Foto: Megamedia

“Vi el mar rojo de sangre”

PROGRESO.— “Loncho, el terrible” cree que Dios y el destino lo pusieron en el lugar indicado aquella madrugada del 25 de febrero de 1970, cuando en el muelle de arcos el tren de carga chocó contra un autobús con trabajadores portuarios y descarriló, con saldo de varios muertos.

Era la primera vez que Alfredo Alonzo Jiménez Jiménez, “Loncho, el terrible”, de entonces 18 años de edad, acudía a trabajar como cargador en el muelle fiscal.

Fue contratado por el Sindicato Piedad Luna para descargar tambores de miel que trasladó el tren y cargarlos en los barcos que llevaban el dulce a Europa.

Fue también la única vez que acudió a trabajar en el “muelle nuevo”.

Después de la tragedia, se dedicó a trabajar como electricista y plomero, oficios que aún realiza y combina con la venta nocturna de perros calientes en un puesto que instala en la calle 80 entre 29 y 31 del Centro.

El “muelle nuevo” es el nombre que se daba al de arcos desde su construcción, ya que antes los atracaderos eran de madera.

El muelle de arcos se construyó con concreto de 1937 a 1941, se puso en servicio en 1941 y se inauguró en 1945, al terminarse el edificio de la Aduana Fiscal.

Por eso, también se le conoce como muelle fiscal.

Lo que había

El muelle consistió en el viaducto y una plataforma marina, donde se construyó el edificio de la Aduana (que hoy ocupa la Administración Portuaria Integral).

En 1970 los barcos de carga atracaban en los costados norte, poniente y oriente de la plataforma, donde además había bodegas.

Tres sindicatos

El tren siempre entraba en reversa en las rieles ubicadas en el lado poniente del muelle y se detenía en la plataforma, donde laboraban trabajadores de tres sindicatos.

Los del Sindicato de Henequeneros descargaban del tren las pacas, jarcias e hilos de henequén y los cargaban a los barcos que los llevaban a Estados Unidos.

Los del Sindicato Piedad Luna eran cargadores de las demás mercancías que llegaban o salían de Yucatán.

Los del Sindicato de Marítimos se encargaban del arribo de los barcos, amarrarlos y otras labores; además viajaban en los navíos.

A la 1:30 de la madrugada del 25 de febrero de 1970, el tren —que entraba en reversa y no llevaba garrotero, quien en el último vagón con una lámpara alertaba del ferrocarril— chocó contra un autobús con unos 40 trabajadores del Sindicato de Henequeneros —que iba en la riel del tren— y lo partió en dos, matando a varios, lanzando al mar a otros e hiriendo a otros más.

Considerado como héroe de esa tragedia que conmocionó a Progreso, Alfredo Jiménez recuerda que hace 49 años había mucho trabajo en el muelle fiscal, pero él tenía miedo de ir al atracadero y, además, se dedicaba al ocio y a vivir sin preocupaciones.

Empero, su amigo de infancia José Mena, “Pimienta”, quien trabajaba en Piedad Luna, siempre lo invitaba para trabajar en el muelle, así que el martes 24 de febrero de 1970 decidió probar suerte como cargador.

“Loncho” era un tipo corpulento que nadaba todos los días hasta cinco kilómetros y también corría en la playa.

A las 7 de la noche de aquel 24 de febrero, “Loncho” y “Pimienta” llegaron al muelle a trabajar.

Junto con varios compañeros sacaron de las bodegas cientos de tambores de miel para cargar a los barcos.

La jornada terminó poco antes de las 2 de la madrugada del miércoles 25.

“Loncho” y su compañero Carlos Mena “Langacha” salieron de las bodegas y comenzaron a caminar para abordar un autobús que los traería a esta ciudad.

Ayes

“Cuando llegamos a la caseta del edificio del muelle fiscal escuché ayes de dolor y de auxilio de hombre al agua”, relata “Loncho”.

“Me asomé en el muro del viaducto y no vi nada; los gritos aumentaban, así que corrí y cuando llegué vi un panorama desolador que me dejó helado: el tren estaba atravesado y el autobús destrozado.

“De pronto me entró en el cuerpo una sensación de valor, perdí el miedo y sin pensarlo me tiré de clavado en el mar; al caer pasé rozando el chasis del autobús.

“Al emerger mi cara estaba llena de sangre y pensé que me había lesionado, pero cuando abrí los ojos, vi el mar rojo por la sangre de los cuerpos despedazados y de los heridos.

“Vi un trabajador que manoteaba y también al ‘Chinito’ (Alejandro Flores Villanueva), que desesperado alzaba las manos suplicando ayuda. Ya me habían tirado una soga, nadé para rescatar al primero que manoteaba, pero se hundió antes que llegara con él.

“Entonces reviré y nadé hasta donde estaba el ‘Chinito’, pero cuando llegué se estaba yendo a pique, lo alcancé a agarrar de los cabellos y lo saqué.

“El ‘Chinito’ estaba herido, su brazo y pierna derechos estaban fracturados, sangraba; lo sostuve y lo cargué, después lo amarré con la soga y los trabajadores lo subieron al viaducto.

“Subí al muelle en una escalera de gato, todo era caos, llantos, gritos, dolor y desesperación; llegaron ferrocarrileros para comenzar el rescate del vagón que quedó inclinado sobre el muro del viaducto”, abunda.

El chofer, en “shock”

Del autobús del Sindicato de Henequeneros impactado por el tren, “Loncho” recuerda que solo quedó intacto el asiento del chofer, de apellido Amaya, quien estaba en “shock”, no hablaba, quedó traumado por el accidente.

“Loncho” se retiró caminando del muelle. Sus amigos “Pimienta” y “Langacha” no iban en el camión chocado.

Tras la tragedia, ellos siguieron trabajando en el muelle, pero él no regresó a laborar allá.

Piensa que el destino y Dios lo pusieron ese día en ese lugar para salvar al “Chinito”, a quien días después visitó en el hospital.

Lo halló con la pierna y el brazo derechos alzados, le colocaron 25 clavos en la pierna, de milagro no la perdió, la reconstruyeron, dice.

“Loncho” y “Chinito” en ocasiones se encuentran y saludan. El primero hoy tiene 67 años y el otro 73, ambos son testigos de una de las recordadas tragedias que han conmocionado a Progreso.— José Gabino Tzec Valle

 

“De pronto me entró en el cuerpo una sensación de valor, perdí el miedo y sin pensarlo me tiré de clavado en el mar”

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