CARLOS R. MENÉNDEZ LOSA (*)
Para que un país sea más competitivo, necesita una democracia sólida y un desarrollo económico sostenido y equitativo. Ambos pilares se erosionan —como ocurre en los regímenes populistas— cuando se rompen los equilibrios del poder político, se debilita el Estado de Derecho, se criminaliza la crítica y la población queda a merced del clientelismo.
El ataque a las instituciones democráticas y la concentración de poder —rasgos del populismo autoritario— minan las bases de la competitividad: politizan la justicia, anulan los contrapesos, incrementan la ineficiencia y desalientan la inversión. El resultado es un país menos libre, con empleos de menor calidad, escasa innovación y mayor pobreza estructural.
Al sustituir el mérito por la lealtad, privilegiar el control sobre la eficiencia, desmantelar instituciones clave y crear un clima hostil al desarrollo productivo, se destruyen los cimientos de una sociedad competitiva. Se avanza así en sentido contrario a las reglas claras, la educación de calidad, la transparencia y la confianza que exige el crecimiento sostenible.
No sorprende, entonces, que la Clasificación Mundial de Competitividad —elaborada por la reconocida escuela de negocios IMD de Suiza— haya vuelto a reprobar a México este año. En su informe más reciente, publicado esta semana, sitúa al país en el lugar 55 de 69 economías evaluadas, muy por debajo del puesto 39 que ocupaba a principios de este siglo (bit.ly/44zSrGP).

Basado en 300 indicadores que combinan estadísticas oficiales con percepciones de altos ejecutivos, el reporte confirma —con datos duros— el retroceso mexicano: un reflejo del deterioro institucional, la falta de rumbo económico y el desgaste democrático. Una vez más, se reprueba la capacidad de nuestra economía para competir con éxito en el mundo.
La evaluación destaca las “profundas debilidades estructurales” de México, en particular en la prestación de servicios públicos esenciales y en la equidad social. El país obtiene calificaciones especialmente bajas en educación, salud y generación de oportunidades, y se advierte que la polarización extrema ha derivado en una peligrosa fractura social.
Con un alarmante 84.4% en la percepción de polarización, el informe alerta sobre un ambiente de confrontación creciente, alimentado por el desgaste de la confianza pública, el incremento de la desigualdad y la incapacidad del gobierno para ofrecer soluciones efectivas. En este contexto, los consensos se vuelven cada vez más difíciles de alcanzar.
PERVERSIDAD
Desde 2018, el régimen morenista ha privilegiado el gasto asistencial sobre la inversión productiva, lo que frena el crecimiento y reduce la productividad. Se destinan millonarios presupuestos a programas clientelares improductivos, que generan incentivos perversos: para muchos, resulta más conveniente recibir apoyos que integrarse a la economía formal.
En su afán por concentrar el poder y fortalecer su base electoral, el obradorato ha debilitado los contrapesos —como el INE y el Poder Judicial—, fundamentales para un entorno competitivo. El resultado es una creciente incertidumbre jurídica que ahuyenta la inversión privada: sin reglas claras ni árbitros autónomos, no hay garantías para operar ni prosperar.
El régimen ha contado también con la complicidad, el oportunismo o la pasividad de sectores empresariales y de élites tradicionalmente asociadas al poder económico y político, como sucedía en los años de hegemonía autoritaria del PRI. El pragmatismo morenista ha alcanzado niveles de escándalo en su relación con la otrora “mafia del poder”.
Morena llegó al gobierno prometiendo erradicar la corrupción, pero ha tolerado —cuando no protegido— a empresarios afines, mientras ataca con virulencia a quienes promueven un rumbo distinto. Los abultados presupuestos para las improductivas obras faraónicas de la 4T se asignan discrecionalmente a quienes se someten y colaboran.
Esa relación de complicidad ha permitido que la simulación sustituya al diálogo y que los caprichos del poder reemplacen los mecanismos institucionales. En lugar de exigir reglas claras y transparencia —claves de la competitividad—, muchos prefieren acomodarse al sistema clientelar, siempre y cuando sus intereses no se vean afectados.
Patéticos son los casos que ya se viven en Yucatán bajo esta nueva era “morenista”, donde buena parte de la obra pública —incluso la proveeduría de servicios esenciales, como la impresión de las nuevas placas automotrices— se entrega a mafias empresariales, como la que encabeza el constructor Mario Millet Encalada. Y nada ni nadie parece ponerles freno.
COMPLICIDAD
El Congreso se hunde en la corrupción, el gobernador se concentra en el clientelismo, y algunos líderes del sector privado adoptan un tono complaciente, evitando confrontar al régimen para no poner en riesgo —al parecer— sus intereses. Llama la atención la tibieza, incluso el silencio, de organismos tradicionalmente combativos como Coparmex Mérida (bit.ly/40dpuyM).
Sin duda, el obradorato avanza firmemente en ese fortalecimiento hegemónico que tanto amenaza la competitividad. Y conviene tener claro que, para mantenerse en el poder, Morena y sus aliados no necesitan mejorar el desempeño económico ni reducir de forma efectiva la inseguridad. Les basta con sostener la simulación y las complicidades.
