Lápidas en el piso de la Catedral de Mérida, a un costado del altar principal, frente a la Capilla del Santísimo.

MÉRIDA.- En el siglo XVIII, morir era algo muy común en Yucatán, principalmente entre los niños. Además, la iglesia regía todo lo relacionado con “el bien morir” y el vestuario, “la cantada” o el rezo dependían del grupo social al que se pertenecía y el dinero que se tenía.

Las culpas se repartían entre los deudos en una poco higiénica bebida y a los muertos se les enterraba con dinero, “por cualquier cosa”. A más cercanía al altar, mayor posibilidad de salvación. Esos y otros datos fueron compartidos por el historiador Wilberth Gabriel Sánchez Moo, autor de trabajos sobre el tema.

Wílberth Sánchez Moo, investigador del Centro de Estudios Históricos del Colegio de Michoacán

“Morir en el siglo XVIII era verdaderamente algo de todos los días”, dice. Y es que, antes del desarrollo de la medicina y las vacunas, era común que una gripa o una enfermedad que hoy día es muy fácil de atender ocasionara el deceso de las personas. Se estima, a nivel demográfico, que el 50% de los nacidos fallecía antes de cumplir cinco años, detalla.

“Antes no se le daba el mismo valor o importancia a la muerte de los infantes. Mientras más hijos se tenían, más fuerza de trabajo había”, dice el investigador, quien actualmente cursa un posgrado en el Centro de Estudios Históricos del Colegio de Michoacán.

Niños fallecidos en Yucatán

“Era muy común que nacieran y murieran, entonces se prestaba a que se hicieran entierros clandestinos en las haciendas, pueblos y caminos. Los tiraban. Se podían encontrar cuerpos a las entradas de las iglesias y demás. No había un control como tal del fallecimiento de los niños, porque no era tan complicado deshacerse de esos cuerpos, como sí lo era de los adultos”, explica el entrevistado.

Y es que no todos podían pagar los costos que conllevaba un entierro. Para aquella época había una especie de tabulador de precios y servicios que ofertaba la iglesia, “porque antes solo ella regulaba por completo este asunto del bien morir“. La intervención del Estado para documentar estos hechos ocurre en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se instaura el Registro Civil, detalla el especialista.

AUDIO. Wílberth Sánchez Moo explica las características de los entierros en el siglo XVIII.

Los precios variaban según el grupo social al que se pertenecía. “Antes eras muy importante si eras blanco, español o mestizo… Había precios diferentes para los afrodescendientes y también para las clases pobres, que se enterraban por misericordia de la iglesia, por un proceso que se llamaba ‘de balde’, que eran entierros gratuitos”.

Entierros en el siglo XVIII en Yucatán

Otro punto era importante era el lugar: los entierros legítimos se hacían en los espacios religiosos, tanto dentro de la iglesia como en sus atrios. “Mientras más cerca del altar, se creía que era más probable de que entraras al cielo”, explica el egresado de la UADY, quien recuerda que en iglesias del centro de Mérida aún pueden verse en el suelo lápidas de personas que ahí fueron enterradas a finales del siglo XIX y principios del XX.

Lápidas en el piso del Sagrario Metropolitano, capilla aledaña a la Catedral de Mérida

“Si tenías dinero para pagar, pues ya podías hacer que el cura se vistiera de cierta manera, que te acompañara en la procesión desde tu casa hasta la iglesia y elegir hasta dónde iba a ser el enterramiento, con mucha gente cantándote.

“Podías pagar por un mejor ataúd, una mejor indumentaria y tu mortaja podía ser diferente. Entonces, dependiendo de lo que tú pudieras pagar, era el servicio que tú podías tener”, relata el autor del trabajo “Morir en la parroquia…“, sobre las costumbres funerarias del siglo XVIII en Yucatán.

Los deseos de las personas también podían quedar registrados en los testamentos, en donde podrían asentar incluso la vestimenta que querían llevar. Por ejemplo, un hábito como el de San Francisco.

