En una época en que jóvenes deportistas han puesto en alto el nombre de Yucatán, ha surgido entre las nuevas generaciones y los aficionados de la vieja guardia debates sobre los mejores momentos de nuestro deporte.

¿Fue mejor lo pasado que el presente? En cada una se viven situaciones distintas y los logros de cada momento tienen su significado. Tan valioso lo de ahora, como lo vivido antes.

Pero de lo que no hay duda es que fue un deporte que puso a Yucatán en primer plano en el mundo. Fue el boxeo y en un lapso especial, señalado como la “Época de Oro”, con cinco campeones universales en menos de una década. Miguel Canto, “El Maestro”, fue el más dominante, con Guty Espadas papá en segundo plano, luego vinieron Freddie “Chato” Castillo, coronándose dos veces; Lupe Madera, con una épica serie de batallas en el Lejano Oriente hasta hacerse monarca minimosca, y Juan Herrera Marrufo, que fue campeón universal y perdió la diadema por una lesión en una pelea increíble en que sorteó seis rounds usando solo una mano.

Antes de ellos, claro, hubo muchas historias memorables en el deporte yucateco, que son recordadas, o deben ser recordadas por los de antaño y leídas por los de nuevo cuño. Picaron piedra y abrieron brecha inmortales como Carlos Torre Repetto (ajedrez), Carlos Iturralde Rivero (fútbol), Miguel Medina Gutiérrez (primer olímpico, en pesas), sin dejar de lado las vivencias del equipo insignia del deporte yucateco, los Leones de la Liga Mexicana.

Pero el despunte, lo que puso a Yucatán en boca de todo el mundo, fueron sus boxeadores. Sus cinco campeones fueron reconocidos desde la coronación histórica de Miguel Canto en la batalla de Sendai contra Shogi Oguma, hasta la derrota del “Chato” Castillo en su último intento, en 1986 ante Sot Chitalada.

Fue, además, con un dominio abrumador en dos categorías en específico, los pesos chicos, entre mosca y minimosca. Y el reinado no fue propiamente local, sino que fueron a arriesgar el futuro peleando en verdadera tierra hostil, como se sabe que es ir a batallar en Lejano Oriente (Japón y Corea) o Venezuela.

Yucatán los vio hacerse profesionales, en el Parque Carta Clara y la Plaza de Toros Mérida, con llenos impresionantes, pero el mundo les vio consagrarse.

Canto, monarca en su segunda oportunidad titular, es el más recordado de todos. Venció a Oguma el 8 de enero de 1975 en la Arena Miyagi de Sendai, Japón, y no bajó del trono sino hasta que, en una polémica decisión, Chan Hee Park lo venció por puntos en Corea en 1979. En el ínter, con el que luego sería reconocido como “El Maestro” reinando en el Consejo Mundial de Boxeo, subió al olimpo de los moscas de la Asociación otro yucateco, Gustavo Hernán Espadas Cruz, “Guty” Espadas para el pugilismo, propiciando algo que jamás se había vivido en México: dos gladiadores de la misma entidad reinando en la misma división al mismo tiempo. Los japoneses y coreanos sufrían moralmente al ser mandados al segundo plano con Canto y Guty, y ni se diga lo de Venezuela, donde el ídolo Betulio González fue vencido por ambos. En su momento se dijo que Canto sería un campeón de poca duración porque no pegaba, y que el dominicano Ignacio Espinal era el indicado para ser el rey de las 108 libras, y otro señalado para estar en lo alto era Alfonso López, panameño vencido por Guty para coronarse. Pero se suscitaron dos peleas ante Espinal, en Mérida: una a diez vueltas, venciendo Canto por decisión dividida, y otra por la corona, triunfando el de casa con una abrumadora decisión (dos jueces dieron 149-143 y un tercero 149-142).

Y cosas del deporte, de su verdad y trascendencia: Canto fue en octubre de 1976 a defender su cetro contra Betulio, una increíble victoria en Maracay. Un día antes se programó para la Sports Arena de Los Ángeles la pelea de Guty con López, con el canalero como seguro ganador, pensando igual que lo que seguía era la batalla Canto-López, o Betulio-López, dado que se pensaba que los yucatecos serían derrotados en el extranjero.

Y nada: Guty noqueó en 13 vueltas a “Al” López y Canto batió en 15 rounds al “Botellita”. Y los yucatecos reinaron en la división contra tirios y troyanos.

Fue ese par de días (1 y 2 de octubre del 76) uno de los momentos de mayor grandeza para Yucatán.

A 15 rounds

¿Complicación? Pero claro que las hubo.

Cuando ellos estaban en lo alto, las peleas de campeonato mundial eran de 15 asaltos, no de 12, como ahora, y la obligación era pelear con rivales mandatorios (respetando las clasificaciones), como primera regla, por lo que tenían que batirse con el 1, el 2 o el 3. O bien, con los que ponían más dinero, siendo el caso de Canto, quien hizo nueve de sus defensas en rings foráneos (ocho en el extranjero). Hoy en día, a Canto, “El Maestro”, cada que pueden lo recuerdan por su grandeza en el Oriente, a donde le han invitado a homenajes, mientras Miguel vive más que humildemente en Mérida, apenas con lo suficiente, y con lagunas mentales propiciadas por los golpes recibidos.