Mantener la percepción de cercanía con “el pueblo”, repartir beneficios improductivos de manera masiva y debilitar aún más a las clases medias —claves para la democracia— son pasos seguros en la ruta que Morena ha decidido seguir. A ello se suma el hostigamiento a la crítica y la organización de elecciones sin competencia real, como las recientes judiciales.
Rumbo a los comicios intermedios de 2027 —cuando podría redefinirse la conformación del poder Legislativo, hoy controlado de forma arbitraria por el régimen—, la aplanadora morenista se apresta a nuevas medidas, como una reforma al INE que le reste autonomía y lo debilite aún más como contrapeso. Las amenazas a la competitividad no cesan.
Para ser más productivo, México necesita reformas que fortalezcan el Estado de Derecho y promuevan un desarrollo económico más abierto y libre. Si realmente aspiramos a ser más competitivos, no hay alternativa: debemos frenar la alarmante polarización que —como advierte la escuela de negocios suiza— amenaza nuestro futuro.
El retroceso de los últimos años no es casual: es consecuencia de un modelo que sustituye el mérito por la lealtad y la crítica por la sumisión. Si la simulación prevalece sobre la exigencia y el acomodo sustituye al compromiso ciudadano, el país seguirá atrapado en un círculo vicioso de estancamiento y decadencia institucional.
El texto deja un mensaje claro, contundente y crítico:
México ha extraviado su rumbo competitivo como resultado de un modelo populista que debilita las instituciones, privilegia la simulación y promueve el clientelismo sobre la legalidad, el mérito y la eficiencia.
Más específicamente, el mensaje central puede desglosarse así:
1) La competitividad de un país no es posible sin democracia, Estado de Derecho y contrapesos efectivos.
- El texto demuestra que la concentración de poder, el debilitamiento institucional y el clientelismo —rasgos del populismo autoritario— erosionan los fundamentos necesarios para el desarrollo económico sostenible y equitativo.
2) El régimen morenista ha creado un sistema perverso y simulador:
- Apuesta por el asistencialismo improductivo
- Recompensa la lealtad sobre el mérito
- Ataca a la crítica y debilita a los contrapesos (como el INE y el Poder Judicial)
- Se apoya en sectores empresariales cómplices, como se ilustra en el caso de Yucatán.
3) La polarización extrema y la simulación sustituyen al diálogo y al compromiso democrático.
- Esto genera un ambiente tóxico que impide los consensos y margina a las clases medias, fundamentales para una economía moderna y una democracia sólida.
4) Las advertencias internacionales no son ideológicas, sino técnicas y objetivas.
- El informe del IMD confirma con datos duros el rezago de México frente a otras economías debido al deterioro institucional y social.
5) Mientras no se recupere la exigencia ciudadana, la transparencia y la legalidad, México seguirá atrapado en un ciclo de estancamiento y decadencia institucional.
- No se trata solo de un mal gobierno, sino de un modelo regresivo que normaliza la simulación, castiga la crítica y recompensa la complicidad.
El texto funciona como un llamado de alerta y de responsabilidad cívica, especialmente dirigido a sectores que han guardado silencio o se han adaptado al nuevo poder. Su trasfondo ético y su base en evidencia empírica le dan fuerza política y moral.
Resumen en tres párrafos:
El texto advierte que la competitividad de un país depende de una democracia sólida y un desarrollo económico equitativo, condiciones que se deterioran cuando impera el populismo autoritario. En el caso de México, el debilitamiento de las instituciones, la concentración del poder, el clientelismo y la polarización social han generado un entorno poco propicio para la inversión, la innovación y el crecimiento. Así lo confirma el reporte 2025 de la escuela de negocios IMD, que ubica a México en una de las peores posiciones del ranking global de competitividad, debido al deterioro institucional, la precariedad de servicios públicos y el desgaste democrático.
Desde 2018, el régimen de Morena ha priorizado el gasto asistencial sobre la inversión productiva, generando incentivos perversos y debilitando los contrapesos fundamentales para un entorno competitivo. La justicia se politiza, las instituciones autónomas pierden fuerza y muchos empresarios han optado por acomodarse al nuevo orden antes que defender la legalidad y la transparencia. Casos como el de Yucatán, donde contratos públicos se entregan a mafias empresariales afines, ilustran el nivel de complicidad entre poder político y ciertos sectores privados bajo el nuevo oficialismo.
El panorama hacia 2027 es preocupante: con reformas que amenazan al INE, una justicia sin independencia y una ciudadanía desmovilizada, el régimen avanza en la construcción de una hegemonía que pone en riesgo el futuro del país. Para revertir esta tendencia, se requiere fortalecer el Estado de Derecho, recuperar los equilibrios democráticos y combatir la polarización. Sin una ciudadanía crítica y comprometida, México permanecerá atrapado en un ciclo de simulación, estancamiento económico y retroceso institucional.- Mérida, Yucatán
direcciongeneral@grupomegamedia.mx / Apartado especial en el sitio web del Diario: yucatan.com.mx (https://bit.ly/4diiiFP)
(*) Director general de Grupo Megamedia
