(Primera Columna publicada el 27 de mayo de 2007)

En su comentario del jueves 17 de mayo, “Impresiones al llegar la hora”, la columna ofrece un análisis de la campaña política terminada el día interior. Un análisis que tuvo el objetivo de contribuir al sufragio razonado ya “una votación copiosa” en las elecciones del domingo 20: “Una votación que sea la pista de lanzamiento de autoridades con mandato claro y de una oposición vigorosa que incorpora a nuestras diversas corrientes políticas a la gestión común de gobernar a Yucatán”.

La aritmética final de los comicios es un testimonio de que se han cumplido los buenos deseos electorales expresados ​​por la columna. Veamos:

1. 842,642 ciudadanos se presentaron a las urnas. Es nuestra cifra más alta.

2. Sufragó el 69,80% de los empadronados (1.208.904). Un porcentaje sólo inferior al 71,96% de los comicios federales que eligieron presidente a Vicente Fox en el año 2000. El tercer porcentaje queda el 68,45% de 2001, cuando ganó Patricio Patrón Laviada.

3. Los números de Ivonne Ortega Pacheco son de excepción: las 420,730 boletas marcadas a su favor marcan hitos que nunca habíamos visto en el estado:

a) Por primera vez un candidato llega a 400,000 votos.

b) También por primera vez un candidato obtiene la mitad de la votación (50%).

c) Todos los demás candidatos juntos no hubieran podido derrotar a la señora Ortega. Si sumamos los sufragios de Xavier Abreu Sierra (357.531), Ana Rosa Payán Cervera (28.088), Héctor Herrera (22.557) y Jorge Lizcano Esperón (1.349) el total es 409.525. Ivonne los vence con un margen de 11.205.

4. La marca de Xavier Abreu no desbanca del segundo lugar a Felipe Calderón Hinojosa (364.355 en 2006), pero está por encima de Vicente Fox (328.505), Patricio Patrón (322.575) y Francisco Labastida Ochoa (321.392).

5. La oposición obtiene 11 de las 25 curules en el Congreso: nueve el PAN y una cada uno el PRD y la coalición Todos somos Yucatán. El pueblo confía, pero quiere vigilancia.

Los tres primeros puntos subrayan que el éxito de la señora Ortega es un fenómeno político sin precedente. No recordamos un candidato que haya recibido un mandato tan claro para gobernar según sus ofrecimientos.

La claridad de su victoria tiene visible connotación personal. Desde su triunfo como candidata pinta su raya con la vieja guardia y la aleja a una distancia que se va extendiendo en la campaña. Arriba a Palacio con el mínimo de deudas. Poco o nada le debe al pasado ya los que fueron sus caudillos en el señor del PRI.

Otra circunstancia importante es que sus adversarios, salvo muy a última hora, no le demandaron a ella oa su partido un examen de conciencia sobre los 70 años que el PRI gobernó al estado. Como nadie les pidió un acto de contrición, nunca tuvieron que decir si se equivocaron alguna vez o si se arrepentían de algo.

Ivonne Ortega se trazó una estrategia electoral y no se apartó un centímetro de sus propósitos. Hablar de ayer es guerra sucia. No hay que mirar hacia atrás con ira. No hay que mirarlo para nada. Contestar ataques es fomentar la división. Hay que celebrar todas las misas en el altar de la reconciliación. Sin sermones sobre el pecado. Con homilías sacadas del supermercado de futuros, del anaquel de las bienaventuranzas. Los demás partidos siguieron los pasos del PRI: jugaron en la cancha de Ivonne. La discrepante fue Ana Rosa Payán Cervera, pero su artillería sólo tuvo un blanco: el PAN.

Alguien comentó que la señora Ortega no ha recibido un cheque en blanco. Es una opinión particular. Otros consideran que los 420.000 votos no son un cheque sino una chequera en blanco. En materia de gobierno contante y sonante, poco tienen que exigirle los yucatecos a Ivonne. La columna señaló en su oportunidad los déficits que aquí se le veían a la campaña.

Ivonne Ortega entra en la gubernatura sin el último de ataduras o compromisos que suelen arrastrar a los recién llegados al poder. O con muy poco lastre, tan poco, que no debe disminuir el cien por ciento de libertad que tiene para elegir a sus colaboradores. Es una responsabilidad multiplicada por la misma claridad y contundencia de su victoria. No le vemos trabas para no cumplir un vaso lleno su promesa de buscar, dentro o fuera de su instituto político, a los más capaces de gobernar. A los compañeros de viaje que puedan y quieran dejar pintada, frente al pasado de siete décadas, aquella raya valiosa.

El pasado, gran ausente de la campaña, regresará como testigo de cargo en los juicios que vigilan la gestión de una gobernadora a la que hemos dado un voto de confianza sin par, pero también la oposición vigorosa que prescriben las democracias operantes.

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