PROGRESO.— De manera repentina y a la edad de 104 años, ayer miércoles a las 2 de la madrugada falleció Alfredo Enríquez Solís, quien dedicó su vida al comercio, vendió leche en calles de esta ciudad y fue un personaje conocido en este puerto.
Hijo de los esposos Justo Enríquez Solís y Micaila Solís Martínez, nació en Mérida el 1 de abril de 1918. En 45 días iba a cumplir 105 años de edad.
Estudió hasta quinto grado de primaria, en la capital yucateca ayudó a su padre en la atención de las vacas y venta de leche, oficio que trasladó a este puerto.
Tuvo un rancho en la colonia ejidal Benito Juárez, del cual fue despojado por el ejido de esta ciudad para que se construya un parque, recuerda su hijo Alfredo Enríquez Ordóñez, quien fue alcalde de 1974 a 1975.
Con un deseo sobre el viaducto en Progreso
Durante poco más de 70 años fue vecino de la calle 82 entre 31 y 33. A sus familiares les dijo en una ocasión:
“No permitan que construyan el puente (para camiones encima de la calle 82) porque será una desgracia para Progreso”, narra Alfredo hijo.
Cuando cumplió 99 años, en entrevista con el Diario don Alfredo dijo que la fórmula de la longevidad era trabajar y trabajar, mantener la mente siempre ocupada.
Hasta los 100 años cobraba las consultas y ventas en la veterinaria de su hija María del Carmen en las tardes y hacía las cuentas sin calculadora. A los 103 años leía el Diario sin utilizar anteojos.
Don Alfredo fue el símbolo del comercio de la calle 80 entre 27 y 29, donde durante poco más de medio siglo atendió su expendio de licores, vinos y cervezas “El Triunfo” en un local rentado. Lo cerró en 1993, un año antes que abriera el primer supermercado que se instaló en la calle 80 entre 29 y 31.
Una vida de dichas en el comercio
Era el último sobreviviente una generación de prósperos y pioneros del comercio de la ciudad.
Su extinta esposa, María de la Luz Ordóñez González, “doña Lucha”, tuvo la tienda “La Gardenia” en un local de la calle 80 entre 27 y 29. Vendía diversos productos, entre ellos para los carnavales, y viajaba a la capital del país para comprarlos.
Don Alfredo y su esposa vivieron un tiempo en un predio de la calle 31 entre 70 y 72 y luego en uno de la 32 (82) entre 31 y 33, a espaldas del Palacio Municipal, por donde pasaban las rieles del tren, recordó en la entrevista que concedió con motivo de su cumpleaños 99.
A don Alfredo también lo conocían por su flamante y antigua camioneta Chevrolet azul modelo 1953, que conserva su familia.
Sus siete hijos, René, Alfredo, Susana, Arturo, Rebeca, Pilar y María del Carmen, reciben el pésame de sus amistades.
El cuerpo fue velado en la casa que habitó solo por la familia y su sobrino sacerdote Ricardo Ordóñez López, y fue cremado.
