(Primera Columna publicada el 16 de septiembre de 2011)

Por anunciar que la Tierra no era un planeta estacionario, inmóvil, sino se mueve alrededor del Sol, la Inquisición condenó a Galileo Galilei en 1663 y lo forzó a retractarse. Es famosa la frase que pronunció en voz baja después de su retractación: “Pero se mueve”.
Se cree que después, en alguna ocasión, Galileo dijo: “Las verdades son fáciles de entender ya que las encontraste. El problema es encontrarlas”.
Al mismo problema se ha enfrentado, sin resolverlo, la Universidad Iberoamericana de México al invitar a Ivonne Ortega Pacheco a sustentar una conferencia y otorgarle luego la medalla “San Ignacio de Loyola”, fundador de la Compañía de Jesús, a la que pertenece aquel centro docente.
O es cómplice vendido a un gobierno corrupto o la Iberoamericana ha debido renunciar a una de las misiones características de la universidad: investigar. De haber investigado la verdad sobre Yucatán no hubiera invitado ni premiado a la gobernadora.
Demerita su buen nombre, desorienta a sus alumnos y le hace daño al catolicismo que una universidad católica premie a una funcionaria que de palabra y de hecho ha causado a los yucatecos un perjuicio incalculable en el aspecto moral, porque en lo material tenemos una idea aproximada de los miles de millones de pesos, fruto del trabajo de los mexicanos, que la señora Ortega ha desperdiciado en delitos que abarcan desde el despilfarro y el financiamiento antidemocrático de su partido hasta el fraude y la persistencia en encubrirlos con una administración mentirosa, desafiante hasta el cinismo, que niega sus faltas, cuando se le restriegan las pruebas públicas que las documentan o, lo que es peor, las defiende y persiste en continuarlas.
Así se explica que la gobernadora se jacte al final de su mandato, en la conferencia universitaria, de dos obras incipientes, a pesar de lo cacareadas, el Museo Maya de Mérida y el Palacio de la Civilización Maya, que pueden servir de ejemplos de las irregularidades de un gobierno que ha maniatado a Yucatán con deudas que montan millares de millones de pesos que, en muy gruesas partidas, no se sabe dónde están o a dónde irán a parar.
El ejemplo sorprendente de la Universidad Iberoamericana sirve para demostrar una vez más, en esta época del internet, el twitter y el facebook, la incomunicación que existe en México entre la provincia y el centro, entre los estados entre sí. Es una desgracia consuetudinaria el caso poco o nulo que las autoridades federales, los partidos políticos y la llamada prensa nacional, incluyendo la radio y la televisión, han hecho y continúan haciendo a las verificadas verdades de Yucatán.
También se explica así el apoyo federal, por medio de sus secretarías y delegaciones, a espectáculos, como el concierto de Shakira, y obras, como el túnel de Montejo, que han sido causa de sonados escándalos que en la capital de la república encuentran oídos sordos y labios sellados.
Por el estilo se hallarán los demás estados de la república, en especial aquéllos donde no existe una prensa local independiente que se esfuerce en enterar al pueblo, para que pueda defenderse, de las arbitrariedades, las imposiciones y los latrocinios de sus autoridades. La verdad de los estados es la mentira de la capital de la república, mentira bendecida incluso por representantes de la religión.
“Cuando se mira la verdad de perfil o de soslayo se le ve mal siempre; son muy pocos los que saben contemplarla cara a cara”, escribió Gustave Flaubert, el polémico pero aclamado novelista francés de “Madame Bovary”.
Desde la ciudad de México nos ven de perfil o de soslayo: ni sus universidades, ni sus políticos, ni su prensa, ni los demás dirigentes nacionales que rigen la vida pública nos ven cara a cara.
¿Cómo ve Yucatán la Universidad Iberoamericana? ¿Qué ha visto o dejado de ver que la ha desviado hacia la ceguera educativa que premia a Ivonne Ortega y la propone ante la nación como un ejemplo que se debe seguir e imitar? ¿Cómo puede explicar esa triste invitación y esa profanada medalla que lleva el nombre augusto de San Ignacio? En el caso de Galileo, la Iglesia supo rectificar, suspendió la condena y le pidió perdón. ¿Nos mirará cara a cara la Iberoamericana? ¿Nos pedirá perdón por su doble ofensa a los yucatecos? ¡Pobre Yucatán: tan cerca de Ivonne Ortega y tan lejos de México!— Mérida, Yucatán

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