(Primera Columna publicada el 28 de noviembre de 2007)

En su arraigo de la Plaza Grande, César Pompeyo invierte las horas en meditar sobre las tendencias bélicas de los primeros 100 días del nuevo gobierno. Sintió frío durante la meditación de ayer. Tanto que la dejó inconclusa. Sudaba. Un sudor frío también. Trató de sacar el pañuelo para secarse el rostro. No pudo: le temblaban las manos.

Cuando consiguió reponerse continuaron sus reflexiones sobre José Carlos Guzmán Alcocer y el abanico de significados que abre su consignación al juez tercero de defensa social y su traslado al penal. ¡Otra declaración de guerra!
En un repaso que hagamos un vuelo de pájaro sobre los 100 días se alzan como imágenes dominantes las columnas de humo. El viaje termina impregnado con el olor a pólvora.

Volamos sobre un campo de batalla tras otro. El conflicto por la jefatura de los maestros entre los candidatos de ayer y los incondicionales de hoy. Las represalias en los gremios de los taxistas. El ataque por detrás y por delante a los acampados de la Plaza Grande en un movimiento de pinzas que recuerda los movimientos envolventes de las divisiones Panzer del Tercer Reich.

Seguimos volando. Aparecen los muros quemados y los cuartos saqueados del palacio de Sotuta. Otra vez los campos de batalla. La batalla contra el DIF. La batalla contra Diconsa. La batalla contra Alpura. La batalla contra las galletas. Las batallas contra Felipe por el dinero del ciclon. La batalla por los refugiados chinos. La batalla, la batalla…

Don César vuelve a meditar. Medita sobre las denuncias y las desdenuncias, las acusaciones y las retractaciones, los cargos y los descargos, el paso al frente y la marcha atrás, la multiplicación, revisión y restauración de expedientes, la estrategia de encender un fuego sin apagar el otro. La última vista del vuelo fue la de un horizonte punteado de hogueras.

La historia de los 100 días, que va de llama en llama, entra ahora en terrenos volcánicos. En la ofensiva contra la Cousey se abre la perspectiva de un frente múltiple de batallas simultáneas. Como en los tiempos del Tercer Reich: tropas en los Balcanes, en los países bajos, en el flanco ruso, en la frontera polaca, en las riberas mediterráneas, en los desiertos africanos, a las puertas de Egipto, frente a Inglaterra en el Canal de la Mancha…

El cargo de coalición de funcionarios que el ministerio público incluye en la consignación de Guzmán Alcocer indica que está a punto de comenzar la cacería de coaligados. Cacería que no está prohibida por Coparmex. Como se sabe, el sindicato patronal ha señalado que las brujas son la única especie en temporada de veda.

La acusación de robo calificado al señor Guzmán desatara una serie de explosiones que serán visibles a larga distancia. Se trata del presunto desfalco de 500 millones en la venta de terrenos al Yucatán Country Club a precios de ganga. Las vertientes de la consignación se abren aquí a consecuencias sensacionales:

1. Guzmán Alcocer fue un simple ejecutor. Cumplió órdenes concebidas y aprobadas por el consejo de administración. Si aquel es culpable lo son también todos los demás con mayor razón. Uno tras otro veremos el arraigo, consignación y auto de prisión formal de Patricio Patrón, Enrique Manero, Alberto Reyes, Pedro Rivas, Guy Puerto, Elsy Mezo…

2. El delito no habría sido posible sin la coalición cómplice de los beneficiarios por el desfalco de los 500 millones. Los beneficiarios son Emilio Díaz Castellanos, Oswaldo Millet Palomeque, Roberto Kelleher Vales, Mario Gamboa Patrón, Jack Nicklaus y otros capitalistas que integran la Inmobiliaria Chablekal, compradora de las tierras involucradas en barata de Chablekal.

3. Es de conocida jurisprudencia, visible tanto en las constituciones civiles como en la doctrina de las iglesias cristianas, que lo robado se debe devolver. Se denuncia el robo de 500 millones. Habría que devolverlos. Díaz, Millet, Kelleher, Gamboa y otros socios y prestanombres tendrían que comprar las tierras que compraron a unos 16.50 pesos el metro. Las tendrían que volver a comprar a los 170 por metro calculados por la procuraduría.

Mientras chisporrotean las conflagraciones en el territorio de Chablekal, el ministerio público emprendería, según se espera, su anunciada ofensiva contra Altabrisa y su hospital. Nuevo frente de batalla con dimensiones considerables. La procuraduría atacará por distintos flancos: los planos equivocados, los defectos en los edificios, las compras a precios abultados, las comisiones subterráneas, el daño al patrimonio común en la venta de las tierras para los locales comerciales y las viviendas. Aquí sí que hay leña para quemar.

Unos con otros se van a mezclar los arraigos, las consignaciones y los autos de prisión formal. Los inmobiliarios del Country se van a confundir con los proveedores del hospital. Los ingenieros y arquitectos del nosocomio chocarán con los consejeros de la Cousey. Los fraccionadores elevarán los precios de las casas. Casas que eran de interés social y ahora serán de lujo.

Y aún falta Caucel. Y todavía no se ha investigado si la venta de la Casa del Pueblo al PRI hundió una puñalada en nuestro patrimonio. Y falta una pesquisa judicial sobre las tierras regaladas alrededor de Cordemex, donde se levantan hoy el Siglo XXI y emporios adyacentes.

Vamos a vivir en ascuas este fin de año. Nos acostamos entre fuegos artificiales y nos despiertan el resplandor de las fogatas y el fragor de las detonaciones. Mientras llega la noche, pasamos el día sentados sobre un volcán. ¿Tendremos que disfrazarnos de bomberos para llegar a los 200 días? ¿O ya nos adelantaron el carnaval?

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