Dibujo de un difunto amortajado con el hábito de San Francisco, según el Archivo Parroquial de Bécal, que pertenecía a Yucatán, en 1771.

“Pobres vergonzantes” en la época colonial

Para quienes no podían pagar, incluso los españoles”pobres vergonzantes” (“era una vergüenza ser blanco y ser pobre”) se les enterraba gratis en una especie de fosa común.

Las personas indígenas, según estaba regulado desde el siglo XVI, eran quienes debían mantener al ente religioso que las evangelizara. “Entonces, el religioso tenía que retribuir al indígena con el no cobro de esos servicios (funerarios). Eso en el deber ser, en lo estipulado por la Diócesis de Yucatán. Pero claramente el religioso también podía exigir un pago, que era costumbre”.

Tabulador de precios para los entierros, según información del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Yucatán, realizado por el historiador Wílberth Gabriel Sánchez Moo.

En ese caso, como no era tan fácil tener dinero, pagaban con “género de la tierra“, es decir, en especie: gallinas, miel, fanegas de maíz, etc. En el caso de españoles y mestizos, pagaban en pesos de plata.

“Digamos que un precio muy elevado eran 15 pesos, que te incluía que el padre esté vestido de una forma suntuosa, que haya gente realizando una procesión cantando, que la misa sea cantada y no rezada. Y bajaba según la calidad étnica.

“Quince pesos costaba el entierro de los blancos porque podían pagarlo. Diez pesos costaba el de los negros, porque se entiende que tenían menos y así sucesivamente. Hasta que lleguen hasta los pobres o los desconocidos que ya eran entierros gratuitos”.

¿Quiénes tenían derecho a entierro?

El especialista recordó que fue a finales del siglo XVIII y principios del XIX que por cuestiones médicas e higienistas comenzaron a hacerse camposantos junto a las iglesias, que luego se convirtieron en cementerios.

Lápidas en la Catedral de Mérida

Además, no todos tenían derecho a ser enterrados en las iglesias. Los fallecidos por pena capital y los suicidas estaban negados de estar ahí. Sus cuerpos quedaban en cementerios clandestinos, ubicados fuera de los poblados.

Culpas del difunto, repartidas en una bebida

Por otro lado están las costumbres que los sacerdotes consideraban supersticiosas. Por ejemplo, la repartición de culpas: “Con el agua que se lavaba al difunto, al final se preparaban bebidas y se repartían entre quienes asistían al entierro para repartir las culpas del difunto equitativamente entre los asistentes y que pudiera trascender al cielo y los pecados se quedaran aquí… Actualmente ya no toman el agua del difunto, sino que se reparten sus pertenencias para repartir sus culpas”.

@diariodeyucatan ¿Sabes qué es la "repartición de culpas"? Una antigua creencia maya que habría dado origen al relleno negro en #Yucatán #tradiciones #gastronomía #gastronomíayucateca ♬ sonido original – Diario de Yucatán

Otra costumbre es que se les enterraba con dinero, “para que tú puedas, si era necesario, pagar en algún punto para que llegaras al cielo. También se enterraba con maíz, con tortillas, con coas, con machetes y demás, porque se supone que también van a seguir trabajando la milpa después de la muerte”.

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El investigador también señaló que desde el siglo XVIII ya se hallan menciones del ritual de veneración u honra hacia los difuntos, mencionando que se ponían dentro de las chozas chozas más pequeñas con fruta y comida para el difunto, “que sería lo que más adelante evoluciona y se traslapa folclóricamente a lo que hoy conocemos como Hanal Pixán“.

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Jessica E. Ruiz Rubio es licenciada en Periodismo y maestra en Gestión de la Mercadotecnia. Comenzó su carrera periodística en 2004, año en que ingresó a Grupo Megamedia. Se especializa en trabajos especiales, análisis de tendencias digitales, temas locales y gestión de redes sociales.