Lupe en Japón

Hablando de héroes o recuerdos, imposible olvidar a Lupe Madera, quien se hizo campeón minimosca con algo que pocos podrían presumir: cuatro peleas titulares en Japón, ante el mismo rival. Lupillo se fue a Japón las cuatro veces para medirse ante Katsuo Tokashiki, quien primero lo venció en Sendai por decisión dividida (4 de abril de 1982). El mismo año repitieron la pelea en 1983, en Tokio, y empataron en unas puntuaciones de escándalo, por lo que se ordenó una tercera contienda: el 10 de julio del 83, Madera ganó por decisión técnica en el cuarto round, subiendo al trono, ante sorpresa de los japoneses. Y frente a los hijos del Imperio del Sol Naciente refrendó la diadema el 23 de octubre del mismo año, ganando por decisión unánime. Madera perdió el cetro en su segunda defensa, ante Francisco Quiroz en Venezuela, y entonces colgó los guantes. Gente cercana a Tokashiki algunas veces se comunicaba al Diario para pedir informes sobre Madera, a manera de hacerle homenajes y recordar la cuarteta de famosas peleas. El monarca yucateco falleció al caer en su casa.

Una loca historia

Freddie Castillo, cuentan los que lo vieron, se preguntaba muchas veces cuál sería la forma de ganar dinero. Le dijeron que peleando y eso hizo. Con su forma dicharachera, explosivo, o, loco, como él mismo dice, lo hizo, lo disfrutó y hoy en día tiene su lugar en la historia de la Fistiana yucateca y mexicana.

Oriundo del famoso barrio bravo de San Sebastián, Alfredo Martínez Castillo (nombre de bautizo, cambiado de orden los apellidos por una molestia con su padre) llegó a la corona de peso minimosca, contra todo pronóstico. El hombre que saciaba sus hambres a veces bebiendo sangre de las reses sacrificadas en el rastro municipal, se convirtió en el primer mexicano en ganar la diadema de los minimoscas. Lo hizo el 19 de febrero de 1980, cuando fue al Nuevo Circo de Caracas a hacer pedazos a Luis Estaba en el round 14. La fiesta en el barrio bravo fue tan grande como la proeza del “Chato Loco”, como le llamaban el “Doctor” Alfonso Morales y don Antonio Andere.

Duró poco el gusto porque, dijo Freddie, “hubo buen billete para ir a Tailandia”, y perdió a la primera defensa ante Netrnoi Sor Voragingh, en una más que polémica decisión dividida. Freddie, empero, siguió en lo suyo: peleando, ganando dinero, disfrutando y gastando. Con facilidad ganaba mucho, con facilidad gastaba todo.

Tuvo una oportunidad grande, pero fue ante un minimosca de época, el panameño Hilario Zapata, y perdió. Pero siguió, subió una división, y en mosca, volvió a plantarle un golpe a la historia, siendo el primer yucateco en coronarse dos veces monarca del mundo, con una inobjetable victoria ante el dominicano Prudencio Cardona, en una noche mágica en el Parque Carta Clara con más de 10 mil espectadores. Una defensa y se fue el gozo al pozo: perdió el título en Los Ángeles ante Eleoncio Mercedes. Tuvo otra oportunidad, en Arabia Saudita (cuando cuenta cómo disfrutó estar entre los jeques y multimillonarios sonríe), perdiendo ante Sot Chitalada. Y adiós a su carrera de leyenda. También esta pelea (22 de febrero de 1986) cerró esa época histórica del boxeo yucateco.

Heroísmo y tragedia

Cerramos este apartado con Juan Herrera. Vaya historia la de “Juanito”, quien por cierto el viernes 12 cumplió años.

Herrera estuvo en los últimos años de Canto, peleando con el ascenso de Guty también. Su ascenso a la gloria de un campeonato mundial se dio el 26 de septiembre de 1981, venciendo en el Carta Clara a Luis Ibarra, al que noqueó en el undécimo episodio. También él venció a Betulio González, en su primera defensa, en el mismo estadio de Chuminópolis, sitio donde se vivió la tragedia de su siguiente combate: 1 de mayo de 1983. Herrera peleaba con Santos Benigno Laciar, un argentino que, dicen los que vieron el combate, no iba a ganar de no ser por una fortuita circunstancia, para él: Juan sufrió la luxación del hombro derecho desde el sexto asalto, lo que le impidió tirar golpes de allí hasta el round 13, en que, a pesar de los intentos de su mánager Beto Rivero, y gente de su esquina, como Joe Camargo y Chucho Basto, no pudieron hacer que siga.

Si la pelea fuera en 12 asaltos, como ahora, Juan hubiera seguido en el trono. El hubiera, claro, no existe. Y Laciar se llevó la victoria por parada técnica, haciendo triste la noche en el Carta Clara, donde igual otro yucateco, Miguel “Pulgarcito” Leal, fue noqueado por el argentino Mario de Marco y casi pierde la vida por un derrame cerebral. Le salvaron de morir las atenciones médicas de los yucatecos.

En 1984, Laciar dio la revancha a Juan en el Pallazo dello Sport de Marsala, en Italia. Y fue trepidante combate que se fue a una cerrada decisión dividida.

Canto hizo 15 defensas y 17 peleas titulares en total, Guty realizó cinco defensas y ocho peleas de campeonato mundial, Madera una defensa y cinco pleitos titulares; Castillo cuatro peleas de campeonato, dos defensas, y Herrera, cuatro con cinto en juego, y dos defensas. Cinco campeones en tres divisiones y 36 peleas de título mundial, con todas prácticamente en pactos a 15 vueltas.

Imposible decir que esta no es la mejor época que ha vivido el deporte yucateco a lo largo de la historia. Nombres que, hoy en día, son reconocidos, no solo en Yucatán, sino en todo el mundo.— Gaspar Silveira Malaver

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