(Primera Columna publicada el 29 de marzo de 2012)
En las dos columnas anteriores (El Papa y Yucatán, Salomón y Yucatán) comentamos algunos conceptos de Benedicto XVI sobre el papel que corresponde a la religión en la política y los aplicamos a Yucatán. Trataremos ahora de hacer lo mismo con sus discursos en el viaje a México, su mención de “un gran deber”, su denuncia de una “esquizofrenia moral” y su reconocimiento de “una gran falta.
Durante el vuelo de Italia a México, en entrevista con los periodistas, se le preguntó cómo debe enfrentarse la Iglesia a los problemas de nuestro país. La respuesta del Papa, en sus conceptos medulares, fue:
—Es gran responsabilidad de la Iglesia educar las conciencias, educar en la responsabilidad moral y desenmascarar el mal, desenmascarar esta idolatría del dinero que esclaviza a los hombres. Desenmascarar también las falsas promesas, la mentira. Desenmascarar el mal. Es una gran responsabilidad ante Dios, que nos guía, que nos atrae hacia la verdad. Es el gran deber de la Iglesia.
Veamos la respuesta de Su Santidad a pregunta de Valentina Alazraki, enviada de una televisora, sobre la justicia social y su impresión de que el empeño de la Iglesia en este campo no es suficiente:
—Es una cuestión de conciencia que la Iglesia se pregunte siempre qué puede y debe hacer, qué no puede y no debe hacer. La Iglesia no es un poder político, no es un partido, pero como la política fundamentalmente debe ser una realidad moral, la Iglesia tiene fundamentalmente que ver con la política. El primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias para crearles la responsabilidad necesaria, tanto en la ética individual como en la ética pública.
—Y aquí quizá hay una gran falta —prosigue el Pontífice—: se ve en no pocos católicos cierta esquizofrenia entre moral individual y moral pública: en la vida personal son católicos, creyentes, pero en la vida pública siguen otros caminos que no corresponden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para la fundación de una sociedad justa.
(Los esquizofrénicos tienen doble personalidad y pierden contacto con la realidad).
—Hay que educar para superar esa esquizofrenia: educar no sólo en moral individual sino en una moral pública que, basada en la Doctrina de la Iglesia, sea una moral razonable, compartida y compartible también por los no creyentes. La fe libera a la razón de los intereses falsos y los ensombrecidos, a fin de crear los modelos de una colaboración política que supere esa división social y antisocial que por desgracia existe.
—Queremos trabajar en este sentido. La aportación de la Iglesia es fundamental: queremos ayudar en espíritu de diálogo para evitar traumas y para ayudar en el camino hacia una sociedad fraterna y justa. La Iglesia debe ayudar siempre en la educación de las conciencias, tanto en la vida pública como privada.
Y al final de su visita, en su discurso de despedida, nos dejó una consigna cívica:
—Aliento ardientemente a los católicos mexicanos, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder a la mentalidad utilitarista, que termina siempre sacrificando a los más débiles e indefensos. Los invito a un esfuerzo solidario que permita a la sociedad renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz. Esta contribución al bien común es una exigencia de esa dimensión esencial del Evangelio.
—Por eso la Iglesia exhorta a sus fieles a ser también buenos ciudadanos, conscientes de su responsabilidad de preocuparse por el bien de los demás, tanto en la esfera personal como en los diversos sectores de la sociedad. Tanto la Iglesia como el Estado tienen la tarea común, desde su misión específica, de salvaguardar y tutelar los derechos fundamentales.
La columna considera que en la Iglesia de Yucatán hay una “gran falta” en el cumplimiento de ese “gran deber” de formar una conciencia cívica y religiosa que oriente la actividad política hacia el bien común y enderece a los esquizofrénicos que han perdido contacto con nuestra sombría realidad.
Con honrosas excepciones, el clero se ha escondido en el silencio y ha dimitido de su responsabilidad de desenmascarar las promesas falsas, la mentira y los intereses bastardos que dominan nuestra vida pública. El clero ha abandonado a los yucatecos en su defensa contra los abusos de un gobierno y un partido que se han distinguido por ignorar o quebrantar la moral pública.
Hacemos votos porque nuestros sacerdotes acaten las instrucciones de Benedicto XVI y en la campaña política que se avecina alumbren a los yucatecos con los valores esenciales del Evangelio y los guíen en la elección razonada de nuestros próximos gobernantes.— Mérida, 28 de marzo de 2012
