(Primera Columna publicada el 19 de agosto de 2007)

En respuesta a una moción presentada por el alcalde, el Ayuntamiento acordó, en sesión del Cabildo celebrada el jueves 16 de agosto, “imponer” el nombre de Andrés García Lavín a la avenida del sector norte de Mérida que sale de la glorieta conocida como “El pocito” y termina en el Anillo Periférico.

Según la noticia de la sesión publicada por este periódico, la imposición del nombre del señor García Lavín, fallecido en esta capital el 8 de julio, es un “homenaje póstumo” a su trayectoria como “empresario de la comunicación”.

La medida fue aprobada con el voto unánime de los concejales: el presidente municipal y otros diez concejales del PAN, seis del PRI y sendos del PRD y el PT.

En el discurso de su propuesta, el primer regidor, César Bojórquez Zapata, opina que el señor García es “un personaje destacado” que “se distinguió por sus aportaciones y actividades en el desarrollo de la comunicación”.

Los medios de comunicación del señor García se destacaron y distinguieron durante casi medio siglo por los servicios que rindieron a los gobiernos emanados del PRI ya sus propósitos políticos y sociales.

Con pocas, malogradas excepciones, el objetivo prioritario de tales gobiernos durante ese medio siglo fue mantener a su partido en el poder y lo hicieron con procedimientos contrarios a la democracia, el civismo, la justicia, la libertad de expresión, los derechos humanos y, en general, las normas que tutelan en la ley la decencia de la vida pública.

Las víctimas fueron el pueblo yucateco y el PAN, partido que en esa media centuria padeció un calvario de atentados, fraudes electorales y otros atropellos concebidos y consumados con el fin de impedir la exposición de sus ideas y el acceso de sus candidatos al poder.

Otro de los medios de comunicación incluidos en este homenaje se ha distinguido por la difusión de los sucesos morbosos y la publicidad correspondiente, en perjuicio de los principios éticos que sustentan la estabilidad de la familia. Ha sido y es una explotación de las bajas pasiones que tiende a corromper sobre todo a las clases desamparadas de la comunidad, como se explica en los artículos sobre el tema que este periódico publicó en julio de 2006 con la firma de Eugenio Rivas Alonso.

No nos extraña el apoyo de los concejales del PRI a la moción que nos ocupa. Vamos a pensar que están pagando una deuda de gratitud por los beneficios recibidos. En los regidores panistas nuestro juicio es distinto: su voto a favor de la propuesta del alcalde huele un ejemplo desconcertante, un desconocimiento de la historia, una confusión u olvido de valores, una falta de criterio, entre otros déficits que siempre constituyen un lastre para el progreso de la sociedad pero adquieren proyecciones peligrosas cuando nublan el entendimiento de sus gobernantes y desinforman sus decisiones.

Malo si no se buscó asesores a la hora de concebir el homenaje improcedente y organizar su ejecución, pero peor si los hubo. De todas maneras, en ambos casos se pone de manifiesto otra vez la distancia que está apartando a los panistas yucatecos de la ideología noble y generosa que enarbolaron los fundadores de Acción Nacional y les merecieron el respeto, la simpatía y la solidaridad que los acompañaron cuesta arriba hasta las cumbres de poder que tanto calvario les ha costado y que tan pronto han comenzado ya a perder.

Hay silencios que meten ruido y hacen daño. Hay que romperlos antes de que se piense que todos cojean del mismo pie y se conviertan la cojera en la manera habitual de caminar.

Lamentamos profundamente que el nombre del señor García Lavín sea el punto de partida de estas reflexiones dictadas por nuestro concepto del bien común y destinadas a las autoridades. No está en duda aquí que en otras trayectorias de su vida tuvieron méritos que justifican un reconocimiento prudente en el que su memoria no sea obligada ocasión de controversia.

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