Numerosos crímenes han quedado sin respuesta con el paso de los años y uno de los más recientes, el de la joven Debanhi Escobar —ocurrido en circunstancias que cada vez parecen más lejos de aclararse—, podría sumarse a esa larga lista.
Los casos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu, Manuel Muñoz Rocha, Abraham Polo Uscanga, Digna Ochoa, Bradley Will y Paulette Gebara son solo algunos de los más sonados de políticos, religiosos, activistas, periodistas y civiles que hasta la fecha siguen con interrogantes y, en la mayoría, sin responsables detenidos.
El mal manejo de las pruebas, la distorsión de investigaciones, el encubrimiento, los intereses políticos o la simple incompetencia de las autoridades han sido el denominador común en estos casos, algunos de fuertes implicaciones para México.
Encuestas de distintos centros de estudio del país afirman que en torno al 90% de los asesinatos quedan impunes en México.
Y el caso de Debanhi no es la excepción, pues ha suscitado una gran polémica porque aún no se conocen con seguridad los motivos de su desaparición y muerte.
Crímenes sin respuestas
Aunque los investigadores mexicanos intentan dilucidar las causas de la muerte de una joven de 18 años cuyo caso conmocionó a México, cada vez son más los que temen que su caso se sume a los muchos en la historia reciente del país que siguen sin respuestas claras.
El mal manejo de las pruebas, la distorsión de investigaciones, el encubrimiento, los intereses políticos o la simple incompetencia han dejado muchos crímenes sin esclarecer, incluso algunos de fuertes implicaciones para México.
Las encuestas de distintos centros de estudio del país afirman que en torno al 90% de los asesinatos quedan impunes en México.
El último caso que ha suscitado una gran polémica ha sido el de Debanhi Escobar, cuya foto de noche y en mitad de una carretera del norte del país se hizo viral. Se la tomó el taxista de cuyo vehículo descendió, por causas no claras, el 9 de abril.
El 21 de ese mes se encontró su cuerpo en la cisterna de un motel cercano.
La autopsia determinó que llevaba muerta entre cinco días y dos semanas, que no tenía agua en los pulmones y que estuvo viva dentro de la cisterna. El médico forense dijo que podía haberse puesto de pie y que la causa de la muerte fue un golpe en la cabeza. Su bolso se encontró en un despósito contiguo y sus llaves y teléfono móvil, en un tercero. Comprender lo que pasó es imposible aún.
Los casos son muchos, pero estos son quizás algunos de los más notorios misterios por resolver —al menos en la mente del público— durante años o incluso décadas:
CARDENAL JUAN JESÚS POSADAS OCAMPO (1993)
El cardenal Posadas Ocampo fue asesinado de 14 disparos a corta distancia el 24 de mayo de 1993. Estaba dentro de su coche en el aeropuerto de Guadalajara.
El gobierno dijo que sicarios de un cártel de la droga confundieron el vehículo del cardenal con el de un narcotraficante rival, pero las autoridades eclesiásticas creen que Mons. Posadas, que vestía ropa clerical, fue asesinado porque conocía relaciones entre narcotraficantes y funcionarios.
Aunque algunos implicados fueron acusados de delitos relacionados con las armas o las drogas y reconocieron haber participado en el asesinato, nadie ha sido condenado por el crimen.
LUIS DONALDO COLOSIO MURRIETA (1994)
El candidato presidencial del PRI en ese año fue asesinado a tiros en un acto de campaña. Mario Aburto, trabajador de una fábrica, de 23 años, fue detenido en el lugar de los hechos y rápidamente confesó los disparos, afirmó que había actuado solo y fue condenado a 45 años.
Sin embargo, Aburto ha denunciado desde entonces que fue torturado para que confesara, y en octubre la Comisión Nacional de Derechos Humanos pidió que se reabriera su caso, diciendo que había pruebas que corroboraban su denuncia.
JOSÉ FRANCISCO RUIZ MASSIEU (1994)
Ruiz Massieu era el líder del PRI, entonces gobernante. Fue asesinado a tiros en la puerta de un hotel durante la disputada campaña presidencial de 1994. Raúl Salinas —cuñado de Ruiz Massieu y hermano del entonces presidente, Carlos Salinas— fue condenado por ordenar el asesinato. Pero esa condena fue anulada en 2005 y nunca se condenó a nadie por pagar al sicario que lo mató.
MANUEL MUÑOZ ROCHA (1994)
Muñoz Rocha, un senador del PRI, fue acusado de ayudar a Salinas a organizar el asesinato de Ruiz Massieu y desapareció poco después del asesinato. En un extraño giro de los acontecimientos, un fiscal federal contrató a un vidente que condujo a los investigadores hasta un cráneo enterrado en un rancho propiedad de Salinas en 1996. Pero el cráneo resultó ser de uno de los familiares fallecidos del vidente y presentaba signos de haber sido sometido a una autopsia.
El vidente fue encarcelado por ayudar a plantar pruebas falsas, Muñoz Rocha nunca fue visto de nuevo, ni vivo ni muerto.
ABRAHAM POLO USCANGA (1995)
Polo Uscanga era un juez de Ciudad de México que afirmó haber recibido amenazas de funcionarios del gobierno tras negarse a ordenar la detención de miembros de un sindicato disidente de conductores de autobuses. Fue encontrado muerto en su despacho con dos heridas de bala en la cabeza. Las autoridades dictaminaron rápidamente que se trataba de un suicidio, pero la conclusión fue ampliamente ridiculizada.
DIGNA OCHOA (2001)
La abogada de derechos humanos Digna Ochoa fue encontrada muerta en el suelo de su despacho de Ciudad de México y los grupos de derechos humanos sospecharon que sus enemigos en el Ejército, el gobierno o la industria maderera la habían silenciado.
Las circunstancias eran extrañas. Una nota anónima encontrada cerca de su cuerpo parecía amenazar a otros activistas de derechos humanos. Digna había recibido dos disparos con su propia pistola y no había señales de que se hubiera forzado la entrada. Los investigadores no encontraron ninguna huella dactilar inusual y se preguntaron por qué Digna llevaba guantes de goma y por qué había harina esparcida por toda la escena.
El investigador principal del caso se vio obligado a dimitir tras concluir que Digna se disparó a sí misma para convertirse en una mártir de los derechos humanos. Hasta hoy no se ha condenado a nadie por el caso.
