poder es atacado o minimizado. De ahí la relevancia de los efectos de Teuchitlán en la estabilidad del régimen.
La tragedia de los desaparecidos pone de manifiesto la falta de resultados del obradorismo. La corrupción sigue siendo un problema grave, la impunidad permanece alta y persiste la complicidad con el crimen organizado. Se sigue culpando al pasado, pero los resultados muestran fracasos en aspectos esenciales como la seguridad y el desarrollo económico.
MANIPULACIÓN
En la semana que termina, la presidenta Sheinbaum y sus aliados han tenido que dar marcha atrás en la inercia “renovadora” de los últimos meses y revivir los métodos de manipulación que caracterizaban a López Obrador. El caso Teuchitlán demuestra que es mucho lo que podrían perder si continúan con la incipiente “apertura democrática”.
Para distraer de otros problemas más graves, se arma un espectáculo mediático, con “periodistas” e “influencers” a sueldo, para demostrar que el rancho Izaguirre no fue un “campo de exterminio”, sino solo “un sitio de adiestramiento”. Se manipula para confundir, dejando de lado lo más importante: la complicidad del régimen con el crimen organizado.
Recurriendo a lugares comunes de AMLO, Claudia Sheinbaum asegura que, gracias a la próxima elección judicial —un claro ejemplo de manipulación—, “México es el país más democrático del mundo” (bit.ly/3FGOKWL). Ataca con furia a la prensa independiente y desvía la atención hacia temas de “menor calado”, como los desatinos de Cuauhtémoc Blanco y Fernández Noroña.
Ante la crisis que se avecina, la fuerte recesión que anticipa esta semana el Inegi y la creciente deuda que lo amarra, el régimen sabe muy bien que debe seguir disfrazando la realidad, con manipulación y propaganda, si quiere mantener el poder. Los efectos negativos de su gestión aún no impactan en la percepción positiva de la mayoría de los mexicanos.
Para no quedarse atrás, en Yucatán, el gobernador Huacho Díaz monta un espectáculo de tres pistas para presentar su manipulador “plan estatal de desarrollo”, que promueve el “renacimiento maya” —y lo que eso signifique—, al que identifica como “la expresión de la cuarta transformación y su segundo piso”. El objetivo: “disminuir ancestrales desigualdades” (bit.ly/4iVvOm8).
INCONGRUENCIAS
El maestro de ceremonias es el expresidente estatal priista Luis Hevia Jiménez, quien, junto con el cuestionado constructor Mario Millet, fue jefe del cuarto de guerra en la campaña por la gubernatura de Díaz Mena. “Nada con el PRI, imagínense”, exclamó esta semana Claudia Sheinbaum en relación con el caso de Cuauhtémoc Blanco. “La Iglesia en manos de Lutero”.
Con “inocencia”, el gobernador advierte que “quien no sea un servidor público honesto y ético, no tendrá cabida”. La amenaza surge apenas unos días después de que reprendiera a integrantes de su gabinete por “salirse del huacal en la contratación de proveedores” y diera línea: “Hay que cumplir con quienes se tienen compromisos de campaña” (bit.ly/3FL2iAG).
El caso de Teuchitlán es una seria llamada de atención. Al barco de la “4T” comienza a entrarle agua, y la capitana lo sabe. De ahí el resurgimiento del engaño y el disfraz. Morena y aliados siguen arrasando, pero no son invencibles. Hasta ahora, han demostrado ser resistentes gracias a la combinación de asistencialismo, polarización y control mediático.
La permanencia en el poder del obradorato no tiene por qué ser indefinida. Los errores de gestión, la severa crisis económica en puerta, el débil liderazgo de los herederos de AMLO y la creciente corrupción representan una oportunidad para quienes buscan un cambio más democrático, siempre y cuando unan esfuerzos. Estemos atentos.- Mérida, Yucatán.
