Las emociones fluyeron en el escenario y la soprano yucateca Mariana Echeverría dejó escuchar su voz ante el público, en el que se encontraban destacados personajes de la música. Ahí, en el sitio en el que han cantado los más importantes artistas del mundo, el Carnegie Hall de Nueva York, se encontraba ella, que nunca imaginó que podría llegar a ese lugar…
Para Mariana, quien recibió la carta invitación para cantar en el emblemático recinto neoyorquino de la Academia Vinceró, fue una experiencia inolvidable, llena de emociones.
Y es que una semana antes había fallecido su maestra de canto, Thusnelda Nieto Jara, de manera que llegó a la cita con una carga de sensibilidad. Cuenta que no podía creer que estaba en el Carnegie Hall de Nueva York, “fue muy emocionante”, pues estaba consciente de que en ese escenario se han presentado los más grandes intérpretes de la Historia.
Entrar por la parte de atrás del foro, ver en las paredes las fotografías de quienes han actuado ahí, recorrer camerinos y sala, comprobar la acústica y conocer en general las instalaciones fueron toda una experiencia.
Dice que nunca pensó que llegaría a conocer o cantar en el Carnegie Hall.
La presentación se realizó el 19 de enero pasado, como parte de la clausura de curso de la Academia Vinceró. Mariana se inscribió en el programa académico, que se impartió en línea durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19 y por ello recibió la invitación para actuar al lado de sus compañeros de estudio.
El día del concierto ensayaron en el foro y permanecieron ahí hasta el momento de salir a actuar, a las 8 de la noche.
Nerviosismo ante una gran oportunidad
Fue un concierto abierto al público en general, como parte de la cartelera del Carnegie Hall. Se tuvo invitados especiales, como los maestros que les dieron clases y Ailyn Pérez, soprano estadounidense de raíces mexicanas que ha triunfado en la Metropolitan Opera House de Nueva York, y David Lomelí, tenor mexicano.
Comparte que al verlos en el foro sintió más nervios y tensión, pero se dijo a sí misma que no podría fallar.
Mariana señala que cuando el concierto comenzó ella estaba en camerinos, donde le daba seguimiento desde una pantalla. Su participación fue casi al final del programa así que estuvo disfrutando la presentación de sus compañeros.
De pronto vio que estaba cantando la joven que le antecedía en el orden del concierto, así que fue corriendo al sitio desde donde tenía que salir. El momento llegó: apareció en el escenario y vio al público y a Abdiel Vázquez, director y fundador de la Academia Vinceró, quien acompañó a todos los cantantes en el piano.
Empezó a cantar y vio la cara del público, los rostros le decían que no les desagradaba su voz, podía notar que lo estaban disfrutando.
Las emociones se manifestaron después de su presentación, pues no pudo evitar las lágrimas al dejar el escenario por la felicidad de cantar en un lugar como ése, pero también por nostalgia, por la reciente pérdida de su maestra de canto.
Mariana Echeverría interpretó el aria “Senza mamma” de la ópera “Sour Angelica” de Giacomo Puccini.
Tuvo unos minutos, mientras otra intérprete se presentaba, para recuperar el aliento que había perdido por el cúmulo de sentimientos, y enseguida subió de nuevo al escenario para cantar a dúo con el barítono Hongyu Chen, originario de China y quien radica en Alemania.
Subraya que el barítono tiene un alto nivel interpretativo y sabía que tenía que estar a la altura de él.
Juntos ofrecieron “A quest’ora”, de la ópera “I Pagliacci” de Leoncavallo.
Un aprendizaje
Mariana indica que el dueto significó un contraste con el primer tema que interpretó, ya que este último es muy apasionado.
Asegura que al público le gustó, les aplaudieron mucho e incluso los vitoreraron, lo cual fue muy emocionante, ya que sabe que estaban frente a una audiencia conocedora y el hecho de que les haya gustado fue un premio al trabajo realizado.
Añade que en su primera intervención también recibió muestras de efusividad de los asistentes.
Al hacer un balance de la experiencia vivida, la soprano yucateca manifiesta que le hace pensar que los límites se los pone uno mismo, porque se puede llegar al lugar que se quiera si se trabaja en ello.
“Se requiere de mucha preparación, hay talento de gran nivel en varias partes del mundo y por ello hay que seguir preparándose cada día para ir creciendo y no tirar la toalla”.
“A veces hay gente a la que le gusta lo que haces pero uno mismo piensa ‘no lo hago bien’, por lo que aprendí que hay que valorar más los que hacemos, no cualquiera lo hace, no es fácil, y hay que disfrutar cada paso, sea lento o rápido”, manifiesta.
